jueves, 11 de junio de 2020

POLICÍAS. BAILANDO CON LA MÁS FEA.



POLICÍAS.  BAILANDO  CON  LA  MÁS  FEA.

Cuando en una sociedad todo va bien o el clima social es soportable, la policía (en el caso de España las diversas policías, la nacional, las locales, las autonómicas y la guardia civil) no tiene ningún problema.

Es mas es apreciada porque resuelve problemas de la gente: le protege las propiedades, les garantiza la seguridad, detiene  a los malos, auxilia a los accidentados, etc.

Estos cuerpos el problema lo tienen cuando emerge la movilización social inevitable en cualquier sociedad injusta. En ese momento han de obedecer a sus jefes y en ocasiones, demasiadas, enfrentarse a sus conciudadanos.

Es ahí cuando les toca bailar con la más fea. Siendo ellos trabajadores que trabajan de policías han de poner orden para que otros trabajadores que no trabajan de policías, si es que trabajan, no se salgan con la suya respecto al Poder.

Y entonces se dan situaciones de este tipo.

Primer caso. Imaginemos una dictadura. En este tipo de sociedades cuando se junta el hambre con las ganas de libertad, el pueblo se levanta; se multiplican las manifestaciones que cada vez son más numerosas y difíciles de controlar.

¿Qué problema tiene ahí un policía en lo individual? Como es muy difícil que toda su familia sea a la vez policía, cuando no está de servicio debe  percibir que su tarea es ingrata.

Pero claro, al ir armado no puede desobedecer a sus jefes, que posiblemente por vivir bien sean amantes de esa dictadura y le podrían hasta fusilar si se tercia.

Pues bien, aunque incluso al ser el brazo armado de la represión pueden sufrir atentados, su conducta debe ser prudente y comedida para ser justos (aunque esto tal vez no sea muy posible pues sin duda son vigilados y catalogados, entre adictos al régimen o flojos).

Les toca bailar pues con la más fea. En algún momento tendrán que cambiar de bando y unirse al pueblo, pero no saben cuándo, ni cómo.

Segundo caso. Imaginemos una democracia.

Las democracias permiten que convivan distintas tendencias políticas; en general las que proponen repartir la riqueza de arriba a abajo (las izquierdas) y las que proponen seguir repartiendo las riquezas de abajo a arriba (las derechas o conservadores).

Por alguna extraña razón en los colectivos policiales la mayoría son personas de tendencia conservadora (de derechas).

No se sabe muy bien por qué, porque al menos los números o policías de baja graduación tienen sueldos que no son una cosa del otro mundo (son más bien del mundo de las injusticias típicas de las derechas).

Pero en fin, o bien porque llevan pistola, o porque hay que hacerle la pelota al jefe, o porque las manifestaciones les van haciendo coger antipatía a los obreros, el caso es que son poco revolucionarios.

Como por otra parte estamos en el supuesto de que vivimos en una democracia, pueden ser lo que les dé la gana.

Ahora bien, si en el supuesto de la dictadura llegábamos a la conclusión de que debían aplicar la ley y ser prudentes en el uso de la fuerza, por humanidad y por si la situación política da un vuelco, ahora en una democracia vemos que su conducta debe ser la misma.

Una conducta basada en el equilibrio y la cordura. En la lealtad al pueblo trabajador que es la prolongación de ellos mismos. Teniéndose unos que ganar la vida en un andamio, en una tarima, en un hospital, y otros en un coche patrulla. Trabajadores todos que trabajan para sobrevivir, y disfrutar de la familia y los buenos momentos.

No haría falta mucho más para marcar que ese debe ser el camino de un policía, pero éste no es un texto moralista únicamente. Este texto invita a este colectivo a ser egoísta.

Y para ello y para acabar, vamos a usar como punto de apoyo el asesinato por parte de un policía blanco de un negro en EEUU, asfixiándole porque sí, porque actuó como un chulo y no como un policía con corazón.

Pues bien, la enseñanza principal es que hoy en  día a un policía no le vigila únicamente la cámara de los jefes. También le vigilan los mil ojos del pueblo. Las cámaras de los móviles.

 Es obvio, que de no haber existido la grabación de un particular nada de lo ocurrido habría ocurrido como revulsivo social.

Tal vez el policía era de derechas y racista en una sociedad de derechas y racista; tal vez creía que iba a reír con sus compañeros por su valentía deteniendo a un gigantón que trató presuntamente de usar un billete falso de 20 dólares, tal vez creía que le iban a otorgar una distinción.

Pero nada fue como él creía. Porque en una democracia donde todo se graba y por lo tanto se ve,  a nadie le protege su ideología (por muy de derechas que sea), y a todos nos protege el ser buenas personas, o al menos intentarlo.

Debemos comprender la difícil tarea de la policía cuando emergen conflictos sociales, cuando el pueblo clama justicia y pan; y ellos deben emprender el camino de, de pecar de algo, mejor pecar de ser prudentes y solidarios, porque antes quien veía todo era Dios, según decían, y ahora es el pueblo según se ve.

Paco Molina. Zamora. 12 de Junio del 2020.
  

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