martes, 16 de julio de 2024

NO TODO VA A SER GANAR.

 




NO TODO VA A SER GANAR.

Doy por hecho que conocen ustedes la célebre cancioncilla de Javier Krahe titulada: “No todo va a ser follar”. En ella nos recuerda, con mejor sentido y donaire que el de los ministros de la religión verdadera, que hay infinidad de cosas más importantes  en la vida que follar, como, por citar un único ejemplo,  la de coleccionar sellos de Nigeria.

Basándome en ello me voy a tomar la libertad de transubstancionar  “el no todo va a ser follar” por un “no todo va a ser ganar”.

Cuando yo era pequeño (pongamos que hablo de la postguerra civil española) era de mala educación hablar de sexo, dinero y política.

Por tanto deduzco que hablar de esas cosas no le gusta al Poder, así que hablemos ahora, un poquito (no se vayan) de política. Bueno más bien de teología política.

Porque el tema de hoy va a ser el sempiterno (dado que siempre hay alguien que gusta de negar lo evidente) tema de la unidad de la izquierda (la unidad en las derechas es más sencilla, pues  pende de una llamada telefónica de la autoridad competente que les de las órdenes oportunas para que se unan y: ¡arrr! firmes.).

Centrado pues el problema centrémonos nosotros. Empecemos por recordar  que en la propia Naturaleza (de la que se dice que es sabia) las uniones  producen cosas buenas y las divisiones situaciones antipáticas, cuando no peligrosas.

Sirvan 2 ejemplos: La energía nuclear de fisión, o sea por separación, es mala porque produce radioactividad, y la de fusión (unión) es buenísima porque cuando se controle será fuente inagotable de energía. Así mismo: las bodas se celebran y los divorcios no.

Pero es que esas ventajas de las uniones también se dan en el campo político. Y permítanme  usar para mostrarlo, y de paso demostrarlo, los avatares sobre el tema de lo que se conoce como “la izquierda a la izquierda del PSOE”.

Ya antes de las elecciones europeas escribimos una “carta a las izquierdas desesperadas”, que se podía resumir en 2 dogmas.

Uno, sin crisis económicas los pueblos no se  encorajuran (o sea no se ponen en pie) porque la masa suele ser conservadora. Y en consecuencia, las izquierdas deben tener paciencia (hasta que llegue otra crisis), y al tiempo tejer la alternativa para cuando aparezca la siguiente oleada de cabreo. Recordando en este sentido que en esa hoja de ruta debe  figurar el pacifismo a ultranza como mensaje principal, pues estamos al borde de la Tercera Guerra Mundial.   

Sigamos: La crisis del ladrillo (la que empezó en el 2008) llevó a las izquierdas a la izquierda del PSOE a superar los 5 millones de votos e incluso al PSOE en el número de estos (para hacerse una idea del salto, repárese que IU lo más que había obtenido hasta entonces fueron 2,5 millones de apoyos).

Ahí ganó la izquierda, pero Pedro Sánchez aún no era “perro” (y si felipista) y dejó pasar la ocasión. Afortunadamente a la 2ª fue la vencida, y esa masa de demócratas revolucionarios (o revolucionarios demócratas) desembocó en un Gobierno Social Comunista (o progresista). Es decir con la unión ganaron.

Pero en política, como en ajedrez, también el contrario mueve ficha, y así los ataques calumniosos y falsos (pretendiendo que todos los políticos son iguales) más la notable mejoría de la vida de la mayoría de los ciudadanos (o sea, la pérdida de energía), hizo que la fusión a la izquierda del PSOE siguiera encogiendo.

Aún así, “las izquierdas a la izquierda” juntas, siguieron ganando (los más de 3 millones de votos de SUMAR hace una año  lo muestran). Ahora bien, se fue uno de los integrantes de la necesaria unión, y claro, coscorrón.

Paco Molina. Zamora 1 de Julio del 2024

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