UNA GUERRA = MILES
DE DANAS
La terrible DANA que
azotó Valencia, la tragedia de lo ocurrido, lo pavoroso que resulta que la muerte, la destrucción, la ruina, las
enfermedades, se presenten de repente y sin culpa alguna, ha estremecido a
España.
Sin embargo, aunque
no haya consuelo, es necesario aprender de ello alguna cosa.
La primera, que
pagar impuestos es bueno. Porque si ahora se piden donaciones es porque se
reconoce que las instituciones del Estado no tienen ese dinero tan urgente y
necesario.
La segunda es
aprender que el cambio climático hay que combatirlo en lo que nos compete a los
humanos como causantes de él. Su evidencia
es manifiesta, como se ve en el hecho de que los desastres naturales aumentan
en frecuencia y en consecuencias.
Esa lucha contra el cambio climático va a
suponer cambios de vida y de lujos, cambios duros de aceptar para los pueblos
(y más para los ricos de los pueblos). Y la batalla durará mucho.
Y por último
aprendamos que tenemos que volvernos pacifistas, tenemos que predicar
pacifismo, tenemos que votar pacifismo: No a las guerras.
Porque el reducir
los gastos militares permite tener dinero para emergencias, y porque suprimir las
guerras es un gran frenazo al cambio
climático. Además la fabricación continua de armamento y munición en época de
paz es un absurdo mayúsculo, algo indigno de la inteligencia que se nos supone
a los humanos.
Pero es que además,
en periodos de guerra, el derroche de energía y materia, es decir la aportación
al calentamiento global, se acelera, se convierte en un disparate para los
combatientes y para la humanidad entera. Por no hablar del desenlace si las
guerras se convierten en guerras nucleares.
Aunque el motivo
fundamental para ser pacifista es recordar que en una guerra los sufrimientos
de los pueblos en lucha superan a los que provocan miles de DANAs.
Con un
añadido peor, la guerra no es una tragedia que dura pocos días. Es algo continuado.
Y nadie va a poder ir a solidarizarse contigo sin jugarse
la vida, ni podrá llevarte alimentos, agua, ni consuelo. También te va a
arruinar, vas a perderlo todo, y tú mismo que al principio querías la guerra
porque la veías necesaria y justa, acabarás, si sigues vivo, celebrando el día
que termine, aunque sean los tuyos los que se hayan rendido.
Porque ese es
otro aspecto macabro de las guerras. Que cuando comienzan solemos celebrarlo
dispuestos a morir por la patria. Pero cuando acaban, aunque se rindan nuestros
briosos mandamases, lo celebramos como si hubiéramos vencido. Que así es: “ Cuando
acaba una guerra todos vencen”. Hasta los que pierden, pues todo el mundo sabe
que desde que Caín mató a Abel, ni una guerra ha resuelto nada.
Naturalmente
puedes encontrar contraejemplos que contradigan lo dicho, pero en el momento
histórico en que vivimos, acuciados por la escasez de energía, por el cambio climático, por la inteligencia
artificial y por las necesidades de los pueblos, más cultos que nunca, es el momento
de declararse pacifista.
Ello no supone que
tú no puedas tener criterio ante una guerra, sobre quiénes son los buenos y los
malos. Pero no te engañes, si decides “que
ganen los buenos”, entonces tú estás
apostando porque haya guerra, porque siga la guerra, hasta que ganen los buenos. Es decir has
apostado por la guerra y todo el dolor que cause.
Ser pacifista es
fácil y no es imprudente. Lo imprudente es creer que una guerra no te va a
salpicar (de sangre). Predica la paz. No votes a partidos belicistas. Pide le
reducción de armamento. Pide que los ejércitos no salgan de sus fronteras.
Ah, y sobre todo,
ante cualquier guerra en marcha, pide que firmen la paz. No esperes a que quien te cae mejor o más simpático tenga
ventaja. Pide la paz ya y ahora. GUERRAS NO
Paco
Molina. 11 de Noviembre del 2024
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