sábado, 16 de noviembre de 2024

UNA GUERRA = MILES DE DANAS

 




                             UNA GUERRA = MILES DE DANAS

La terrible DANA que azotó Valencia, la tragedia de lo ocurrido, lo pavoroso que resulta que  la muerte, la destrucción, la ruina, las enfermedades, se presenten de repente y sin culpa alguna, ha estremecido a España.

Sin embargo, aunque no haya consuelo, es necesario aprender de ello alguna cosa.

La primera, que pagar impuestos es bueno. Porque si ahora se piden donaciones es porque se reconoce que las instituciones del Estado no tienen ese dinero tan urgente y necesario.

La segunda es aprender que el cambio climático hay que combatirlo en lo que nos compete a los humanos como causantes de él. Su evidencia  es manifiesta, como se ve en el hecho de que los desastres naturales aumentan en frecuencia y en consecuencias.

 Esa lucha contra el cambio climático va a suponer cambios de vida y de lujos, cambios duros de aceptar para los pueblos (y más para los ricos de los pueblos). Y la batalla durará mucho.

Y por último aprendamos que tenemos que volvernos pacifistas, tenemos que predicar pacifismo, tenemos que votar pacifismo: No a las guerras.

Porque el reducir los gastos militares permite tener dinero para emergencias, y porque suprimir las guerras  es un gran frenazo al cambio climático. Además la fabricación continua de armamento y munición en época de paz es un absurdo mayúsculo, algo indigno de la inteligencia que se nos supone a los humanos.

Pero es que además, en periodos de guerra, el derroche de energía y materia, es decir la aportación al calentamiento global, se acelera, se convierte en un disparate para los combatientes y para la humanidad entera. Por no hablar del desenlace si las guerras se convierten en guerras nucleares.

Aunque el motivo fundamental para ser pacifista es recordar que en una guerra los sufrimientos de los pueblos en lucha superan a los que provocan miles de DANAs.

Con un  añadido peor, la guerra no es una tragedia que dura pocos días. Es algo continuado. Y nadie va a poder ir a solidarizarse contigo sin  jugarse  la vida, ni podrá llevarte alimentos, agua, ni consuelo. También te va a arruinar, vas a perderlo todo, y tú mismo que al principio querías la guerra porque la veías necesaria y justa, acabarás, si sigues vivo, celebrando el día que termine, aunque sean los tuyos los que se hayan rendido.

Porque ese es otro aspecto macabro de las guerras. Que cuando comienzan solemos celebrarlo dispuestos a morir por la patria. Pero cuando acaban, aunque se rindan nuestros briosos mandamases, lo celebramos como si hubiéramos vencido. Que así es: “ Cuando acaba una guerra todos vencen”. Hasta los que pierden, pues todo el mundo sabe que desde que Caín mató a Abel, ni una guerra ha resuelto nada.

Naturalmente puedes encontrar contraejemplos que contradigan lo dicho, pero en el momento histórico en que vivimos, acuciados por la escasez de energía, por el  cambio climático, por la inteligencia artificial y por las necesidades de los pueblos, más cultos que nunca, es el momento de declararse pacifista.

 

Ello no supone que tú no puedas tener criterio ante una guerra, sobre quiénes son los buenos y los malos. Pero no te engañes, si decides  “que ganen los buenos”, entonces tú  estás apostando porque haya guerra, porque siga la guerra,  hasta que ganen los buenos. Es decir has apostado por la guerra y todo el dolor que cause.

Ser pacifista es fácil y no es imprudente. Lo imprudente es creer que una guerra no te va a salpicar (de sangre). Predica la paz. No votes a partidos belicistas. Pide le reducción de armamento. Pide que los ejércitos no salgan de sus fronteras.

Ah, y sobre todo, ante cualquier guerra en marcha, pide que firmen la paz. No esperes  a que quien te cae mejor o más simpático tenga ventaja. Pide la paz ya y ahora. GUERRAS NO

Paco Molina. 11 de Noviembre del 2024

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