jueves, 16 de octubre de 2025

ZAMORANOS: ESCONDAMOS A VIRIATO

 


ZAMORANOS: ESCONDAMOS  A VIRIATO

Que una ciudad como Zamora, que mató  a un Rey porque quiso hacer lo que hacen todos, extender sus propiedades con guerras  de rapiña (el Cerco de Zamora); que una ciudad como Zamora  donde se prendió fuego a una iglesia cuando estaban en ella  todos los nobles  maquinando cómo castigar a un pueblo inocente (el Motín de la Trucha); que una ciudad como Zamora, con esos antecedentes, mantenga en la actualidad su devoción por Viriato, que según la inscripción que le acompaña, TERROR ROMANORUM (terror de los romanos) exalta como arma de combate  el terror, puede hoy en día ser contraproducente por la mala fama que tiene el término terrorista, y su afín: “terror”.

Y aunque todos sabemos que no se trata de enaltecer nada que no sea el valor, y menos el terrorismo, lo cierto es que por prudencia  las autoridades zamoranas deben sopesar el retirar la estatua de Viriato de esta bizarra ciudad, o al menos borrar esa su leyenda.

La leyenda “TERROR ROMANORUM”  tal vez tuvo su razón de ser cuando el gran escultor Don Eduardo Barrón González creó y recreó la citada estatua de Viriato, lo mismo que tiene sentido el gesto que el mismo autor le dio al Adán “arrepentidísimo” (plaza  Sagasta) tras haber sido expulsado del Paraíso (donde todos vivían de la paguita de Dios) y encontrarse viviendo en pleno Libre Mercado (bajo la cultura del esfuerzo).

Pero actualmente la exaltación del TERROR como virtud, cuando al parecer el “terrorismo” es lo peor que existe en el mundo, puede costarnos caro.  Hasta gentes de “buen corazón” afirman  estar en contra del genocidio  de palestinos para acto seguido justificar sin pudor toda esa matanza, destrucción y muerte porque “es que hubo un atentado terrorista previo”.

Aunque cierto es que el TERROR que Viriato impuso o metió en el cuerpo a los romanos cuando, como guerrillero independentista, empezó a ganarles batallas, no parecía, por el tipo de armas que se usaban en la época, que supusiera la muerte indiscriminada de inocentes, de bebes, niños, mujeres y ancianos (los machos en edad militar, al parecer, según la legislación internacional de nuestra civilización son “carne de cañón” por definición, dado que no se les considera “inocentes”).

Sin embargo, ahora, las armas actuales, la dinamita y otros artilugios permiten sembrar el TERROR en medio de cualquier sociedad, y por eso tal vez no haya nada peor que ser un terrorista.

Otra cosa, dicen, es cuando un país ataca a otro, y con el noble fin de acabar la guerra cuanto antes (algo bueno para las gentes sencillas) recomiendan el terror como medicina, poniendo a sus respectivos pueblos a las órdenes de un Estado Mayor Terrorista.

Pongamos por caso a los pobres EEUU, los perseguidores de terroristas más grandes del mundo según ellos, pues bien, en la 2ª Guerra Mundial, con el único fin de hacer un favor a la Humanidad, lanzaron 2 bombas atómicas sobre sendas ciudades de Japón, asesinando de golpe a 400.000 personas civiles (o sea bebes, niñas, niños, mujeres, ancianos… ) de manera tal que en Norteamérica debería haber una estatua del presidente Truman con la leyenda  TERROR  JAPONESORUM.

Moralejas: Toda guerra es un acto terrorista y de terrorismo en sí,  porque de lo contrario no hay manera de ganarla. Querer que siga una guerra hasta que gane aquel bando que a ti te cae bien es querer que siga la guerra (el terrorismo) hasta que eso ocurra, o sea ser belicista. Usar el “terrorismo clásico” (el de una ínfima minoría contra un estado omnipotente) para justificar, impulsar o declarar una guerra, es cosa de brutos, pues toda guerra es de por sí y por definición, un acto continuado de terrorismo extremo. La violencia social (explotar a un pueblo en el día a día quitándole lo que produce) lo que no deja de ser una forma de terrorismo, suele acabar mal.

Hazte pacifista porque “PACIFISMO = TERROR OTANORUM”

Paco Molina. Zamora13 de Octubre del 2025

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