ZAMORANOS:
ESCONDAMOS A VIRIATO
Que una ciudad como
Zamora, que mató a un Rey porque quiso
hacer lo que hacen todos, extender sus propiedades con guerras de rapiña (el Cerco de Zamora); que una ciudad
como Zamora donde se prendió fuego a una
iglesia cuando estaban en ella todos los
nobles maquinando cómo castigar a un
pueblo inocente (el Motín de la Trucha); que una ciudad como Zamora, con esos
antecedentes, mantenga en la actualidad su devoción por Viriato, que según la
inscripción que le acompaña, TERROR ROMANORUM (terror de los romanos) exalta como
arma de combate el terror, puede hoy en
día ser contraproducente por la mala fama que tiene el término terrorista, y su
afín: “terror”.
Y aunque todos
sabemos que no se trata de enaltecer nada que no sea el valor, y menos el
terrorismo, lo cierto es que por prudencia las autoridades zamoranas deben sopesar el
retirar la estatua de Viriato de esta bizarra ciudad, o al menos borrar esa su
leyenda.
La leyenda “TERROR
ROMANORUM” tal vez tuvo su razón de ser
cuando el gran escultor Don Eduardo Barrón González creó y recreó la citada
estatua de Viriato, lo mismo que tiene sentido el gesto que el mismo autor le
dio al Adán “arrepentidísimo” (plaza Sagasta) tras haber sido expulsado del Paraíso
(donde todos vivían de la paguita de Dios) y encontrarse viviendo en pleno
Libre Mercado (bajo la cultura del esfuerzo).
Pero actualmente la
exaltación del TERROR como virtud, cuando al parecer el “terrorismo” es lo peor
que existe en el mundo, puede costarnos caro. Hasta gentes de “buen corazón” afirman estar en contra del genocidio de palestinos para acto seguido justificar sin
pudor toda esa matanza, destrucción y muerte porque “es que hubo un atentado terrorista
previo”.
Aunque cierto es que
el TERROR que Viriato impuso o metió en el cuerpo a los romanos cuando, como
guerrillero independentista, empezó a ganarles batallas, no parecía, por el
tipo de armas que se usaban en la época, que supusiera la muerte indiscriminada
de inocentes, de bebes, niños, mujeres y ancianos (los machos en edad militar,
al parecer, según la legislación internacional de nuestra civilización son
“carne de cañón” por definición, dado que no se les considera “inocentes”).
Sin embargo, ahora,
las armas actuales, la dinamita y otros artilugios permiten sembrar el TERROR
en medio de cualquier sociedad, y por eso tal vez no haya nada peor que ser un
terrorista.
Otra cosa, dicen, es
cuando un país ataca a otro, y con el noble fin de acabar la guerra cuanto
antes (algo bueno para las gentes sencillas) recomiendan el terror como
medicina, poniendo a sus respectivos pueblos a las órdenes de un Estado Mayor
Terrorista.
Pongamos por caso a
los pobres EEUU, los perseguidores de terroristas más grandes del mundo según
ellos, pues bien, en la 2ª Guerra Mundial, con el único fin de hacer un favor a
la Humanidad, lanzaron 2 bombas atómicas sobre sendas ciudades de Japón,
asesinando de golpe a 400.000 personas civiles (o sea bebes, niñas, niños,
mujeres, ancianos… ) de manera tal que en Norteamérica debería haber una
estatua del presidente Truman con la leyenda TERROR
JAPONESORUM.
Moralejas: Toda
guerra es un acto terrorista y de terrorismo en sí, porque de lo contrario no hay manera de ganarla.
Querer que siga una guerra hasta que gane aquel bando que a ti te cae bien es
querer que siga la guerra (el terrorismo) hasta que eso ocurra, o sea ser
belicista. Usar el “terrorismo clásico” (el de una ínfima minoría contra un
estado omnipotente) para justificar, impulsar o declarar una guerra, es cosa de
brutos, pues toda guerra es de por sí y por definición, un acto continuado de
terrorismo extremo. La violencia social (explotar a un pueblo en el día a día
quitándole lo que produce) lo que no deja de ser una forma de terrorismo, suele
acabar mal.
Hazte pacifista
porque “PACIFISMO = TERROR OTANORUM”
Paco
Molina. Zamora13 de Octubre del 2025
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