CONTRA
LA AUTOESTIMA.
Se le está dando demasiado
valor a la autoestima sin reparar en los efectos secundarios que produce.
Es cierto que en estas
sociedades cimentadas en unas severas normas, que por ser tan severas resulta
que la mayoría de los mortales no pueden cumplirlas ni aunque quieran, había
que buscar un mecanismo de salvación psicológica para quienes se sintieran
culpables o pecadores.
Por eso la ciencia
médica (psicología y psiquiatría) inventaron el placebo de la autoestima: no te
atormentes, no eres la escoria de la sociedad, eres uno más, y además tienes otras
virtudes, blablablá.
Es decir la
autoestima te saca de la sima de la depresión que te ha entrado porque crees
que no eres como dicen que hay que ser.
Y la idea no es mala,
porque siendo todos como somos apátridas de nuestro verdadero Reino (el Reino Animal),
por culpa de la civilización (conjunto de religiones, normas morales y leyes del
propio país) estamos alienados (como cabras).
Esto hace que a
medida que se crece (que se adentra uno en la vida de cada uno) se vaya
perdiendo la batalla de la adaptación al medio, hasta el punto de considerarte
sapo porque tú no cumples y crees que quienes te rodean si cumplen.
Eso hace que te dejes
de estimar (que te empieces a deprimir)
pudiendo llegar a dosis enfermizas de auto inculpación.
Apareciendo aquí el ungüento
mágico de la autoestima. Contra autoinculpación o inculpación desde el
exterior, autoestima interior.
Bien, pero el
problema ha surgido cuando la gente se ha puesto a automedicarse a base de autoestima
a lo loco.
Y así nos encontramos
con que la gente está tan imbuida de autoestima,
que decide no corregirse, ni abandonar
el camino emprendido por errado que esté porque sería reconocer que se equivocó.
Esto se detecta en los
que se conocen como cabezotas, que si lo son de carácter político no te digo
nada.
Y así, por ejemplo, quien
siempre estuvo contra la subida de impuestos, aunque ahora pida ayudas contra
la pandemia económica, y reconozca por lo bajo que para que le den dinero hace
falta que el Estado tenga eso dinero (vulgo impuestos), seguirá despotricando
(para mantener su autoestima) contra los gobiernos que suben impuestos para
redistribuir la riqueza mediante servicios y ayudas de todo tipo.
Por poner otro ejemplo,
éste personalizado, vemos que la tesis de Isabel la Caótica (Ayuso del PP) y de
Mister Trump (un chulo) de compaginar economía y pandemia (acostumbrarse a convivir
con el bicho, como dicen) está fracasando en Madrid y en los estados USA donde
le han hecho caso al segundo.
Pues bien, como ambos
han llegado tan alto (¿podía aspirar a más Doña Isabel o a menos Don Donald?)
tienen más autoestima que un caballo, y por lo tanto por cadáveres que pasen ante
su cabezonería no darán su brazo a torcer (como le pasó a Hitler, que con los
bolcheviques en Berlín ya, reclutó a adolescentes de 14, 15 y 16 años para que siguieran
muriendo por la patria porque las cosas iban a cambiar según él, y su
autoestima).
Quedando así
demostrado que los efectos secundarios de la autoestima son peligrosos.
Pero, y entonces?,
qué hacer contra la sensación de que uno no cumple. Pues pasar del rollo. Lo único
que uno puede y debe controlar es lo de ser buena persona con los demás (Si tienes
envidia eres tonto aunque te auto estimes), y por lo demás ríete de normas que
lo único que buscan es favorecer a otros (al 1%).
Ahora que claro, si
te metes en el laberinto de las religiones, competiciones y otras represiones,
lo más fácil es que te pierdas, y necesites autoestima (con lo peligrosos que
son sus efectos secundarios).
PD: Recomendamos
leer el poema de Agustín García Calvo (pensador zamorano) que adjuntamos a modo
de anexo.
Paco
Molina. Zamora & de Noviembre del 2020
Anexo
Sonetos
teológicos
I
Enorgullécete de tu fracaso,
que sugiere lo limpio de la empresa:
luz que medra en la noche, más espesa
hace la sombra, y más durable acaso.
No quiso Dios que dieras ese paso,
y ya del solo intento bien le pesa;
que tropezaras y cayeras, ésa
es justicia de Dios: no le hagas caso.
¿Por lo que triunfo y lo que logro, ciego,
me nombras y me amas?: yo me niego,
y en ese espejo no me reconozco.
Yo soy el acto de quebrar la esencia:
yo soy el que no soy. Yo no conozco
más modo de virtud que la impotencia.
y II
Pero no cejes; porque no
se sabe
cuándo pierde el amor, dónde la tierra
volteando camina, ni qué encierra
mensaje del que nadie tiene clave.
Pues el Libro Mayor (y eso es lo grave)
del Debe y el Haber nunca se cierra,
y acaso acierte el que con tino yerra;
ni es nada el mundo hasta que el mundo acabe.
Si te dicen que Dios es infinito,
di que entonces no es; y si finito,
que lo demuestre pués y que concluya.
Pero no hay Dios ni hay Ley que a contradanza
no se pueda bailar. Tu muerte es tuya.
Tu no saber es toda tu esperanza.
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