ANSELMO
SANTOS LOPEZ el
Grande
Al saber que murió
Anselmo (94 años) escribí éste whatsapp en su móvil:
“Me acabo de enterar
de tu muerte. Sé que ahora estás bien. Durmiendo tranquilo. Disfrutaste de la
vida en una relación cantidad/calidad envidiable: bella, bonita y noble. En ti
encontré una gran persona, un magnífico amigo. Sé que no me oyes. Pero quiero
que si alguien de tu familia llega aquí, sepa u oiga de nuevo, lo que ya saben
todos los que te conocieron. Eras un ser excepcional. Cariñoso. Generoso.
Afectuoso. Inteligente. Cordial. Amable. Culto. Curioso. Pícaro. Simpático.
Locuaz. Qué suerte mas gigantesca el haberte conocido. Me llamaste. Me
contaste que estuviste muchos días
ingresado. Que debías ir a una residencia en Madrid. Quedamos en que iría a
verte. Me diste la indicación de por dónde estaba. Un abrazo largo y profundo.
Bella persona. Anselmo”.
Di ese paso aunque no
sé lo que hacen las familias con los teléfonos de quienes “se han ido”. No sé
si repasan las comunicaciones del fallecido con sus “contactos” y todo lo que ellas puedan haber reflejado en ese “diario
imperfecto” que es nuestro teléfono. Conversaciones que de alguna manera van dejando
huellas y afectos de cada uno de nosotros.
Por si fuera así quise
que su familia, sus íntimos, se sientan orgullosos, aún más si cabe, con mi
pequeña opinión, pues de sobra saben, quienes le conocieron mejor, de sus
excelencias.
Anselmo Santos
irrumpió en mi vida a través de una magnífica entrevista de Susana Arizaga en La
Opinión de Zamora.
Me llamaron la
atención 4 detalles: Tenía 90 años. Se había venido a vivir a Zamora sin tener
una vinculación especial con nuestra ciudad. Había vivido en Moscú 28 años. Y
había escrito un libro titulado “Stalin el Grande”. Además de que era militar retirado
del ejército español. Escritor. Licenciado en Ciencias Políticas. Y viajante de
cosméticos.
Leído el reportaje la
vida siguió sin más, hasta que un día un conocido común me dijo que si podía
darle mi teléfono pues quería conocerme. Lo hice encantado. Por educación y porque
es un detalle agradable que alguien
quiera contactar contigo.
Y me tocó otro vez
la lotería de la amistad (esa que tiene tantos premios gordos, y tantas pedreas,
a lo largo de la vida) porque Anselmo Santos es como os lo he presentado arriba.
Cuando me llamó resultó
que era para obsequiarme con un ejemplar de su libro, y…..¡¡¡¡una botella de
vodka!!! De la que incluso me preguntó qué versión prefería (dulce o seco).
Insólito. No sólo te
regala algo sino que te lo complementa con otro obsequio. Así era él.
Nos vimos pocas
veces porque nada nos alertó de que su edad era tan elevada. Algunos desayunos,
alguna comida. Encuentros donde había que discutir quien pagaba pues su forma
de ser era paternal y esplendida. Generosidad que incluso era física pues
teniendo yo 16 años menos que él se empeñaba en quedar más cerca de mi casa que
de la suya “para que no me cansara”.
Su vida fue como
pudiera ser la de un aventurero, o un agente de los servicios de inteligencia,
o un trotamundos, o un intelectual incansable, que llegó a Rusia con la caída
de la Unión Soviética.
Pícaro y juguetón,
como quien ha disfrutado de la vida, contaba sonriente que el editor pretendió
que su libro no se llamara “Stalin el Grande” por la mala fama del personaje, pero
que él se mantuvo firme en sus convicciones de investigador. Por cierto les
recomiendo el libro porque es exageradamente objetivo y aunque sean de derechas
quedarán satisfechos con su lectura, amén de conocer parte de lo que ocurrió al
otro lado del telón de acero.
Este es mi homenaje,
buen amigo. Que Zamora bien merece saber de ti ya que pregonaste su nombre.
Paco
Molina. Zamora. 13 de Mayo del 2024
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