ADOLESCENCIA
Y NACIONAL CATOLICISMO. LA ESPAÑA DE LOS 50 vista desde Zamora
(Captada desde el limbo de los justos de una pequeña burguesía)
Cuando nacimos todos nosotros, en la piedra bautismal estaba escrito que los enemigos del alma son tres: el demonio, el mundo y la carne :
Los mismos enemigos
de “el alma del régimen”: pues en aquella postguerra quedó prohibido hablar de
dinero, de política y de sexo, que no son más que, en otro lenguaje, el
demonio, el mundo y la carne.
Pero
Hemos dicho sólo:
PROHIBIDO HABLAR, que por lo demás, “política” había y se hacía de sobra, que
lo que caracteriza una dictadura es que en ella, es política hasta un disfraz de carnaval (a mi padre, y eso que era Alférez
Provisional, le llamaron unos policías secretos la atención en la Avenida de
Requejo – a la altura de la Marina actual y cerca de la Farola- mientras
paseaba en un día radiante de luz con su Señora-mi madre-, después de misa y antes de la hora de comer, por llevar a su
único hijo de 6 o 7 añitos disfrazado de Pierrot ¡¡con un antifaz!!).
De dinero tampoco se
hablaba, pero el afán de subsistir obligaba a buscarlo hasta con más de un
empleo, cuando no era saliendo del pueblo, menor de edad, para emplearte en una
casa de sirvienta a tiempo completo.
Y de sexo no se
hablaba, de esto menos que nada, pero el barrio chino de Zamora-la Muralla-era
célebre en toda España, que no en vano en Montelarreina se concentraban todos
los veranos “las milicias universitarias”-futuros Padres de la Patria-, a cada
uno de los cuales la instrucción de la mili, más la instrucción de la
peripatética de turno, le hacía volver a su lugar de origen “hecho todo un hombre” .
Qué satisfacción
para el Patronato de Turismo, de haber existido, y para el gremio de
hostelería, poder contabilizar tanto visitante de uno y otro sexo, que ellas,
las del Barrio, también venían de fuera ya que las de aquí no daban a vasto
Ahora, como van a
perseguir la prostitución deteniendo al cliente debemos recordar que si lo
hubieran hecho entonces hoy día no tendríamos padres de la patria sin
antecedentes penales.
Los citados en el
libro y la pandilla propiamente dicha,
como éramos Hijos, todos, o casi,
de la burguesía y pequeña burguesía, podemos decir que nuestras familias fueron
obedientes y nosotros más aún, claro. Por lo que nos desenvolvíamos en un
ambiente social y familiar, donde estaba claro que los enemigos de la buena
educación eran el demonio, el mundo y la carne y por tanto no se hablaba ni de
sexo, ni de política, ni de dinero.
Todo estaba
programado y tú te limitabas a cubrir cada etapa de la vida de la mejor manera
posible: Había que estudiar una carrera, había que casarse, había que tener
hijos y había que buscar casa (por descontado que se daba por hecho que se
tendría coche y fantaseábamos con el modelo que escogeríamos llegado el
momento).
Que no se hablara de
dinero-el demonio- era lógico, “ son problemas del matrimonio y a los niños no
hay que preocuparlos”. Eso unido a que aún siendo años duros se ve que nuestras
familias se podían defender más o menos.
De política no se
hablaba porque estaba prohibido. Vamos a ver, no es que nosotros temiéramos
hablar, es que no se oía hablar y menos discrepar. Había un mundo y dabas por
hecho que era así porque el mundo era así. Por tanto no cuestionabas nada.
Pero
como estaba prohibido en la dictadura hablar de política, dinero y sexo, y
los enemigos del alma son el demonio, el
mundo y la carne, y ahora estamos en
democracia, vamos a hablar de aquella época repasando esos tres puntos:
EL
DEMONIO- EL DINERO
Era la época del
hambre y aunque los habitantes del limbo de los justos de la pequeña ciudad no
la pasáramos, se veía que dinero no había.
Las ropas se
remendaban y remendaban hasta que el zapatero, o el sastre o la experta de la
familia, certificaban la defunción definitiva de la prenda, por fatiga de los
zurzidos.
Únicamente se iba a
los bares o restaurantes con los padres o algún adulto, y en contadas
ocasiones.
La paga de los niños
y chicos era sólo lo suficiente como para comprar pipas o Campeche, o polvos de
soda, o bolas de anís en invierno (con excepción de castañas si ibas con los
padres), y canicas (bolas), cromos y peones, en otras estaciones, más algún
polo en verano.
Era tan escaso el
consumo de esos artículos que las piperas -una figura entrañable del pasado-
las podíamos contar con los dedos de una mano, y en consecuencia las conocíamos
a todas, y las identificábamos con la esquina donde ponían su puesto.
Desde luego: Nadie
vivía por encima de sus posibilidades.
Los trenes tenían
tres clases de vagones: de 1ª, de 2ª y
de 3ª.
De lo que deduzco
que había 3 clases sociales; de las que en la “tercera” las mujeres
trabajaban todas, e incluso más que los hombres.
Para cerrar el bucle
de la conexión “demonio-dinero” baste recordar que no hay golpe de estado sin
capital que lo respalde y dignifique, y entonces tampoco fue aquello una
excepción.
EL
MUNDO –LA POLITICA:
Las costumbres
giraban en torno a lo que ahora sabemos era el Nacional-Catolicismo:
El periódico
preponderante en nuestro ambiente era el ABC, que tenía muchas “afotos”.
El ABC tenía una
noticia recurrente que por insistencia me
dejó perplejo, a pesar de que por la edad y el ambiente, yo de política no
tenía ni idea.
Y me dejó perplejo
porque se repetía con frecuencia. Se refería a la “fuga de cerebros en China”.
Eran tantos los cerebros que se fugaban y tantos días aparecía la noticia de
esa fuga de cerebros, que tuve la fugaz idea de que China debía ser un país de
superdotados -cosa que se confirma ahora
cuando vemos que tiene más dinero que nadie-
Es más si en aquella época, de la que
hablamos, las chicas de la pequeña ciudad y las de toda España, salían una vez
al año enarbolando huchas con forma de
cabeza: de un negro, de un amarillo y un cobrizo, pidiendo “para salvar a los
negros, los amarillos y los cobrizos”, a lo mejor ahora serán los chinos los
que salgan en breve en Pekín pidiendo limosna para ayudarnos a nosotros a salir de esta crisis, con huchas en que la
cabeza del negro sea “Obama”, la del amarillo “Rajoy” y la del cobrizo “ZP”. Y es que Dios castiga sin piedra ni
palo.
Ver hábitos por la
calle y no sólo de curas, era normal, pues había promesas o juramentos que
desembocaban en ese tipo de vestimentas, tanto en hombre como en mujeres. “Si
sana mi pariente me pongo habito de…” debía prometer al santo de turno la
gente, y como luego la medicina curaba al enfermo, le atribuían el milagro a
Dios, y “hábito al canto” (muchos más de mujeres que de hombres -los de estos
solían ser de Nazareno- camisa morada y cordón amarillo al cuello a modo de
corbata).
También existían
otras figuras negras; era la gente cumpliendo con el ritual de los lutos:
riguroso, de alivio y de medio luto. Y en los hombres el lazo negro en la manga
del abrigo o la chaqueta, recordando la
maldita muerte de un familiar.
Se descansaba entre
semana, sólo los jueves por la tarde (día de chachas y militares sin
graduación, y de escolares bulliciosos), y al colegio o al instituto se iba con
pasamontañas o verdugo para combatir el frio (por cierto, pienso ahora, porqué no podía ir con antifaz en carnaval
con 6 añitos y si de verdugo a los 10?). ¡¡¡Ay qué ridículo hace quien dicta
prohibiciones en cuanto el tiempo dobla la esquina ¡!!.
Era también algo
chocante lo del Director Espiritual, una
especie de ángel de la guarda a gusto de la devota de turno. Se trataba de un
confesor que se cogían en exclusiva aquellas damas que veían peligrar su alma o
que simplemente gustaban de adorar al santo por la peana
Los hombres ¡¡y los
niños, para educarnos!! teníamos prohibido o recomendado no entrar en la
cocina. “Los chicos no deben pisar la cocina-decía mi abuela-eso es de niñas”
Los curas llevaban
sotana y tonsura - afeitada la coronilla- y al ver uno por la calle había que
besarle la mano.
Los paseos de dos en
dos de los seminaristas hasta el Alto de los Curas, con sus bandas rojas,
recordaban las filas simpáticas que ahora a veces nos tropezamos en el camino
cuando nos cruzamos con una ristra doble de parvulitos acompañados de la
maestra porque van a ver algo fuera del colegio, solo que entonces eran mozos
como Dios manda o mandaba.
Había gran seguridad
y no había otra obsesión que jugar: de pequeños a todo y a medida que pisábamos la adolescencia a
dejar que las chicas jugaran con nosotros, en el sentido de “está jugando
conmigo”. Eso sí sin malicia, por pura torpeza infantil.
Era tal el orden
imperante que hubo alguna primavera u otoño en que al acabar de hacer los
deberes del día, yo, por ejemplo, si mis padres no estaban en casa, me iba a
escondidas, dejando la puerta simplemente
entornada -los niños no teníamos llaves aún, de puro mocosos- procurando
regresar antes que ellos.
Socialmente había un
método educativo - extramuros de los centros de enseñanza y las familias- que
cumplió un gran servicio en la formación de quienes entonces estábamos “sin
saberlo, socializándonos y aprendiendo”.
Era lo que se
llamaba “VAMOS A ECHARLO A PIES”
Se utilizaba este
sistema para elegir los componentes de 2 equipos, para lo cual se procedía así.
Si se iba a jugar, por ejemplo, al
fútbol, como todos sabíamos quiénes eran los dos mejores del grupo (más
o menos), se decía “que Tal y Cual echen a pies”; y entonces Tal y Cual –los 2
mejores- se ponían a cierta distancia y se acercaban, pie a pie, de manera que
al último que le cupiera, en el hueco
que les separaba, un pie justo o medio, empezaba eligiendo.
Naturalmente cogía
para su equipo al mejor de los que quedaban, y de la misma manera hacia luego
el que perdió en esto de los pies, etc. Este sistema no desperdiciaba la
EXCELENCIA porque el que escogía, aunque
tuviera inquina al “excelente”, lo “pedía” para su equipo pues de lo contrario
lo cogería el rival (cada cual se iba con quien le elegía porque no había
ideología a la que servir)
Aquello hacia que a
cada uno de nosotros nos quedara una constancia perfecta de lo que opinaba el
grupo de nuestra capacidad en tal o cual juego, sin más.
La Radio era el
medio de distracción ideal, con AMA ROSA- serial donde los haya- y, aparte de otros
espacios, el de un tal Pepe Iglesias el Zorro que entre sus personajes contaba
con el Finado Fernández, y su “Tenía un coche con marcha a atrás; ¿ y de qué le sirvió todo eso?...de nada”
Las mujeres y las
chicas usaban faldas-nunca pantalones.
Bueno para hacer
gimnasia, las chicas, que estaban separadas de los chicos en los institutos, se
ponían “pololos” como bien sabíamos al irlas a espiar, más por aventura que por
otra cosa, que los pololos rozaban las rodillas: o bien por arriba o bien por
abajo.
Como fenómeno social
hay que decir que la aparición de la “falda tubo” tuvo su importancia, pues
hablamos de años en que aún no se había esfumado la costumbre de rezar el
rosario en casa en determinadas circunstancias, dicho esto como contraste
costumbrista.
La falda tubo y el
descubrimiento de las corvas fue como el corte de la cinta que inauguraba un
nuevo momento sociológico: la dictadura duró tanto que SUFRIÓ cambios por
fuerza .
Los charlatanes
hacían las delicias de todos en las plazas, vendiendo estilográficas Parker
valoradas en 100 pesetas, que se clavaban como dardos en un madero y no
necesitaban renovar la tinta, y que costando 100 las vendían,
ni por 75, ni por 50, ni por 25, ni por 10, ni por 7. ¡¡Por 5 pesetas!! y encima te regalaban una
maleta.
Hoy hubiera sido un
apartamento en Torrevieja.
Aquellos charlatanes
fueron el preludio de los políticos de hoy en día.
El icono sexual de
la época, cuando no había ICONOS ni sexo, era Brigitte Bardot, a quien
conocíamos de oídas.
Y
vamos con LA CARNE-EL SEXO
En esto estábamos
“más turbados” que en cualquier otra cosa
Era tan furtivo y
escaso, ese mundo, e iba tan unido a un sentimiento de culpa, que se podía
decir que la vida de los adolescentes respondía a los cánones de un cilicio
constante e inconsciente, que nos permitiera purgar nuestros torvos
pensamientos y nuestras torpes acciones (que así se llamaban estas cosas que
bullían a borbotones por nuestras venas ya que aún no teníamos colesterol) .
¿Cómo se explica si
no el que se llegara a jugar en un campo reglamentario -como el de futbol de
tierra del instituto de la época, EL CLAUDIO MOYANO- partidos interminables de
20 contra 20 con una pelota de “el Gorila”?
O en el “acerón”,
aún existente en Príncipe de Asturias en un edificio con dos torrecillas, casi
frente al templete. Llamábamos “el acerón” a la entrada de carruajes y tenía
una forma especial, marcando con un desnivel la curva del coche de caballos que
debería usarlo: Pues bien ahí, con las porterías formando un ángulo de 180º,
qué barbaridad, podíamos estar horas y horas jugando un partido hasta quedar
partidos.
Si a algunos les dio
por quedarse con la idea de los coches que iban apareciendo por aquellas calles
deliciosamente vacías, otros, la mayoría y a lo mejor también todos,
preferíamos otro tipo de carrocerías. (“Mira qué carrocería tiene esa tía”, era
frase de la época).
Por eso se debe
recordar que:
1.-En el mundo de la
carne, el mundo de los mayores era aún
más cerrado a nuestras vidas todavía; incluso tenían una frase en clave:
“ojo que hay ropa tendida”, con la que se alertaban unos a otros SOBRE si había
algún mocoso cerca de la conversación inoportuna.
Sólo recuerdo una
excepción. Un Mayor muy campechano, cuyo nombre se omite.
Solía dirigirse a
nosotros-la pandilla- porque conocía a nuestros padres, y un día frente a dónde
hoy esta Zara (me acuerdo de la impresión que me produjo la anécdota) nos dijo
a nosotros -mocosos aún y sin venir a cuento:
“Yo me podría
acostar con cualquier tía de Zamora, pero con la mujer que tengo, para qué”.
Sublime.
¿Sería verdad su
dicho, habría una promiscuidad oculta entre los mayores?
2.-Teóricamente el
Insti, el fabuloso Claudio Moyano, entonces el único Instituto de la provincia,
era “laico”. Bueno un pequeño lapsus que tal vez se produce al compararlo con
el otro centro rival, el Corazón de María, pero en el Instituto (a pesar de que
la Señora Felisa, bedel que vivía en él, que maravilla de mujer, decía: “si
quieres tener un hijo bruto ¡mételo en el instituto!”), a pesar de eso, una vez
por curso se suspendían las clases una semana (la anterior a Semana Santa) y
nos daban unos ejercicios espirituales tenebrosos y morbosos a más no poder,
donde nos quedaba claro que cada vez que pecábamos contra el sexto mandamiento
“crucificábamos a Cristo de nuevo”. (infiernos aparte).
Una salvajada doble
porque por un lado no queríamos hacer daño a nadie, pero por otro no lo
podíamos evitar. Vamos, para que se entienda, es como si el Obispo les dice a
ustedes que cada vez que votan al PP
crucifican al Hijo de Dios
En consecuencia
cuando nos dábamos al placer solitario porque no quedaba otro remedio nos
limitábamos a degustar: “orgasmo con reducción de remordimiento”.
Esa sensación de
culpa en Zamora era gigantesca- y no porque los hijos que no tuvimos quedaran
en las cloacas- sino porque gracias a nuestra Semana Santa sabíamos que
crucificar a Cristo era una judiada de padre y muy señor mío, y no queríamos
eso por nada del mundo.
Con los ejercicios
espirituales venían curas muy preparados -preparados para comerte el seso (eso
de la cabeza)-, tan preparados que fueron cambiando el rollo de la crucifixión
indirecta de Cristo por el que estaba científicamente probado que el pecado
solitario eran malo para la salud.
Eran curas cuneros
que luego eran los que, junto con los de aquí, te confesaban para la misa de
campaña. Pues bien, me consta, por anécdota que no puedo contar por falta de
tiempo, que al menos el 10% de los curas eran de los que “veían la paja en el
ojo ajeno y no la viga en el propio”.
Esos ejercicios
espirituales cerraban una cuaresma - con su abstinencia y todo- donde debíamos
tener un espíritu masoquista (hijo del pecado sin duda) -porque- y este juego
lo olvida la gente- usábamos los recreos de la temporada de invierno, en hacer batallas
con las bufandas trenzas que a modo de zurriagos nos permitían sacudirnos sin
piedad en una guerra de dos bandas: los cursos de los mayores contra los
menores (así, a lo bestia, sin equilibrar fuerzas)
3.- Se creía que no
existían las relaciones clandestinas pues, pensábamos, si un chico besaba a una
chica se pondrían tan colorados cada vez que se vieran que se lo notaríamos.
Qué bendito fue el
día en que no se sabe cómo, descubrimos que todos también pecábamos contra el
sexto mandamiento. Qué alivio.
4.- Las chicas no
estaban en nuestro mundo. Y de eso, como no había ESO, ni idea: pensábamos.
Eran otro mundo, otro limbo, tal vez, pero no ese bíblico, más limbo que
ninguno.
Pero también
aprendimos, en aquella época, que en cuestión de sexo no se podía poner la mano
en el fuego por nadie, y lo descubrimos cuando uno de la
panda, aparentemente ajeno a estos devaneos, fue descubierto (dicen)
metiéndose mano con una mayor que él y
ajena a nuestro mundo.
A las chicas, a
medida que iban apareciendo en nuestras vidas, las cortejábamos en Semana Santa
cuando a cara descubierta y vestiditas con ropas negras de sus madres, les
susurrábamos desde las pequeñas aceras de las pequeñas calles de la pequeña
ciudad:
“Estás de negro que dan ganas de matar a tu
padre”
5.- Hay que mencionar la dislocante presencia de
quienes algunos, con extrema delicadeza, llama “chicas que ayudan en casa”, y
que eran denominadas chachas o
sirvientas o criadas, y dormían en la casa de los Señoritos, si eran fijas.
Ese convivir, en
ocasiones siendo chicas de tu casi edad y por tanto con la misma problemática,
hacia extremadamente curiosa la convivencia sin que milagrosamente pasara nada.
Así
que en definitiva se puede decir que los novios llegaban vírgenes- al menos
ellas- al matrimonio.
Pero hablar de la
noche de bodas es abandonar la infancia, así que acabo.
Paco
Molina. Zamora 23 de agosto del 2020
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