EL
DULCE ENCANTO DE RENDIRSE.
Las guerras, no nos
engañemos, tienen una cosa buena si las ganas (muertos y tragedias al margen).
De hecho si vivimos
en la parte rica del globo terráqueo es porque nuestro antepasados nos hicieron
participar en múltiples guerras, de las cuales
la mayoría las ganamos (eso sí, a costa de la vida y el dolor de millones de compatriotas
que dieron la suya por nosotros, en realidad por nuestros reyes, sin poder los
muertos disfrutar de las ventajas de su sacrificio).
Pero no es plan
hablar de las ventajas de las guerras cuando las ganas considerando que estamos
en el umbral de la 3º Guerra Mundial y que la podemos perder.
Así que proponemos hoy
fijarnos en un fenómeno llamativo, y que podríamos llamar “El Dulce Encanto de
la Rendición”.
Mala fama tiene eso
de rendirse que no en vano, tras ser chivato, era lo peor en lo que podía caer
un chaval dentro de su pandilla.
Así que en las peleas
cuando tu rival te exigía rendirte, preferíamos soportar unos cuantos sopapos
antes que hacerlo.
Sin embargo, si
miramos la Historia, algo tiene la rendición de bueno cuando ha ocurrido siempre
lo siguiente.
Japón se rindió ante
EEUU cuando éste país les tiro 2 bombas atómicas, y desde entonces Japón y sus
verdugos son uña y carne, y a ambos les va de maravilla.
Similar caso se ha
dado entre Alemania y EEUU, de manera que tras perder los primeros la 2ª Guerra Mundial se han entregado en
manos yanquis y qué bien les va.
Podríamos seguir con
más ejemplos, pero pongamos el de nuestro país, nuestra patria, nos rendimos
ante los EEUU perdiendo Filipinas y perdiendo Cuba contra ellos, y desde
entonces somos los más fieles vasallos de los norteamericanos, hasta el punto de
que hacemos con el Sahara, que fue territorio español, lo que quieren los USA,
venderlos.
A qué se debe que la
rendición lleve, por el camino de la sumisión, a la dependencia más absoluta y
placentera, tal vez tenga su explicación psicológica en la película “Portero de
noche”, en la que una antigua prisionera nazi cuando se reencuentra con su
carcelero, años después de finalizada la guerra, entabla inexplicablemente una
relación sentimental con él.
Así que a lo mejor
hay que reivindicar la rendición como acto de dignidad para salvar vidas y evitar
un dolor que no conduce a nada que no sea provocar muertes y hacer perenne el
sufrimiento.
Máxime cuando la
rendición, al parecer, te hace intimo del vencedor.
Paco
Molina. Zamora. 2 de Abril del 2022.
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