SR.
DON GONZALO JULÍAN. RÍNDASE A LA EVIDENCIA.
En su escrito
titulado, “Carta abierta a Paco Molina sobre su forma de ver la guerra y
entender el encanto de rendirse”, se
queja de varias cosas y pide aclaración a otras.
Su 1ª queja es que
yo no había contestado a un comentario suyo aparecido bajo mi texto en “El Día
de Zamora”, ante lo que no me cabe otra cosa que pedirle disculpas por la
descortesía, si bien debo decir en mi defensa que no vi el comentario. No sabía
ni que existían.
Es más como usted insinúa que más veces ha
ocurrido lo mismo (que no he contestado a sus comentarios) he estado revisando
los últimos textos míos, y no veo haber caído en ese pecado.
Pero por si cometo
un error de apreciación indíquemelo para subsanarlo. No quiero ser descortés
(ni rendirme).
Por si alguien,
además de usted, lee este escrito mío voy a poner como anexo el que provocó el debate porque, aunque usted
hace preguntas sobre él, está más claro que el agua.
Le molesta
intelectualmente mi afirmación de que: “A pesar de las tragedias y las muertes
que provocan las guerras tienen ventajas para quienes las ganan”. Pero eso le incomoda porque la verdad, como
dijo Quevedo, amarga la boca
Y no me diga que no
es así, porque si así no fuera solo se habría celebrado la primera guerra (y
ninguna más, al ver los combatientes que ganaran o perdieran siempre perdían).
El problema está en
que las guerras las declaran, y no las libran, los de la clase social dominante
en cada país, o sea los ricos de cada bando (en este caso el capitalismo ruso
contra el capitalismo otanista).
Bastaba con que la
Convención de Ginebra (que ha establecido leyes para que las guerras sean estéticamente
soportables y engañar así a los que mueren en ellas) hubiera dicho que las guerras
se dilucidarían con la amputación de miembros del mandatario de cada bando (para
que así no hubiera ni una guerra).
Se trataría de
establecer un nuevo Derecho Humano que dijera “si un país A está en lucha
contra otro B” (vulgo guerra) ganará el país cuyo mandatario se deje amputar
más miembros”.
¿Cree usted que
Putin o Zelenski se dejarían cortar una pierna por su país para ganar esa
guerra sin que muriera ni uno de sus súbditos?
Pero vamos a atajar
en la polémica, porque en realidad usted entiende perfectamente mi escrito dado
que es claro como el agua, y lo único que busca es que yo, pobre mortal, diga
con quien estoy, si con los buenos o con los malos.
Pues bien, por si no
está claro, quede claro, estoy a favor de la paz. Y le recomiendo que haga usted
lo mismo, porque mire: las guerras las carga el diablo, y si es con armas
atómicas no digamos.
Por tanto como veo
que usted es buena persona, pida la paz (la rendición de uno de los bandos)
porque a veces uno se pone del lado de los buenos porque piensa que van a ganar (como en el
cine) y de repente la guerra llega a la retaguardia y con ella sus miserias,
muertes, dolores y sufrimientos.
Ah!!, como la
palabra “rendirse” está desprestigiada (para que muramos alegremente por el
interés de los poderosos) cámbiela por “firmar un acuerdo de paz cuanto antes”.
Por otro lado conviene
recordar que las sociedades funcionan porque los débiles, aún siendo más, se rinden
todos los días ante los ricos. ¿Que es si no, por poner un único ejemplo, eso
de “vender a pérdidas”?.
Por cierto, ¿sabe la
diferencia entre un ricachón y un trabajador?
En que el ricachón
en tiempos de paz no paga apenas impuestos directos y en tiempos de guerra no
va a ella.
Y el trabajador, que
en tiempos de paz paga impuestos indirectos de todo tipo paga en tiempos de
guerra el mayor de los impuestos habidos y por haber, el de dar su vida, todo
lo que tiene, por la patria (la patria de los ricos, oligarcas, aristocracia y
capitalistas).
Así que “no a la
guerra”. Y el mandatario que la quiera que se deje amputar 1 dedo, o 2, o 7, o un brazo o una pierna, o lo que sea,
para que se vea su amor por los suyos.
Y el mandatario que
más se deje amputar que se quede con el país del otro.
Paco
Molina. Zamora. 5 de Abril del 2022
ANEXO:
EL DULCE
ENCANTO DE RENDIRSE.
Las guerras, no nos
engañemos, tienen una cosa buena si las ganas (muertos y tragedias al margen).
De hecho si vivimos
en la parte rica del globo terráqueo es porque nuestro antepasados nos hicieron
participar en múltiples guerras, de las
cuales la mayoría las ganamos (eso sí, a costa de la vida y el dolor de
millones de compatriotas que dieron la suya por nosotros, en realidad por
nuestros reyes, sin poder los muertos disfrutar de las ventajas de su
sacrificio).
Pero no es plan
hablar de las ventajas de las guerras cuando las ganas considerando que estamos
en el umbral de la 3º Guerra Mundial y que la podemos perder.
Así que proponemos
hoy fijarnos en un fenómeno llamativo, y que podríamos llamar “El Dulce Encanto
de la Rendición”.
Mala fama tiene eso
de rendirse que no en vano, tras ser chivato, era lo peor en lo que podía caer
un chaval dentro de su pandilla.
Así que en las
peleas cuando tu rival te exigía rendirte, preferíamos soportar unos cuantos
sopapos antes que hacerlo.
Sin embargo, si
miramos la Historia, algo tiene la rendición de bueno cuando ha ocurrido
siempre lo siguiente.
Japón se rindió ante
EEUU cuando éste país les tiro 2 bombas atómicas, y desde entonces Japón y sus
verdugos son uña y carne, y a ambos les va
de maravilla.
Similar caso se ha
dado entre Alemania y EEUU, de manera que tras perder los primeros la 2ª Guerra Mundial se han entregado en
manos yanquis y qué bien les va.
Podríamos seguir con
más ejemplos, pero pongamos el de nuestro país, nuestra patria, nos rendimos
ante los EEUU perdiendo Filipinas y perdiendo Cuba contra ellos, y desde
entonces somos los más fieles vasallos de los norteamericanos, hasta el punto
de que hacemos con el Sahara, que fue territorio español, lo que quieren los
USA, venderlos.
A qué se debe que la
rendición lleve, por el camino de la sumisión, a la dependencia más absoluta y
placentera, tal vez tenga su explicación psicológica en la película “Portero de
noche”, en la que una antigua prisionera nazi cuando se reencuentra con su
carcelero, años después de finalizada la guerra, entabla inexplicablemente una
relación sentimental con él.
Así que a lo mejor
hay que reivindicar la rendición como acto de dignidad para salvar vidas y
evitar un dolor que no conduce a nada que no sea provocar muertes y hacer
perenne el sufrimiento.
Máxime cuando la
rendición, al parecer, te hace intimo del vencedor.
Paco
Molina. Zamora. 2 de Abril del 2022.
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