miércoles, 6 de abril de 2022

SR. DON GONZALO JULÍAN. RÍNDASE A LA EVIDENCIA.

 


SR. DON GONZALO JULÍAN. RÍNDASE A LA EVIDENCIA.

En su escrito titulado, “Carta abierta a Paco Molina sobre su forma de ver la guerra y entender el encanto  de rendirse”, se queja de varias cosas y pide aclaración a otras.

Su 1ª queja es que yo no había contestado a un comentario suyo aparecido bajo mi texto en “El Día de Zamora”, ante lo que no me cabe otra cosa que pedirle disculpas por la descortesía, si bien debo decir en mi defensa que no vi el comentario. No sabía ni que existían.

 Es más como usted insinúa que más veces ha ocurrido lo mismo (que no he contestado a sus comentarios) he estado revisando los últimos textos míos, y no veo haber caído en ese pecado.

Pero por si cometo un error de apreciación indíquemelo para subsanarlo. No quiero ser descortés (ni rendirme).

Por si alguien, además de usted, lee este escrito mío voy a poner como anexo  el que provocó el debate porque, aunque usted hace preguntas sobre él, está más claro que el agua.

Le molesta intelectualmente mi afirmación de que: “A pesar de las tragedias y las muertes que provocan las guerras tienen ventajas para quienes las ganan”.  Pero eso le incomoda porque la verdad, como dijo Quevedo, amarga la boca

Y no me diga que no es así, porque si así no fuera solo se habría celebrado la primera guerra (y ninguna más, al ver los combatientes que ganaran o perdieran siempre perdían).

El problema está en que las guerras las declaran, y no las libran, los de la clase social dominante en cada país, o sea los ricos de cada bando (en este caso el capitalismo ruso contra el capitalismo otanista).

Bastaba con que la Convención de Ginebra (que ha establecido leyes para que las guerras sean estéticamente soportables y engañar así a los que mueren en ellas) hubiera dicho que las guerras se dilucidarían con la amputación de miembros del mandatario de cada bando (para que así no hubiera ni una guerra).

Se trataría de establecer un nuevo Derecho Humano que dijera “si un país A está en lucha contra otro B” (vulgo guerra) ganará el país cuyo mandatario se deje amputar más miembros”.

¿Cree usted que Putin o Zelenski se dejarían cortar una pierna por su país para ganar esa guerra sin que muriera ni uno de sus súbditos?

Pero vamos a atajar en la polémica, porque en realidad usted entiende perfectamente mi escrito dado que es claro como el agua, y lo único que busca es que yo, pobre mortal, diga con quien estoy, si con los buenos o con los malos.

Pues bien, por si no está claro, quede claro, estoy a favor de la paz. Y le recomiendo que haga usted lo mismo, porque mire: las guerras las carga el diablo, y si es con armas atómicas no digamos.

Por tanto como veo que usted es buena persona, pida la paz (la rendición de uno de los bandos) porque a veces uno se pone del lado de los buenos  porque piensa que van a ganar (como en el cine) y de repente la guerra llega a la retaguardia y con ella sus miserias, muertes, dolores y sufrimientos.

Ah!!, como la palabra “rendirse” está desprestigiada (para que muramos alegremente por el interés de los poderosos) cámbiela por “firmar un acuerdo de paz cuanto antes”.

Por otro lado conviene recordar que las sociedades funcionan porque los débiles, aún siendo más, se rinden todos los días ante los ricos. ¿Que es si no, por poner un único ejemplo, eso de “vender a pérdidas”?.

Por cierto, ¿sabe la diferencia entre un ricachón y un trabajador?

En que el ricachón en tiempos de paz no paga apenas impuestos directos y en tiempos de guerra no va a ella.

Y el trabajador, que en tiempos de paz paga impuestos indirectos de todo tipo paga en tiempos de guerra el mayor de los impuestos habidos y por haber, el de dar su vida, todo lo que tiene, por la patria (la patria de los ricos, oligarcas, aristocracia y capitalistas).

Así que “no a la guerra”. Y el mandatario que la quiera que se deje amputar 1 dedo, o  2, o 7, o un brazo o una pierna, o lo que sea, para que se vea su amor por los suyos.

Y el mandatario que más se deje amputar que se quede con el país del otro.

Paco Molina. Zamora. 5 de Abril del 2022   

 

ANEXO:

EL  DULCE  ENCANTO  DE  RENDIRSE.

Las guerras, no nos engañemos, tienen una cosa buena si las ganas (muertos y tragedias al margen).

De hecho si vivimos en la parte rica del globo terráqueo es porque nuestro antepasados nos hicieron participar  en múltiples guerras, de las cuales la mayoría las ganamos (eso sí, a costa de la vida y el dolor de millones de compatriotas que dieron la suya por nosotros, en realidad por nuestros reyes, sin poder los muertos disfrutar de las ventajas de su sacrificio).

Pero no es plan hablar de las ventajas de las guerras cuando las ganas considerando que estamos en el umbral de la 3º Guerra Mundial y que la podemos perder.

Así que proponemos hoy fijarnos en un fenómeno llamativo, y que podríamos llamar “El Dulce Encanto de la Rendición”.

Mala fama tiene eso de rendirse que no en vano, tras ser chivato, era lo peor en lo que podía caer un chaval dentro de su pandilla.

Así que en las peleas cuando tu rival te exigía rendirte, preferíamos soportar unos cuantos sopapos antes que hacerlo.

Sin embargo, si miramos la Historia, algo tiene la rendición de bueno cuando ha ocurrido siempre lo siguiente.

Japón se rindió ante EEUU cuando éste país les tiro 2 bombas atómicas, y desde entonces Japón y sus verdugos son uña y carne, y a ambos les va  de maravilla.

Similar caso se ha dado entre Alemania y EEUU, de manera que tras perder los primeros  la 2ª Guerra Mundial se han entregado en manos yanquis y qué bien les va.

Podríamos seguir con más ejemplos, pero pongamos el de nuestro país, nuestra patria, nos rendimos ante los EEUU perdiendo Filipinas y perdiendo Cuba contra ellos, y desde entonces somos los más fieles vasallos de los norteamericanos, hasta el punto de que hacemos con el Sahara, que fue territorio español, lo que quieren los USA, venderlos.

A qué se debe que la rendición lleve, por el camino de la sumisión, a la dependencia más absoluta y placentera, tal vez tenga su explicación psicológica en la película “Portero de noche”, en la que una antigua prisionera nazi cuando se reencuentra con su carcelero, años después de finalizada la guerra, entabla inexplicablemente una relación sentimental con él.

Así que a lo mejor hay que reivindicar la rendición como acto de dignidad para salvar vidas y evitar un dolor que no conduce a nada que no sea provocar muertes y hacer perenne el sufrimiento.

Máxime cuando la rendición, al parecer, te hace intimo del vencedor.

Paco Molina. Zamora. 2 de Abril del 2022.

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