FUNCIONARIOS
Hoy las tesis de la
ideología conservadora se resume en una idea:”solo hay una forma de avanzar por
el camino del progreso: ¡incentivando la iniciativa privada!”
Traducido la
castellano, lo que se viene a decir es que hay que dar, cuantas más facilidades
mejor, a los empresarios para que así inviertan (y si se les ponen como a
Fernando VII, mejor que mejor)
¿Y si hay crisis?
¿qué nos dicen los expertos? Pues nos dicen que solo hay una posibilidad de salir
de ella, ¡creando riqueza! Y como ésta sólo la pueden generar las empresas,
¡hay que incentivar la iniciativa privada!.
Esta especie de
mandamiento se suele convertir en “ley de Dios” con el argumento de que hasta
los gobiernos socialistas de la Europa libre han acabado por tener que aceptar
esta cuestión irrefutable.
Sea esto así o no,
lo cierto es que estamos viviendo en una sociedad que se rige por ese
principio. ¿De acuerdo?
Pues lo siento, pero
si se ha aceptado ese “de acuerdo”, ahora no queda otro remedio que aceptar que
entonces la sociedad se divide en 2 clases: INCENTIVADORES E INCENTIVADOS.
No se pregunta a
partir de cuantos millones de pesetas se pasaría de tener el deber de
incentivar a poseer el derecho a ser incentivado. Esta cuestión aún no la han
resuelto ni los nuevos intelectuales.
Ante esta división social
nos encontramos con que los funcionarios están en el grupo de los incentivadores,
es decir, los funcionarios han de incentivar la iniciativa privada. Y ya lo
hacen; veamos cómo:
-Los trabajadores
clásicos, aquellos que trabajan para un patrón, que no es el Estado ni el del
pueblo, incentivan la iniciativa privada a base de aceptar el despido libre y
barato (se tiende al gratuito) los contratos temporales, la pérdida de poder
adquisitivo y la rebaja de las pensiones, amén de otras cosillas.
Indudablemente estas
personas, lo que se llamaba clase obrera, asumiendo todo esto (aunque sea a
regañadientes) se han convertido objetivamente en merecedores de la Gran Medalla
sal Incentivador Ejemplar con Distintivo Negro (el distintivo se eligió de ese
color porque a este paso se van a quedar a 2 velas)
-Los funcionarios públicos
también incentivan la iniciativa privada a base de bien: Primero porque son,
junto con las personas del apartado anterior, los primos de la declaración de
la renta, como corroboran las cifras y estudios del propio ministerio de
Hacienda, que nos dicen que la media de
impuestos directos pagados por un incentivador son el doble de lo que paga un
incentivado, con el agravante de que los paga por anticipado pues se los
descuentan en nómica
(Como las
declaraciones medias de médicos, abogados y demás profesionales liberales
también son bastante menores que las de los que cobran por nómina, podemos incluir
a estas personas entre las que por lo visto hay que considerar que también hay
que incentivar)
La razón por la que hay
que considerar el pago de impuestos como una forma de incentivación de la
iniciativa privada está en que una vez abastecido el Estado, éste se convierte
en el principal incentivador de la iniciativa de particulares
(Recuérdese el
billón obsequiado a los bancos en crisis, la compra de excedentes, la operación
Rumasa, la progresiva reducción de la cuota empresarial a la Seguridad social,
etc, etc, etc. Con tantos etcéteras que
hacen risible el concepto de economía libre de mercado, pues son los propios
mercaderes los que piden y hasta presionan para que el Estado intervenga en
él….eso si, siempre a favor de la privada iniciativa….¡incentivándola!)
La segunda forma, a
través de la cual los funcionarios se convierten en incentivadores, es la
pérdida de poder adquisitivo de sus ingresos (así se reduce la infracción, dice
la letanía, y nuestros productos -los de los señores incentivados- pueden ser
competitivos en el extranjero) a la que
hay que añadir la mengua de las diversas pensiones (cuestión ésta que incentiva
por partida doble, ya que no solo se traduce en ahorro del estado sino que hace
necesario el recurrir a los llamados “planes de jubilación”, negocio donde los
haya, incentivado sin más desde el mismísimo aparato estatal).
Resulta, de lo visto
hasta ahora, que obreros y funcionarios están en la misma trinchera económica,
ya que no social ¡la de los incentivadores!. Y esto, que psicológicamente es
duro para un tipo de persona-el funcionario- que , en conjunto y siempre, como
buen sujeto de la clase media se considera afortunado de no pertenecer a la
clase obrera (obsérvese la animadversión del funcionario a militar en
sindicatos de clase) lo es más cuando se descubre así mismo, no solo en el
mismo saco que los del mono, el arado o el ordenador, sino que encima, dentro de ese grupo, figura en cuanto
categoría moral, por debajo de todos ellos.
Claro, una vez que
lo único que se puede aportar a la
sociedad es, o ser un buen incentivado o ser un buen incentivador, encontramos
que el funcionario, como incentivador, deja bastante que desear porque , por
mucho que acepte ver reducido su salario, su pensión, y por ejemplar que sea su
declaración de la rente a Hacienda, jamás podrá ser merecedor de la Gran
Medalla al Incentivador Ejemplar con Distintivo Negro, por la sencilla razón de
que en un mundo con 3 millones de parados, él, el funcionario, tiene un trabajo
fijo.
Repetimos la jugada
en la moviola porque merece la pena: Hay aparados porque no hay alicientes, ni
seguridad para el inversor (no se incentiva lo suficiente la iniciativa
privada). O sea, que si hubiera suficiente incentivación no habría parados.
Como los funcionarios
incentivan menos que otros (tienen el empleo fijo y los otros no) son pues más
culpables que los otros de que hay paro. Lo mismo que un trabajador con curro
podría incentivar mejor si cobra menos (aún) y por tanto es mas causante del
paro que el parado mismo, que incentiva la tira, ya que al haber parados la
gente reivindica menos y se conforma (incentiva) más.
Eso no quita para
que el parado que cobre subsidio sea culpable, en cierta medida, también del
paro, ya que el incentivador fetén es el parado sin nada, pues con el dinero
que se tira en subsidios se podría, desde el Estado, incentivar aún más,
aumentando por ejemplo la proporción que el propio estado ya paga, en nombre
del jefe, al trabajador e determinadas circunstancias.
Todo esto que parece
un chiste, LO ES ; pero como hasta hoy lo han dicho otros, con otras palabras y
otros títulos, se presentaba como la quintaesencia de la economía, llamada por
sí misma, libre.
Y ahora va a haber
elecciones sindicales para la función Pública, y ahora se presentan en el
horizonte unos presupuestos generales con un aumento del 4% en el sueldo
previsto para funcionarios y pensionistas. Por eso se les recuerda a los
funcionarios que su puesto de trabajo es fijo y que trabajan poco en una
sociedad con paro y crisis.
No hace falta estar
matriculado en psicología para darse cuenta de que toda agresión debe ir
precedida de algo que haga sentirse a la
víctima inferior, acomplejada ante el agresor (recuérdese el grito del
karateka, el redoble de tambores que precedía las batallas en el siglo XVIII,
etc.) . Por eso, ante la agresión que va a sufrir el conjunto de funcionarios
se les trata de crear 2 complejos: son vagos y bastante chollo tienen con un
puesto de trabajo vitalicio.
Esta última cuestión
es un buen chantaje moral, porque si hay paro por no incentivarse lo suficiente
la iniciativa privada, y dentro de los incentivadores los que menos méritos -
menos cicatrices- pueden mostrar son los funcionarios, está claro que tienen
bastante culpa de la situación…¡y encima, en lo único que utilizan para
incentivar, la pérdida del poder adquisitivo, piden romper la fórmula del
progreso!
Cúmpleme ahora el
honor de intentar quitar a los funcionarios esos 2 complejos, para que después
hagan lo que les plazca, si pueden.
Las consideraciones
generales, en este caso la de que los funcionarios son unos vagos, sean juicios
negativos (como el citado) o positivas (como decir que los del tal país son
unos valientes son pura retórica, sólo útiles para llenar discursos de protocolo.
Y respecto al
complejo que crea el no poder adquirir nunca el premio de la Gran Medalla al
Incentivador Ejemplar con Distintivo Negro, combatámosla con la terapia
conocida como de “reducción al absurdo”. Consisten éste procedimiento en dar la razón y ver que
se llega a un absurdo.
Empecemos: Si
acompleja tener un trabajo fijo porque hay otros miembros del grupo social al
que se pertenece- los incentivadores- que no lo tienen, no basta con aceptar el
ver disminuir los ingresos, el problema subsistiría, luego hay que renunciar al
trabajo fijo. Dado este paso estaríamos ante una sociedad en que nadie tendría
una perspectiva de trabajo para su futuro, salvo los que siempre lo han tenido
todo con trabajo o sin él . ¿Ees eso el progreso?
Pero hay más, si
tras ceder en los últimos años poder adquisitivo, si tras contribuir
esencialmente al increíble aumento de la recaudación por el impuesto de la
renta - hasta el punto de que Hacienda mostró su sorpresa- aún se renunciara a
la estabilidad en el trabajo ¿estaría el funcionario solidarizándose con el parado? ¿sería ello útil al parado?
¿de verdad alguien cree que esa súper-incentivación generaría tales condiciones
que los incentivados (empresarios) invertirían tanto que no sólo absorberían el
paro sino que incluso volverían a inventar el puesto de trabajo estable?. Vamos
anda!!!=absurdo.
FRANCISCO MOLINA
MARTINEZ. Profesor de enseñanzas Medias y escritor.
Escrito tal vez en
los años 80 del siglo XX