jueves, 1 de mayo de 2025

FUNCIONARIOS

 


FUNCIONARIOS

Hoy las tesis de la ideología conservadora se resume en una idea:”solo hay una forma de avanzar por el camino del progreso: ¡incentivando la iniciativa privada!”

Traducido la castellano, lo que se viene a decir es que hay que dar, cuantas más facilidades mejor, a los empresarios para que así inviertan (y si se les ponen como a Fernando VII, mejor que mejor)

¿Y si hay crisis? ¿qué nos dicen los expertos? Pues nos dicen que solo hay una posibilidad de salir de ella, ¡creando riqueza! Y como ésta sólo la pueden generar las empresas, ¡hay que incentivar la iniciativa privada!.

Esta especie de mandamiento se suele convertir en “ley de Dios” con el argumento de que hasta los gobiernos socialistas de la Europa libre han acabado por tener que aceptar esta cuestión irrefutable.

Sea esto así o no, lo cierto es que estamos viviendo en una sociedad que se rige por ese principio. ¿De acuerdo?

Pues lo siento, pero si se ha aceptado ese “de acuerdo”, ahora no queda otro remedio que aceptar que entonces la sociedad se divide en 2 clases: INCENTIVADORES E INCENTIVADOS.

No se pregunta a partir de cuantos millones de pesetas se pasaría de tener el deber de incentivar a poseer el derecho a ser incentivado. Esta cuestión aún no la han resuelto ni los nuevos intelectuales.

Ante esta división social nos encontramos con que los funcionarios están en el grupo de los incentivadores, es decir, los funcionarios han de incentivar la iniciativa privada. Y ya lo hacen; veamos cómo:

-Los trabajadores clásicos, aquellos que trabajan para un patrón, que no es el Estado ni el del pueblo, incentivan la iniciativa privada a base de aceptar el despido libre y barato (se tiende al gratuito) los contratos temporales, la pérdida de poder adquisitivo y la rebaja de las pensiones, amén de otras cosillas.

Indudablemente estas personas, lo que se llamaba clase obrera, asumiendo todo esto (aunque sea a regañadientes) se han convertido objetivamente en merecedores de la Gran Medalla sal Incentivador Ejemplar con Distintivo Negro (el distintivo se eligió de ese color porque a este paso se van a quedar a 2 velas)

-Los funcionarios públicos también incentivan la iniciativa privada a base de bien: Primero porque son, junto con las personas del apartado anterior, los primos de la declaración de la renta, como corroboran las cifras y estudios del propio ministerio de Hacienda, que nos dicen que  la media de impuestos directos pagados por un incentivador son el doble de lo que paga un incentivado, con el agravante de que los paga por anticipado pues se los descuentan en nómica

(Como las declaraciones medias de médicos, abogados y demás profesionales liberales también son bastante menores que las de los que cobran por nómina, podemos incluir a estas personas entre las que por lo visto hay que considerar que también hay que incentivar)

La razón por la que hay que considerar el pago de impuestos como una forma de incentivación de la iniciativa privada está en que una vez abastecido el Estado, éste se convierte en el principal incentivador de la iniciativa de particulares

(Recuérdese el billón obsequiado a los bancos en crisis, la compra de excedentes, la operación Rumasa, la progresiva reducción de la cuota empresarial a la Seguridad social, etc, etc, etc. Con tantos etcéteras  que hacen risible el concepto de economía libre de mercado, pues son los propios mercaderes los que piden y hasta presionan para que el Estado intervenga en él….eso si, siempre a favor de la privada iniciativa….¡incentivándola!)

La segunda forma, a través de la cual los funcionarios se convierten en incentivadores, es la pérdida de poder adquisitivo de sus ingresos (así se reduce la infracción, dice la letanía, y nuestros productos -los de los señores incentivados- pueden ser competitivos en el extranjero)  a la que hay que añadir la mengua de las diversas pensiones (cuestión ésta que incentiva por partida doble, ya que no solo se traduce en ahorro del estado sino que hace necesario el recurrir a los llamados “planes de jubilación”, negocio donde los haya, incentivado sin más desde el mismísimo aparato estatal).

Resulta, de lo visto hasta ahora, que obreros y funcionarios están en la misma trinchera económica, ya que no social ¡la de los incentivadores!. Y esto, que psicológicamente es duro para un tipo de persona-el funcionario- que , en conjunto y siempre, como buen sujeto de la clase media se considera afortunado de no pertenecer a la clase obrera (obsérvese la animadversión del funcionario a militar en sindicatos de clase) lo es más cuando se descubre así mismo, no solo en el mismo saco que los del mono, el arado o el ordenador, sino que encima,  dentro de ese grupo, figura en cuanto categoría moral, por debajo de todos ellos.

Claro, una vez que lo único que se puede  aportar a la sociedad es, o ser un buen incentivado o ser un buen incentivador, encontramos que el funcionario, como incentivador, deja bastante que desear porque , por mucho que acepte ver reducido su salario, su pensión, y por ejemplar que sea su declaración de la rente a Hacienda, jamás podrá ser merecedor de la Gran Medalla al Incentivador Ejemplar con Distintivo Negro, por la sencilla razón de que en un mundo con 3 millones de parados, él, el funcionario, tiene un trabajo fijo.

Repetimos la jugada en la moviola porque merece la pena: Hay aparados porque no hay alicientes, ni seguridad para el inversor (no se incentiva lo suficiente la iniciativa privada). O sea, que si hubiera suficiente incentivación no habría parados.

Como los funcionarios incentivan menos que otros (tienen el empleo fijo y los otros no) son pues más culpables que los otros de que hay paro. Lo mismo que un trabajador con curro podría incentivar mejor si cobra menos (aún) y por tanto es mas causante del paro que el parado mismo, que incentiva la tira, ya que al haber parados la gente reivindica menos y se conforma (incentiva) más.

Eso no quita para que el parado que cobre subsidio sea culpable, en cierta medida, también del paro, ya que el incentivador fetén es el parado sin nada, pues con el dinero que se tira en subsidios se podría, desde el Estado, incentivar aún más, aumentando por ejemplo la proporción que el propio estado ya paga, en nombre del jefe, al trabajador e determinadas circunstancias.

Todo esto que parece un chiste, LO ES ; pero como hasta hoy lo han dicho otros, con otras palabras y otros títulos, se presentaba como la quintaesencia de la economía, llamada por sí misma, libre.

Y ahora va a haber elecciones sindicales para la función Pública, y ahora se presentan en el horizonte unos presupuestos generales con un aumento del 4% en el sueldo previsto para funcionarios y pensionistas. Por eso se les recuerda a los funcionarios que su puesto de trabajo es fijo y que trabajan poco en una sociedad con paro y crisis.

No hace falta estar matriculado en psicología para darse cuenta de que toda agresión debe ir precedida de algo que haga sentirse  a la víctima inferior, acomplejada ante el agresor (recuérdese el grito del karateka, el redoble de tambores que precedía las batallas en el siglo XVIII, etc.) . Por eso, ante la agresión que va a sufrir el conjunto de funcionarios se les trata de crear 2 complejos: son vagos y bastante chollo tienen con un puesto de trabajo vitalicio.

Esta última cuestión es un buen chantaje moral, porque si hay paro por no incentivarse lo suficiente la iniciativa privada, y dentro de los incentivadores los que menos méritos - menos cicatrices- pueden mostrar son los funcionarios, está claro que tienen bastante culpa de la situación…¡y encima, en lo único que utilizan para incentivar, la pérdida del poder adquisitivo, piden romper la fórmula del progreso!

Cúmpleme ahora el honor de intentar quitar a los funcionarios esos 2 complejos, para que después hagan lo que les plazca, si pueden.

Las consideraciones generales, en este caso la de que los funcionarios son unos vagos, sean juicios negativos (como el citado) o positivas (como decir que los del tal país son unos valientes son pura retórica, sólo útiles para llenar discursos de protocolo.

Y respecto al complejo que crea el no poder adquirir nunca el premio de la Gran Medalla al Incentivador Ejemplar con Distintivo Negro, combatámosla con la terapia conocida como de “reducción al absurdo”. Consisten  éste procedimiento en dar la razón y ver que se llega a un absurdo.

Empecemos: Si acompleja tener un trabajo fijo porque hay otros miembros del grupo social al que se pertenece- los incentivadores- que no lo tienen, no basta con aceptar el ver disminuir los ingresos, el problema subsistiría, luego hay que renunciar al trabajo fijo. Dado este paso estaríamos ante una sociedad en que nadie tendría una perspectiva de trabajo para su futuro, salvo los que siempre lo han tenido todo con trabajo o sin él . ¿Ees eso el progreso?

Pero hay más, si tras ceder en los últimos años poder adquisitivo, si tras contribuir esencialmente al increíble aumento de la recaudación por el impuesto de la renta - hasta el punto de que Hacienda mostró su sorpresa- aún se renunciara a la estabilidad en el trabajo ¿estaría el funcionario solidarizándose  con el parado? ¿sería ello útil al parado? ¿de verdad alguien cree que esa súper-incentivación generaría tales condiciones que los incentivados (empresarios) invertirían tanto que no sólo absorberían el paro sino que incluso volverían a inventar el puesto de trabajo estable?. Vamos anda!!!=absurdo.

FRANCISCO MOLINA MARTINEZ. Profesor de enseñanzas Medias y escritor.

Escrito tal vez en los años 80 del siglo XX

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