ANGEL
GARCÍA PRIETO.
Compas, “Ecce Amigo”,
más conocido por “Ángel Palacios”, es (de todos nosotros) quien tiene, por
méritos propios, más ganado el Cielo.
Bueno, exceptuándoos
a vosotras, que por el mero hecho de aguantarnos vais a ir al paraíso, directamente
¡¡¡y a zona VIP!!!.
Pero volviendo con
Ángel. Decíamos que va a ir al Cielo seguro.
Aunque, paradojas de
la vida; de todos (y todas) va a ser el que una vez que entre en él, exclame
(en silencio, que una de sus virtudes es la discreción): “Pues no le veo yo la
gracia”.
Porque Ángel, amigos
(amigas) es quien, de todos, tiene, en este mundo, más calidad de vida, y con
diferencia.
Podríamos dar datos
objetivos que lo demuestren, pero las leyes sobre privacidad nos lo impiden.
Limitémonos por tanto
a decir que lleva una vida envidiable.
El buen talante y
equilibrio emocional de Ángel es merecido
y trabajado en el tiempo. Que no basta con querer para poder.
Si habéis leído sus
libros (o al menos algunos) veréis que reflejan su manera de ser.
Ángel es como
Google, una fuente de conocimientos (y además una fuente que no salpica: ni con
lágrimas de dolor, ni con gotas de sudor, ni con llantos de alegría). Es como
si estuviera a bien con Dios.
Pero sus hechos
(como a todos) le delatan.
Y así vemos que esos
libros (suyos) que año tras año nos regala en estos encuentros tan fabulosos,
no buscan, ni indican que él quiera nuestro afecto y cariño.
Son obsequios que
reflejan su gran corazón y su carácter de persona agradecida.
Nos los da, nos los
regala, para todo lo contrario de buscar nuestro afecto, nos los obsequia para
recordarnos que es él quien nos quiere a nosotros.
Tal vez sea porque
nos lo merecemos.
Aunque más me
inclinaría yo que es porque le recordamos esa infancia en que inmensamente
feliz, vivía en la calle de San Torcuato de nuestra entrañable Zamorita. Años
en que, a modo de liturgia, escuchaban todos juntos, en aquella casa, el
programa de radio, Matilde, Perico y Periquín
Aquellos tiempos si
eran el Cielo. Cuando su familia era(mos), también, nosotros.
Y sobre todas las
cosas, claro. Su padre Antonio (perdido en el peor momento, con sólo 16 años él). Su madre Ana (con esa
inteligencia superior de todas nuestras madres, que luchó con coraje y aplomo
para sacar adelante a sus 3 hijos: Antonio, que descanse en paz, Javier y el
propio Ángel en el intermedio).
Familia a la que hay
que añadir, como costumbre de la época, a Maruchi la fiel sirvienta.
Pero a partir de
ahí, y tal vez obligado por una necesidad imperiosa de agarrase al recuerdo de
un pasado inmensamente feliz, cogió un microscopio de su padre que le sirviera
de reliquia, y con él bajo el brazo, avanzó con decisión, aún faltándole algo, por
el que sería su camino: Salamanca,
Pamplona, Oviedo.
Y como se hace
camino al andar, debió pensar nuestro buen amigo, “cuanto más camine más camino”,
y ya se ha recorrido el Mundo Entero; empezando hoy, posiblemente, la segunda
vuelta.
Porque Ángel que es
como si realmente lo fuera, y en consecuencia tuviera alas, se ha recorrido el planeta
al completo.
Eso si
especializándose en Portugal y sus fados, como bien sabéis.
Y hablando de esto.
Dado que es
psiquiatra, y en el psicoánalisis es principio fundamental el psicoanalizar al
psicoanalizador, aunque en psiquiatría eso no se hace, hoy, salvando las
distancias y dada nuestra osadía, lo vamos a hacer.
Veamos. Aunque en su
niñez y adolescencia no existía el Centro Comercial Valderaduey, lo cierto es
que muchos portugueses iban por Zamora; y en el caso que nos ocupa a la
consulta de su padre, a la sazón especialista en piel. Curaciones que pagaban
en especies, con conejos fundamentalmente.
Pues bien, es ese
trajín de portugueses, lo que casi sin duda le marcó con un sentimiento de
afecto fuerte por esa tierra hermana. Y tan pródiga en buenos alimentos.
Visto pues para
sentencia el por qué le gusta tanto Portugal.
Pero, y ¿Por
qué de su devoción por el fado?
Amigos, amigas, sin
duda sabéis, y espero que no por experiencia propia, que un médico especialista
en piel es un medico que también cura enfermedades venéreas. Y quién no nos
dice que allá, por los años 50, Pocholo, un preadolescente aún, no oía los
lamentos del infectado maldiciendo su mala potra, y a la señora del pecador
pedir el perdón de Dios entre sollozos, en la sala de espera.
Fado puro.
Como Ángel es
reservado. Inteligentemente reservado, tanto que parece que ha hecho voto de
silencio, vamos a hablar por él.
Que su apelativo
cariñoso fue Pocholo, pues ya está recordado; pero….Mirad.
En Candelario (Sierra
de Béjar) Ángel estuvo a punto de ser perdido para la causa (o sea desviado del
camino).
Porque unas
vacaciones excesivamente largas y silvestres, le acercaron con frecuencia a la
sala de bailes de la localidad veraniega.
Y en unas
condiciones óptimas para el ligue o pecado, pues en ese mismo verano, le
regalaron un perrito llamado el Bola.
Acontecimiento que le produjo tan gran emoción
que, rompiendo su hucha, invitó a todo
el mundo a champán (entonces no escribía libros).
Naturalmente, tal
dispendio dio pie a que en el pueblo le apoderaran “Millonetis” (si, a nuestro
Ángel), y al chucho, claro, “Millo”.
Recapitulemos: Bien
plantado, millonetis y con un perro que producía ternura, si no dio un traspiés
en la pista de baile fue….porque Dios no lo quiso.
Nuestro amigo Ángel es muy activo, cauto, sentimental,
servicial y espiritualmente fuerte, con una capacidad de trabajo que amén de otros
éxitos profesionales, le valió una felicitación personalizada y escrita del Rey
de Portugal (que por lo visto existe).
Pienso ahora, para
despedirnos, que una pandilla (por ejemplo la nuestra) es como un rompecabezas
o puzle. Rompecabezas que bien rematado representa algo.
Pues bien amigos,
nuestro rompecabezas sería incompleto si no hubiera existido éste “buena pieza”,
esta pieza, Ángel; que cierra el círculo
de los buenos sentimientos que afloraron y siguen aflorando entre todas y todos
nosotros.
Por lo tanto, que todo
esto lo difunda a los 4 vientos, Radio Vetusta.
Y por Belcebú, voto
a bríos, brindemos y gritemos vivas por nuestro especialísimo amigo Ángel García Prieto.
Paco
Molina. Lerma. 6 de julio del 2019. En nuestro tradicional encuentro de las
Edades del Hombre.
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