Cada vez resulta más evidente que existe un enfrentamiento entre el mundo campesino y el mundo urbano.
Tal antagonismo entre el mundo rural y el urbano ya fue descrito y profetizado por Carlos Marx, anunciándolo y denunciándolo como una de las aberraciones del capitalismo.
Otras serían la incompatibilidad de intereses entre obreros y empresarios, o entre mujeres y hombres.
Ese antagonismo, es decir, ese vivir o tener intereses contrapuestos (que se dan de bofetadas) entre el campo y la ciudad, se refleja en el transcurrir del tiempo con la despoblación del primero y la aglomeración en el segundo.
Incluso tras la Revolución Bolchevique (Rusia 1917) los teóricos de la misma debaten sin parar sobre si el sujeto de los cambios revolucionarios sólo podría ser la Clase Obrera, o la Clase Obrera junto con los Campesinos; y de ser así, cómo deberían engarzarse los intereses de quienes trabajan para otros y los de quienes son propietarios de la tierra porque la trabajan.
Actualmente, en España, y aún en Zamora, se ve y vive, vivamente, que el choque de intereses se produce en torno al Ecologismo.
A grandes rasgos el Evangelio Ecológico anuncia que el capitalismo, sistema económico basado en un crecimiento continuo (incluso de la población sobre el planeta) lleva inexorablemente a la destrucción de éste.
La cuestión es pues irrefutable.
Pero ocurre que cuando se baja del Monte Sinaí a cuestiones muy concretas, como la cuestión de la fauna (salvaje) tal vez haya que ir con pies de plomo.
Continuamente y cada vez con mayor evidencia, el mundo agrario y ganadero, se queja de los daños que le causa la fauna (en especial el lobo) y de cómo no se atienden sus propuestas.
Ante este enfrentamiento, que también se refleja en la arena política cuando vemos que en los pueblos son mirados con malos ojos los políticos que desde su “confortable” ciudad, sentencian que no hay que matar ni una mosca, y que si ellos ganan el poder, así será, hay que recordar una cosa
La vida (y sobre todo la política) debe caminar, como las personas, con dos patas (o piernas). Y de hecho así suele ser.
Y cuando se camina con los pies en el suelo, para avanzar, primero se adelanta uno, después el otro, vuelta a empezar y ya está.
Pues bien, ese no es más que el mecanismo de la dialéctica: Hay una tesis (los animales son sagrados) y hay una antítesis (el único sagrado es el hombre, y más sus intereses).
Y la solución es que ninguna versión se imponga sobre la otra. Que surja la síntesis, es decir la fórmula que permite mezclar parte de las razones de la tesis con las de la antítesis.
En consecuencia urge que, respecto al conflicto actual, las administraciones atiendan en todo lo que puedan, sin perder el criterio general ecológico, lo que demandan los campesinos.
Y políticamente, esos programas electorales que se cuenta son participativos y confeccionados por las bases, en este tema se apoyen más en lo que digan los agricultores y ganaderos.
De lo contrario el antagonismo entre el mundo urbano (clase trabajadora) y el rural (pequeños propietarios) hará gripar cualquier cambio, como casi ocurrió en la revolución roja en la Rusia zarista.
No en vano todos los resultados electorales indican que es el mundo rural (donde cada vez se vive peor) donde obtienen la mayoría los gobiernos conservadores (y no precisamente de las especies).
Paco Molina. Zamora. 2 de Diciembre del 2016