Con el desmoronamiento, de momento, de la esperanza en el comunismo, lo que se debe deducir es que, en la época actual, las personas prefieren mayoritariamente el BienEstar material a conceptos etéreos como “justicia social”, “dignidad personal” o “que el hombre no sea explotado por el hombre”.
Expliquemos la historia:
El comunismo dice que si hay dos personas y una vaca, ésta debe ser de ambos, y entre ellos – a partes iguales- repartirse la leche.
El capitalismo, por el contrario, afirma que la vaca es del que es (por ejemplo del empresario), y el otro, si quiere leche, tiene que trabajar (ordeñar la vaca) para el dueño.
Éste, a cambio le dará algo de leche. Por supuesto nunca le dará toda la que produce la vaca, y ni siquiera la mitad, pues para eso no le compensaría ser el dueño de la vaca, ya que él (empresario) tiene que mantener el animal.
El propietario pues tiene la vaca y parte de la leche que produce el obrero (ahí está el negocio o plusvalía), y el trabajador la única “propiedad” que tiene es su capacidad de trabajar, a cambio de la cual, si le dan trabajo, recibirá algo de leche.
Hasta el momento histórico presente, parece que para las gentes sin vaca es preferible seguir sin ella, pues a pesar de los pesares (no tienen nada) se llevan más leche a casa que cuando han adquirido la mitad de la bestia.
Renuncia pues la clase obrera a quedarse con todo lo que produce (que en la versión comunista, iría a ellos y al estado como empresa común) y renuncian a ser propietarios (de los medios de producción-la vaca es un medio de producción de leche-); prefiriendo “democráticamente”, que unos particulares dispongan de todo y que ellos (los trabajadores) reciban lo que se pueda según los casos, ya que este sistema parece más productivo y enriquecedor.
Queda pues claro que trabajar para otro, aunque uno sea explotado, es preferible según la experiencia ha mostrado (obsérvese que no hemos dicho “demostrado”) hasta nuestros días.
Si es así, qué más da trabajar para Nestlé que para el Corte Inglés, para la empresa “A” que para la empresa “B”. Da igual (al menos desde el momento en que se aceptan las leyes del capital).
Por otro lado, las razones por las que un pueblo no quiere ser invadido (dominado) por el vecino está en que, históricamente, cuando ocurría eso el agresor hacia lo siguiente:
a).- Llevarse esclavos y esclavas a su territorio.
b).-Cambiar a los ricos del pueblo por otros.
c).-Violar las leyes, las costumbres y las mujeres de los derrotados.
Luchar contra eso se resumió en lo conocido como “hay que defender la dignidad”.
Pero hoy, si te invade alguien, no se lleva esclavos, ni viola el folclore ni a las hembras; simplemente quiere que las riquezas que produce ese país pasen a ser controladas, no por los empresarios de antes (los autóctonos) sino por los del país atacante.
Ocurre entonces que la clase de los que viven de su trabajo, y por tanto los obreros, pasan a ver que “el dueño de la vaca es otro”, pero que todo para él sigue igual.
Como se ve, en una invasión el único que pierde es el empresario/lechero, ya que él pierde la vaca, gracias a la cual, sin trabajar, puede vivir como Dios (manda).
Por ello son los ricos de cada país (esos que mandan) los que hacen de una invasión un mundo (que supone tener ejércitos para evitarlo, con lo caros que son).
Y todo ello cuando según las leyes capitalistas, tan celebradas últimamente, lo que es para el currante ¡¡¿que más da, que le invadan la patria o no?!!.
Invadido Kuwait, a todo el mundo, menos al de la riqueza, la propiedad y el poder, ¿qué más le da? Si lo único que variará es el ricachón que va a comprarse un retrete de oro macizo a costa del petróleo y los trabajadores.
Esto fue escrito a raíz de la invasión de Kuwait por Irak, asalto que dio pie a que EEUU desatara la primera guerra contra dicho país (Irak). Sería pues, en 1990. Los razonamientos aquí expuestos podrían servir para hacernos ver que si Cataluña, Euzkadi y Galicia, se declarasen Estados Independientes (Dios no lo quiera por razones sentimentales), no pasaría nada dramático para los trabajadores, ni para el pueblo sencillo, y actualmente, ni siquiera para los ricos de España o allá.
PACO MOLINA. ZAMORA. 1991. NO PUBLICADO
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