¿QUÉ QUIERES
PARA TUS HIJOS?.
Cuando Yavhé (Dios,
antes del cisma de los cristianos con los judíos) le pide a Abraham que mate a
su propio hijo y éste accede, a cambio de, se supone, la salvación del mundo o
algo así, estamos ante un hecho que parece dar la razón a quienes dicen que
“los hijos son de sus padres”.
Es más, podríamos
decir que ese acontecimiento bíblico (o sea, teológico) no sólo indica que los
hijos son de los padres, sino que parece señalar algo más importante aún.
Que los hijos no
sólo son de los padres si no que de entre los dos padres, son más del padre que
de la madre.
Si, porque es obvio
que si Yavhé le pide a la madre del hijo de Abraham que mate al bebé que salió
de sus entrañas para el bien del pueblo judío (u otro) podría encontrarse con
que ella no le siguiera el juego. Menudas son las madres con sus cachorros.
Siendo lo obvio que
es complicado establecer si los hijos son de los padres; de cuál d e los 2
padres son más; de hasta cuando son de los padres; de si de mayores pasan los
padres a ser de los hijos; etc. etc.
Por lo tanto, para
hablar del llamado “pin parental”, proponemos abordar el asunto desde un punto
de partida que todo el mundo comparta.
¿Estamos de acuerdo
de que, sean de quienes sean los hijos, lo que quieren los padres es que sean
felices y les vaya bien en la vida?
¿Sí? Pues bien
empezamos; así que sigamos.
Puesto que todos los
padres del mundo quieren el bien de sus hijos, podrían protegerlos y cuidarlos
como si fueran perros de su propiedad (a los que sus dueños les dan de comer,
les curan y vacunan, a cambio de nada- si acaso que corran a por una piedra que
les tiran- durante toda la vida del perro).
Pero algo les dice a
los papis que lo de los hijos va por otros derroteros (aunque no me negarán que
si los quisieran tantísimo, como dicen, les tratarían como a los chuchos, todo
el día comiendo, paseando, durmiendo y tal vez follando).
Entonces, sabedores
los padres que aunque los niños sean suyos hay que prepararles para el día de
mañana, les envían a sitios que les enseñen cosas para ganarse la vida y ser
felices.
Entran pues la
criaturitas, ya desde la guarderías (o escuelas infantiles de 0 a 3) en el
sistema educativo.
Y ahí les cuentan
cosas; tantas que los querubines suelen preguntar “¿Y esto para qué me va a servir”:
a lo que la maestra de turno responderá “En la vida, muchacho, lo único que no
sirve para nada es lo que no se sabe”.
En esto, aparece un
partido sacerdotal (vox) que junto con sus dos monaguillos favoritos (PP y Cs),
dice que los padres deben tener derecho a que a sus hijos aprendan únicamente
lo que ellos quieran (vulgo, libertad de
enseñanza).
Este tipo de padres
(cuyo factor común es el conservadurismo) pretenden que nada cambie y que la
Tierra no gire alrededor del Sol, para que así sus hijos sean tan felices como
lo fueron ellos (quieren conservar el mundo en formol y que todo se repita).
En consecuencia
deciden qué es bueno y malo para sus vástagos.
Pero claro, como las
ciencias adelantan que es una barbaridad, no cuestionan la teoría cuántica o
otros saberes para no meter la pata.
Ocurriendo que de lo
único que se atreven a hablar (los padres) es de lo que presuntamente dominan,
el sexo como cosa sucia (no es una ironía, ni una ofensa, es una constatación
de que la sexualidad les preocupa y mucho).
Pero volvamos con el
buen padre (y ellos pretenden serlo) que quiere que sus hijos aprendan cosas,
pero no todas, que alguna (según ellos) son contraproducentes para la felicidad
de sus hijos.
Y aquí viene lo
chocante (analizando sus razonamientos a favor del control por los padres de lo
que deben saber o no sus hijos).
Al parecer es malo
que sus hijos sepan que mediante un estúpido truco puedes obtener gran placer
(orgasmo por masturbación propia).
Al parecer es malo
que sus hijos sepan que mediante la ayuda de un Cirineo o Cirinea, pueden
obtener placer sin penetración (orgasmo por masturbación asistida).
Al parecer es malo
que su hijos sepan que existen chicos a los que les gustas los chicos, chicas a
las que les gustan las chicas, chicos y chicas que hacen a todo; chicos y
chicas con órganos de chicas y chicos (o sea cambiados respeto a su
sentimientos y apetencias), etc.
Y todo ello como si
estas personas (que son hijos de alguien por cierto) no fueran de lo más normal
del mundo ya que tienen uno de los 2 instintos básicos de todo ser humano (instinto
de supervivencia e instinto de goce sexual).
No los entiendo; es
como si quisieran que sus hijos ignoraran que existen los elefantes y les
sacaran de la clase de Ciencias donde se habla de ellos
Ah ¿Que es distinto
el asunto porque los elefantes, existan o no, no influyen en la felicidad de
las personas, y el sexo si?
Pues razón de más
para que sobre el asunto se sepa lo más posible, ¿no? o ¿acaso no queremos la felicidad de nuestros
hijos?
Vox y sus
monaguillos, PP y Cs, proponen una sociedad de vuelta atrás, lo cual a lo mejor
estaba bien si fuera posible. Pero es imposible porque “Cambia todo cambia”
(como dice la canción).
Y llegados aquí para
demostrarlo cuento mi experiencia. Mi bachillerato duraba 7 años (6 más el
PREU). Los padres no tenían derecho a pin, porque en la enseñanza, y en España,
imperaba el Nacional Catolicismo.
En el Instituto que
estudiaba (público) todos los años se suspendían las clases regladas durante la
semana anterior a la Semana Santa, y en su lugar nos daban unos Ejercicios
Espirituales como diox manda.
Sólo ahí se hablaba
de sexo y poco.
Únicamente esto; un
año se nos comunicó que cuando nos masturbábamos crucificábamos a Cristo.
Y como la irrupción
de la adolescencia hacia que el célebre dicho de “cuando el culo se calienta no
hay cabeza que mande un pito”, se cumpliera inexorablemente.
En esos casos, la
sensación física de reflujo más el sentimiento de criminalidad por haber
crucificado a Cristo (que encima nos decían murió por nosotros) eran cosas que
producían unos sentimientos de culpa que nada tenían que ver con la felicidad
que se supone quieren los padres para sus hijos.
Pero la cosa tiene
gracia, y sigue siendo graciosa. Pasados uno o dos años, llegó otra hornada de
Ministros del Señor, o sea curas (siempre venían de fuera), mas jóvenes (post
conciliares).
Y, o bien porque
éramos algo más mayores o porque sus estudios teológicos les habían llevado a
otras conclusiones, el caso es que nos hicieron una confesión (al margen de la
de los pecados).
En realidad cuando
te masturbas no crucificas a Jesús (nos aclararon), pero que se nos contaba así para dejarnos claro a los niños (no se
nada de qué les contaban a las niñas que por supuesto estaban separadas de nos
todo el año) que no debíamos hacerlo porque el problema ya no sólo era moral,
era de salud (podías perder la vista).
Lo cual supongo era
otra mentira porque las dioptrías que tengo (que las tengo) no están en
consonancia con mi adolescencia.
Siendo la razón de
estas anécdotas que comento, el que se haga evidente que no sólo cambia todo en
el Universo, sino que dentro de la misma doctrina también se van modificando
las posturas.
Conclusión: Sean los
hijos de quienes sean, yerran gravemente contra ellos los padres que no
afronten que la sexualidad es pieza fundamental para la felicidad, y que si
pretenden que sus hijos se la cojan con papel de fumar, mal les preparan para
los arrebatos de amor (eso que en casos llevan a querer tener hijos).
¿Hijos para qué,
para decirles que si no eres heterosexual y casto no eres normal? ¿A ver si el
que no eres normal eres tú con una mente tan estrecha y cruel que desprecias a
quien no es sexualmente como tú (o como dices
que eres tú?)
Que esa es otra, en
cuestión de sexo no pongas la mano en el fuego por nadie (Caray esta frase tiene doble
sentido)
Paco
Molina. Zamora. 22 de Enero del 2020
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