domingo, 5 de abril de 2020

MIGUEL Y ALFONSO GUTIERREZ ZAMORANO.



(En la foto de arriba Miguel está en el centro, y Alfonso algo a la derecha con el puño bien alto. En la foto de abajo Miguel está donde la sílaba DA de la pancarta))

MIGUEL  Y  ALFONSO  GUTIERREZ  ZAMORANO.

Los hermanos Miguel y Alfonso, conocidos como “los zamorano”, físicamente parecen salidos del poster de la película Novecento, tanto por su aspecto como por su pensamiento político.

Marxista, activo.

Ayer (4 de Abril del año 2020, durante la cuarentena contra la pandemia del Corona Virus) ha muerto Miguel.

Pero quiero hablar de los dos. Quiero que quede 
escrito lo de su valía, lo de sus valores.

Los conocí en el año 1983 cuando me afilié al Partido Comunista de España. En aquella época el partido, aunque más numeroso que ahora, no lo era demasiado, y en Zamora es como si estuviera compuesto por moléculas biatómicas. O bien matrimonios o bien hermanos.

Una de esas parejas de hermanos eran “los zamorano” como así se les conocía, suprimiendo el Gutierrez, que era su primer apellido.

Su aspecto, como quedó dicho, era épico (recuerden ustedes la imagen del pueblo, de los campesinos, caminando en huelga y manifestación en la citada película, en lo que ha quedado para la Historia como imagen imperecedera).

Pues bien, así será el recuerdo que guardemos de Miguel, quienes le conocimos, y de Alfonso, afortunadamente aún entre nosotros.

Miguel y Alfonso eran como hermanos gemelos en el gen de la bondad, de la lealtad, de la ternura, del compromiso, de la amistad, de la entrega.

Miguel además era lírico, de buen corazón y persona cultivada (cada vez que venía a la capital se volvía a su Corrales querido con al menos media docena de libros); Miguel era, además de todo eso, eso que el saber popular ha definido perfectamente como “una bella persona”.

Materialista ateo, paradójicamente era la persona más pura que nunca he conocido. Entendiendo la paradoja en que lo puro es espíritu y no materia.

Miguel producía ternura, un entrañable sentimiento de camaradería afectiva que resultaba de lo más reconfortante siempre, y sobre ese siempre,  en tantos momentos y batallas.

Y el caso es que Alfonso, su hermano,  parece salido del mismo óvulo de gallardía, bonhomía, elegancia, sonrisa, inteligencia y paz.

Por eso no se escribir únicamente sobre uno, aunque tal vez debiera. Pero quiero que los conozcan a los dos.

Miguel, siendo el mayor (murió con 87 años) siempre estuvo donde le reclamó su partido o Izquierda Unida, fuera una huelga general, una asamblea, una concejalía en su querido pueblo Corrales del Vino, o algo tan disparatado como las Cenas de los Inocentes.

Había que ir, e iba, y en todos los sitios disfrutaba de la lucha. Una obligación, un placer, una alegría.

Además era de   los pocos que se leían todos los documentos de todos los congresos, porque era la responsabilidad y el compromiso personificado.

De Alfonso cuento una anécdota, de esas que se dan continuadas en el tiempo y que definen a un gran hombre.

Durante una temporada no asistió a las reuniones habituales de Izquierda Unida. Esas en las que se decide el rumbo a tomar. Y cuando  apareció,  nos dijo, sin que nadie le pidiera explicaciones:  “No he venido porque no quería tener que discutir con (tra) los amigos y perder el trato”. Para quitarse el sombrero.

Por los vasos comunicantes que se conectan entre quienes militan con convencimiento y entusiasmo por una buena causa, circulan sin duda, igualándose, la alegría y el humor.

Y unos y otros disfrutábamos de esa feliz circunstancia. Siempre había algo o alguien que te  animaba.

En ese plan recuerdo lo siguiente. Los “zamorano” militaban sindicalmente en la Unión de Campesinos Coag.

Ambos eran campesinos y así lo proclamaban. ¡¡Campesinos.!!

Por aquella época, finales de los 80 o principios de los 90 del Siglo pasado, se trenzaban lazos de compromiso político entre miembros de ambas organizaciones en la provincia de Zamora; así como en el plano laboral con gentes de CCOO.

Y solíamos celebrar las derrotas, no para animarnos y si para premiarnos, que no en vano teníamos y tenemos razón.

Pues bien, tras alguna elección, los hermanos zamorano ofrecieron su casa de Corrales, donde tal vez tenían una bodega, no se, no recuerdo.

Fuimos mucha gente de la Unión, de Comisiones, de IU….

Estábamos apiñados, pero confortables y felices. 

En el momento de los postres y los licores, alguien debió de pronunciar unas palabras subiéndose a un banco, y, o bien porque se alargó algo el orador, o porque estábamos agotados de discursos (en aquellos años se recorrían los pueblos y las gentes iban a los mítines), el caso es que de repente alguien sobrepuso su voz al discurso de marras al grito de ¡¡¡Libertad de Expresión!!!. Repitiendo el coro ¡¡¡Libertad de expresión!!!

Y así transcurrió la velada, cada vez que alguien quería decir algo, un grito ensordecedor y cachondo, gestado por la exigencia de ¡¡¡Libertad de Expresión!!!, arruinaba las intenciones del predicador de turno.

Supongo que fue así en todas partes, no lo se, pero en Zamora el combustible de la lucha y el compromiso, fue la alegría de la revolución bien hecha.

Porque estábamos y estamos haciendo la Revolución; si la de con Mayúsculas.

Y ahí estaban Miguel y Alfonso. Cabales y honrados a título principal.

Siguiendo con su carácter y buen corazón les cuento; yo particularmente me sentía realmente incómodo cuando comprobaba que mis posturas no eran coincidentes con la de ellos o en algo no les había convencido.

Me preocupaba esa discrepancia, cuando se daba, porque en lo más intimo de mi ser me hacia titubear en mis tesis.

Miguel y Alfonso son de esas personas que por su buen hacer profesional podían vivir muy bien, ajenos a los principios de solidaridad, confraternidad y lucha por la justicia social.

Pero, en absoluto, toda su vida fue una vida de entrega a la causa.

Que no es otra que lograr que los parias de la Tierra no lo sean.

La de Miguel hasta su final, la de Alfonso continúa.

Pretendiendo estas letras, unirse a otras que esculpan su grandeza, la grandeza de las buenas personas.

Puño en alto Miguel, a tu estilo, con esa forma tuya de moverlo  al cantar la Internacional, ese gesto que convertimos en un guiño de camaradería ya hace años, como prueba del inmenso cariño que te teníamos, que te tenemos.

Camarada. Descansas en paz. Y en la lucha seguimos.

Paco Molina. Zamora. 5 de Abril del 2020.







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