JOSÉ LUIS GIL LOZANO
Gil es serio, competente, formal, un gran profesor, inmaculado en lo suyo; el alma de los talleres, donde no hay tornillo que no sepa donde está, ni tuerca que no esté localizada.
Su rigurosidad en el trabajo es una cualidad envidiable y modélica que por fuerza ha de notarse su ausencia
También fue “Profesor modelo Guadiana”, y durante un montón de años se fue al Centro de Formación de Profesores, no se si a formar compañeros o a formarse él en lo que es su gran afición: “la imagen y el sonido”.
Esa es su afición, que su vocación es la docencia, como demuestra un curriculum sembrado de detalles de gran profesor.
Pero volvió, y esa suerte tuvimos pues el Centro recuperó un gran profesional.
Tan grande que allá, años atrás, cuando aún funcionaba el Teatro, venia a proyectar, fuera de horario, películas inolvidables, en 35 mm , en Cinemascope y en Eastman color, entre el vocerío feliz de la muchachada.
Años en blanco y negro donde se fraguaron tantas de nuestras amistades
Un hombre íntegro como él segregó, sin que pudiera ser de otra manera, una fuerte devoción por María Auxiliadora- patrona por muchos años de este IES cuando no era IES-, además de por su esposa Dorita a la que como su nombre indica -el de ella- “adora”.
Y de esta doble adoración, una mundana y otra divina, da fe aquella mañana en la que tras una dura jornada, al ir a abandonar el centro con la satisfacción del deber cumplido y un hambre de mil diablos de los manjares de Dorita, topó con que le habían dejado encerrado en el ala de la que era rey, el ala Norte, y la maldita puerta de cristales que da al hall del comedor de alumnos estaba cerrada.
Previsor, como siempre, portaba el móvil y llamó alertando de la anécdota: “Compas, que me habéis dejado encerrado”.
Ante la llamada de auxilio se activó el protocolo de rescate, por lo demás muy perfeccionado, pues ya sabéis que esa es, en este Centro, la ultima moda en disculpas imaginativas para llegar tarde a casa:
“Es que me dejaron encerrado en un pasillo, cariño, y no pude venir antes”.
Pero Gil, hombre integro donde los haya debió decirse :“Yo no le puedo hacerle esto a Dorita”, y acordándose de María Auxiliadora que tuvo un hijo como el rayo de sol que traspasa el cristal sin romperlo ni mancharlo, decidió imitarla, y así lo hizo, y sin romperla ni mancharla traspasó la puerta para asombro del equipo de rescate que cuando acudió en su auxilio se lo cruzó por el pasillo con ese aire de profesional serio y afable a la vez.
Con la marcha de Gil el centro pierde otra de las vigas maestras de sus primeros tiempos. Un baluarte. Una gran persona, un excelente compañero. Un profesional intachable.
Con la marcha de Gil perdemos un compa de los llamados legales, de esos de los que siempre te puedes fiar.
Compa: ya que tú no lo harás, ya nos pondremos los demás, de vez en cuando, una película con tu recuerdo, con tu buen recuerdo de hombre integro, de gran compañero, de tipo que mereció la pena conocer.
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