martes, 3 de diciembre de 2019

LUIS MENES RODRIGUEZ. Cocinero


LUIS MENES RODRIGUEZ

Luis desde que está jubilado (.lleva unos meses) vive como un cura, de forma tal que aquí tenemos a uno de los pocos compas de los que podemos decir que “fue cocinero antes que fraile”. Porque Luis fue Luis el cocinero

Cuando ese magnífico personaje de la literatura cristiana llamado Jesús resumió perfectamente cómo hay que ser para ser una buena persona dijo:

“En verdad, en verdad os digo que el que no se vuelva como una de estas criaturas no entrará en el reino de los cielos”, y aquellas criaturas eran los niños.

Y así es Luis el cocinero, una buena y bella persona. Pues Luis es como hay que ser, limpio y puro de carácter, como un niño. Y se nos ha ido. De hecho se pasa los días en su pueblito de Soria feliz y contento jugando a las cartas, bebiendo sus cañitas y buscando jabalíes.

Haciendo esas cosas sencillas que merece poder hacer quien luchó en la vida sin tregua y merece ahora un descanso sencillo y tranquilo

Luis es tan buen apersona que si de mi hubiera dependido “la Última Cena” la hubiera cocinado él.

Amigo de pasear por la ciudad, innumerables veces me lo he cruzado e invariablemente me decía: “Hasta en la sopa; te veo hasta en la sopa”, lo cual dicho por un cocinero tiene su gracia.

Esa gracia de soltero con la cartera llena que creó tanta expectación cuando recibió el destino en la Universidad Laboral de Zamora procediendo de la de Zaragoza.

Debéis de imaginar la situación: los almacenes, la cocina, el office, todo ello era un claustro de veinteañeras que ya no eran vigiladas por los salesianos. O sea un desmadre.

Un corral de preciosidades con sueldo, a donde iba a llegar un gallito de cresta joven y cartera llena.

Tremendo, arriba unos educando y en la sentina de la nave una bacanal en ciernes.
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Luis era un buen partido, aunque no faltó quien, conociéndole bien, según decía, pues había venido del mismo sitio el año anterior, advirtió a las gallinitas ciegas de aquel corral de ojos inquietos por la edad, que el chico no era para tanto.

Claro que como las mujeres, de inteligencia superior como ya se dijo, fueron las primeras en descubrir que dos negaciones son una afirmación, ocurrió lo que tenía que ocurrir,”que quien más lo cuestionaba con él se casó”, y casada sigue para suerte de ambos  y aquí está. ¡¡¡Pilar!!!!

La historia de Luis, aficionado a la buena vida de la sencillez, las cartas, los jabalís y la buena comida, nos debe recordar lo imprescindibles que son los servicios generales, como durante mucho tiempo se llamaron aquí a los compas que no eran docentes.

Si en el hospital cuando hay huelga de celadores o de la limpieza, el cirujano no puede operar es que aquellos trabajos son tan fundamentales como el otro; y lo mismo ocurre en la enseñanza. En nuestro centro, si no hubiera ordenanzas, carpinteros, fontaneros electricistas, almacenistas y cocineros, no habría manera de dar las clases.

Tan fundamental es un trabajo como el otro, y en el caso de Luis, que llevaba a rajatabla el horario y el condimento de la comida, lo vemos más claramente. Es fácil que en aquellos años que algunos comíamos aquí él nos hiciera esos platos que han facilitado nuestro buen estar.


Luis que sigas siendo el marido perfecto, tímido, cariñoso y trabajador, y el compañero ideal, generoso, amable y sin doblez. Más de una y uno se alimentarán con tu recuerdo de buena persona. Y que te sigas encontrando con todos nosotros, que te queremos, no lo dudes, hasta en la sopa.




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