sábado, 14 de diciembre de 2019

La resurrección de la carne


LA RESURRECIÓN DE LA CARNE

Aunque sólo fuera por las pasiones que desata la Semana Santa en Zamora, debería llamarse la Semana de Pasión.

Incluso, este acontecimiento, se ha tomado como sistema de referencia para dividir el mundo en meapilas y modernos.

Si tú eres de los primeros pedirás que en esos días haya vacaciones escolares, y si eres de los segundos, has de apostar, bajo pena de muerte, porque esos días de descanso se produzcan en la siguiente semana.

Todo ello, el aspecto de lucha religioso /ideológica, para ocultar que con vacaciones después hay (menos este año) un día más sin clase; para tapar que en esos días ir a París es más barato y para disimular que uno quiere tener las fiestas los mismos días que sus seres queridos que viven en otra provincia.

Se ha tomado este ejemplo como imagen (imaginería semanasantera) plástica de cómo una lucha lógica, que unos —los docentes— quieran una cosa, y familias y alumnos otra, se desvía y en vez de dirimirse la batalla a cuerpo limpio, todos sacan en procesión los fantasmas del espíritu, que son más fantasmas que ninguno.

Llegados aquí conviene advertir al lector/ a, esté contento o no de cómo van los tiros del escrito hasta ahora, de que lo que sigue puede herir su sensibilidad..... sobretodo si usted es presa de las pasiones que desata el tema.

Porque lo que sigue pretende demostrar que el éxito de la Semana Santa de Zamora está en que actualmente es una festividad pagana.

Los historiadores y estudiosos del pasado afirman que las fiestas que conmemora la Iglesia Católica están situadas, a lo largo del año, de manera que coinciden con las fechas en que el paganismo tenía sus propias jornadas de descanso, alegría y ruptura con lo cotidiano.

Ocurre pues que si se quitara una festividad religiosa debajo se encontraría una fiesta pagana, y la diferencia entre una cosa y la otra, estaría en que la disculpa para la vacación, según la Iglesia, estaría en el más allá (religiosidad) y la de los pueblos sin Dios en el más acá (la orgía).

En ese orden de cosas la Semana Santa es una festividad religiosa que ha desplazado a una anterior festividad puramente popular.

Pero el planeta Tierra, que además de girar sobre su eje, gira en torno al Sol, y con éste, en galaxia entera, también se mueve, resulta que da muchas vueltas y mira tú por dónde, es la raíz pagana del remoto pasado la que hoy da sabia y fuerza indestructible a la Semana Santa.

Sí, se ha dicho fuerza indestructible, porque si hoy algún mandamás tratara de suprimir este montón de días especiales, el pueblo se enfurecería y es que; esto “ya es suyo”.

Y es del pueblo, de todos, en cuanto que tiene la magia de lo pagano, la magia de lo ancestral, la magia de nuestros propios genes.

La Semana Santa hoy es una fiesta pagana porque reúne las características de aquellas festividades.

Esos rasgos son:

—Primero, que se trate de varias jornadas seguidas en que todo se trastoca respeto al orden habitual.

Y eso ocurre en esos siete días en esta ciudad.

—Que las fechas de celebración coincidan con alguna efemérides importante del calendario solar.

Y la Semana Santa suele emerger  como ese conjunto de días más luminosos que siguen a los oscuros del invierno, cuando empieza a sentirse la primavera, los cuerpos se despojan del frío, surge la alegría, se pasó la época dura y hay que celebrarlo. Cuando recomienza el ciclo vital.

 —Otra característica de cualquier fiesta pagana, es que la celebre (la viva) todo el mundo. Eran días de asueto y juerga popular.

Hoy en Zamora, el que no se vaya, se ve inmerso en la gran fiesta, aunque no vea ni una procesión, porque el clima de exaltación está en el ambiente.

—Es también específico del festival pagano, el ritual o la celebración de ritos de carácter iniciatico o ritos de iniciación a la vida. Costumbre que aún conservan tribus no civilizadas, según la cual todo el poblado participa en la iniciación sexual de las chicas y chicos que en ese año han besado la adolescencia.

Y en Zamora también, en esos 7 días y medio, de una manera indirecta, no programada, pero imparable, muchas adolescentes y muchos adolescentes, reciben y dan su primer beso, unen sus manos con una descarga especial y, con su permiso recién estrenado para salir de noche, descubren su pasión, perdidos entre tantas gentes.

Y ¿por qué arraigó así, con esa fuerza, en esta ciudad de meseta seca, esta semana de pasión?

Por la voluptuosidad que en esos días y noches impregna el ambiente.

Es la voluptuosidad producida por:

La belleza plástica, que como toda belleza destila placer.

El ambiente en ebullición, que produce un contraste agradable y seductor, en sí y respecto al invierno gris (de niebla) y mortecino (de aburrimiento) del brasero.

Los reencuentros, con esa revolucionaria melancolía que surge al volver a topar con aquella persona que te tuvo trastornado/a.

Las apariciones; el conocer nuevas almas y nuevas perturbaciones, no esperadas, no buscadas.

Las manos cogidas, para que no sólo el olfato, el gusto, la vista, el oído sino también el tacto disfrute (cuando te cojo la mano siento el placer que produce en el alma el tacto).

El paladar satisfecho: aceitadas, garrapiñadas, sopas de ajo, dos y pingada.

La gula compartida, que en casa hay invitados.

El disfraz. De hecho el uniforme de cualquier cofradía produce un bienestar físico, palpable, a quien se lo pone.

Es una forma de sentirse transmutado.

Ellos gladiadores; ellas sacerdotisas.

Los componentes de paganismo son tantos y tan fuertes que hoy día, esta fiesta de Zamora, al margen de que lógicamente algunos la vivan como algo especialmente espiritual, es ya la fiesta de un pueblo y de tal calibre y alegría, que el presunto valle de lágrimas se convierte en esos días en un valle de colonias.

Y yo que te huela.


FRANCISCO MOLINA. Publicado en El Correo de Zamora el 12 de Abril de 1992

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