miércoles, 10 de junio de 2015
(La Alcaldesa entregando la medalla de concejal. La que había que ponerse uno en las bodas y luego devolverla)
DESPEDIDA COMO CONCEJAL DEL AYUNTAMIENTO DE ZAMORA
Quiero decir unas palabras por si le pueden ser útiles a alguien, aparte de a mí mismo como desahogo.
Acabo hoy mi responsabilidad ante la ciudad tras 16 años como concejal. Primero fueron 8 años del 1991 a 1999, luego 8 de descanso y por último otros 8, del 2007 al 2015, de nuevo como concejal.
Dieciséis años como concejal de los que sólo en 4 pude ejercer como tal, ya que los otros 12 fui a la vez Diputado Provincial.
Y aquí viene la primera cosa que es bueno saber: Pase que algunos defiendan las Diputaciones, pero ya me dirán en qué se basan para defender que los Diputados Provinciales deben ser obligatoriamente Concejales o Alcaldes.
Sugiero por tanto que mientras nadie quite las Diputaciones el sistema electoral consista en votar a listas únicas y especificas a la Diputación, que abarquen toda la provincia (nada de por partidos judiciales), y exceptuando como votantes a los núcleos de más de 20.000 habitantes, ya que estos no entran en el ámbito de actuación de las instituciones provinciales.
Y que los Diputados electos directamente no puedan ostentar ningún otro cargo público.
Pues de lo contrario les ocurrirá como a mí que no he podido ser concejal de mi pueblo como me hubiera gustado y era mi obligación.
Bueno, a excepción de la emotiva y ganada batalla contra el parking subterráneo en las Tres Cruces.
Porque ya digo, salvo los 4 primeros años en que fui sólo y el único concejal de IU en Zamora capital, en los demás me hube de limitar a levantar la mano cual brazo de madera y cabeza de serrín.
Porque al final ¿Qué he hecho durante 12 años como concejal? Casar. Me he limitado a casar.
Asunto que me permite recordar y transmitir el profundo agradecimiento que tengo a todos los funcionarios del Ayuntamiento de Zamora, que siempre han sido exquisitos en el trato conmigo. Y muy en especial a los conserjes, u ordenanzas, o como mejor se defina el término, pues ellos han sido cómplices en mis bodas, y monaguillos de lujo en tales acontecimientos.
Maravillosas compas y compas que se adaptaban a las bodas que les proponía con un respeto y paciencia (duraban más de lo normal) que en mi producía admiración por ellos y un cariño enorme.
Y llegado hasta aquí en esta despedida, y tras confesar que prácticamente sólo he celebrado bodas, caigo en la cuenta de que: no solo eso ha sido lo más grato de la actividad política (bueno aparte de esta victoria final, ganando, en lo que me toca, la Alcaldía para IU; y lo que para mí supone de broche de oro a tanta lucha), sino que he caído en la cuenta de que las bodas son la esencia de la política.
Porque ¿qué es una boda? Que dos que tienen intereses distintos (cada uno quiere ser feliz a costa del otro) entienden que se necesitan para ser felices y se unen con unas normas que faciliten la unión. Diciéndose, a modo de utópica carta magna, entre ellos: “Quiero ser feliz pero como no puedo ser feliz sin que seas feliz tú, a ver cómo nos arreglamos”.
En definitiva en una boda estamos ante la unión voluntaria de la tesis y la antítesis, que desembocará en la síntesis como punto de encuentro para la felicidad. Pero eso es Política pura.
La democracia consiste en la boda de la clase alta con la clase baja, que cual pareja de novios, locos perdidos de amor, escenifican una situación en la que: Le dice la clase alta (alta porque tiene ingresos más altos) a la otra: “Haz lo que yo quiero y te haré feliz”. Y le responde la clase baja (baja porque sus ingresos son más bajos): “Dame lo que yo quiero y te haré feliz”.
Con lo que en definitiva, vemos que casar es hacer política en estado puro.
Pues en política se trata de: Unir intereses contrapuestos, entre clases sociales antagónicas o situaciones particulares opuestas por el vértice, buscar la síntesis en esas situaciones, e ir tirando para delante como se pueda.
Otra cosa es si esto del matrimonio tiene sentido o no, pero no es este el momento, que yo sólo quería despedirme, dejando claro que sigo con mi racha de suerte (que le voy a hacer) y ésta sin duda se debe a haber topado con gente como todos ustedes, los aquí presentes y los que configuran este mundo.
Las despedidas cuando se controlan no son malas, pueden ser hasta alegres, y más ésta en la que podré seguir teniéndoles como amigos (al menos por mi parte).
A sus pies pero con la cabeza bien alta, cuenten conmigo para siempre. Mil abrazos. Y viva la clase obrera.
Paco Molina-10 de mayo del 2015. Último Pleno
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