HARDWARE Y SOFTWARE; CUERPOS Y ALMAS.
Como dice Confucio Molina: “A quien hay que respetar es a las personas; y no a sus ideas”.
Y dícese esto porque entre las falsedades que ha puesto en circulación el Pensamiento Único para tenernos “atontados”, está esa tan sublime de que hay que respetar las creencias del prójimo.
¿Y, por qué, si encima, suelen ser majaderías que con el paso del tiempo, ni el interesado las respeta (salvo que haya muerto)?.
Y es que el problema es más gordo (más tramposo de lo que parece) pues además, la Ley puede castigarte ( a ti, y no a tus ideas) si ofendes las creencias (no solo religiosas) de lo demás.
En España, la Asociación de Viudas de Lugo, ha denunciado al Ayuntamiento de la Coruña, al sentirse ofendidas (en sus creencias) porque en Carnaval, esta institución difundió un cartel publicitario con una caricatura del Papa un tanto piripi (como si no fuera la Iglesia Católica uno de los Poderes que más placeres prohibe a la persona, y por tanto del que el pueblo tiene derecho a burlarse 3 días al año).
Aunque por cierto, poco creyentes son estos creyentes que no creen que su Dios castigue a los malos y prefieren castigarlos ellos.
Desmontemos pues está patraña del Poder, y de su Santa Cultura, el Pensamiento Único.
Recurramos a la parábola de los ordenadores:
Un ordenador sale de la fábrica sin nada dentro, aunque si en condiciones de funcionar si se le meten (instalan) programas.
Eso que sale de la fábrica (las piezas bien montadas para que pueda funcionar) es lo que se conoce como hardware (parte dura de la mercancía).
Comparando el asunto con un humano, estamos pues, ante lo que es el cuerpo (pero sin ninguna tontería en la cabeza).
El ordenador, recién salido de fábrica, es un bebé, y salvo el instinto de teta que tiene, ni es musulmán, ni cristiano, ni de derechas, ni de izquierdas, ni del Madrid, ni del Barça.
Pero volvamos con el ordenador recién salido de fábrica sin programar. El hardware.
En ese caso, a partir de quién lo compre y dónde viva (del Planeta Tierra) lo van a ir llenando de distintos programas (eso es el software).
Esos programas (que constituyen el alma del ordenador), resulta que si el comprador es chino, supondrán, de entrada, que el ordenador funcione con caracteres chinos. Y si es occidental, con estas letras que nos son tan familiares.
Lo mismo que le ocurrirá al bebé que dejamos agarrado a los pechos de su
madre y con la cabeza vacía.
A partir de ahí, por el método de “toma educación y cultura”, la sociedad en la que nació le irá perfilando a “su imagen y semejanza” (a imagen y semejanza del tipo de esclavo o súbdito que desee el Poderoso de turno).
Es decir, las ideas, creencias y software del humano, son únicamente suyas en la medida en que están en su cabeza, pero no porque él las haya hecho libremente suyas (por más que la Iglesia se haya inventado el Sacramento de la Confirmación, para ya que de niño te engañaron, digas, de adulto, si estás feliz con el engaño recibido).
La prueba de lo dicho está en que (por hablar del aspecto religioso) si usted nace por aquí, la probabilidad de que sea cristiano es muy elevada. Tanto como la de que, si nace por allá, sea de Alá.
Como dice el poeta: “Admirose un portugués, al ver que en su tierna infancia, todos los niños en Francia supiesen hablar francés”.
En conclusión, lo fundamental es que nos respeten el hardware (el cuerpo), porque mientras éste exista, te sientas ofendido o no, vives, y si no, no vives nada.
Que nos cambien las ideas (a base de reírse de ellas y hacernos ver que son una cruz, en vez de un placer) no nos perjudica en nada (el ordenador sigue vivo). Y ya lo llenaremos de nuevas memeces.
Memeces en el doble sentido de que, primero, cambian con el paso del tiempo por orden del Poder, y segundo, son memeces porque suelen exigirnos sacrificar el cuerpo (la vida).
Resumiendo: A mí, y supongo que a usted, que se rían de mis ideas, sentimientos y creencias, me preocupa bastante menos que el que me arranquen las uñas con unos alicates; qué quiere que le diga.
Por tanto, respétese a la persona (su hardware) pero allá ella con sus ideas; que si entiendo que son malas (en lo físico) para mi, o para el género humano, tengo derecho a no respetarlas, en defensa propia.
Salvo que claro, ocurra que la persona esté ya disecada y el serrín que da forma a su cabeza sean sus presuntas creencias, dado el grado de embalsamamiento al que el Poder nos puede hacer llegar.
Paco Molina. Zamora. 8 de Mayo del 2017
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