Ratifiquemos esto estudiando la reacción de una viuda. Que es distinta a la de una abandonada.
La viuda, si su vida sexual ya era de las que llegó al tono de cariño y amistad, en vez del de pasión, al perder a su marido, siente un vértigo que tiene mucho que ver con el miedo al futuro económico y al papeleo burocrático.
Sin embargo, cuando comprueba que esto no era para tanto, se convierte en lo que, exagerando, se llama una viuda alegre.
Con la ventaja para ella de que si ya no le interesaba el sexo o nunca le interesó demasiado, encima va a encontrar un descanso a la pesadez ocasional del difunto con el tema.
Similar comportamiento le pasa al viudo, liberándose del pánico a la soledad cuando comprueba que no se muere de hambre, ni sus camisas aparecen excesivamente mal planchadas.
Al tiempo, cuando quien se va lo hace al cementerio, eso se considera Ley De Vida, y no fuerza, a quien queda, a revisar su existencia.
Por tanto, la diferencia entre la viudez y el ser abandonada, es radical, puesto que en la viudez, el que se va no es visto como alguien que te traiciona y te ha robado la vida (en realidad, la sexual, puesto que la otra no se la puede llevar consigo el prófugo).
No así ocurre en la separación de una pareja.
Entonces, al irse uno, el estafado considera que la estafa está en que “si llego a saber esto hubiera enfocado mi vida de otra manera”.
Frase que si dejamos que llegue a sus últimas consecuencias, podría continuar así: “De saberlo, a lo mejor no me hubiera casado y no hubiera sacrificado mi juventud para tener hijos y cuidarlos”; que como se ve es la otra cara de lo que en el fondo ahora echa de menos, haber salido más a la calle, haber sido más loca y haber tenido mil novios, osease, más sexo.
También puede que piense que se equivocó de novio, pues no en vano le rondó uno que la ponía más ardiente, pero al que desechó porque no parecía un buen padre para sus hijos.
Si el hombre es el dejado, la historia es la misma pero más violenta, y es así precisamente porque el macho repasa más rápidamente lo que ha sido su vida y más fácilmente percibe que malgastó la suya, al lado de una fulana, sin saberlo. ¡Celos!
Pero ¿qué malgastó? Su vida sexual. Vivió tanto para la familia que al final, todos son felices, piensa, menos él.
El sexo está ahí, como el tesoro escondido que no jugó a buscar, y ahora lo lamenta.
“Yo pendiente de ti y de los hijos, y tu pendoneando por ahí”, de esta manera resume el hombre su amargura, rumiando una verdad que oculta la verdadera.
Te robaron la juventud ¿para qué?. Y ¿qué es robar la juventud? ¿es únicamente ir de discotecas?
Exacto, ese no haber vivido es comprobar la escasez de vida sexual en el resumen que se hace de la propia vida.
Del libro LA ESTAFA SEXUAL de Paco Molina, que busca editorial desesperadamente.
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