LA HERENCIA Y SU CIENCIA.
A raíz de las noticias (2) de que hay gentes que tienen que renunciar a la herencia de sus padres porque no tienen para pagar a Hacienda los impuestos correspondientes, y de que hay empresas que se dedican a buscar bienes cuyo heredero (de haberlo ) no aparece, se ha liado una buena.
Antes de seguir, y sobre esto último, cabe decir que si una herencia no tiene herederos, se la queda el Estado, y que si usted sabe de alguna así (sin nadie con derecho sobre ella) y lo cuenta, Hacienda le da un porcentaje como premio (¿10%?).
Pero vamos con las herencias a las que algunos hijos han de renunciar por no poder pagar los impuestos inherentes a ella.
Esto ha dado pie a que circule por esos mundos (de internet) un grito desesperado que pide una huelga general para que lo que los padres han acumulado pensando en sus hijos, a los hijos llegue, y además sin impuestos (integro pues) que ya pagaron (dicen) los padres mucho en vida por ese mismo patrimonio.
Qué bien suena esa milonga.
¿A caso no han sacrificado su vida los padres por el bien de sus hijos? Pues hágase su voluntad allá en la Tierra como en el Cielo, y fuera impuestos sobre herencias y donaciones.
El problema está en que los hijos (y los padres antes de morir) quieren que si les roban aparezca un policía que recupere la cartera; quieren que si enferman haya un hospital cerca que les cure; quieren que la enseñanza sea gratuita o haya becas para quienes no tienen lo suficiente; quieren que la justicia sea también gratuita si son insolventes; quieren que cuando cogen su flamante automóvil no haya baches en la carretera; quieren recibir pensiones (incluso no contributivas); ayudas al parado, y subvenciones por todo lo habido y por haber, cuando la vida se tuerce.
Y todo eso que todos queremos, sólo se puede tener si se pagan impuestos. Que además son la única cosa que permite redistribuir la riqueza, que de lo contrario el grande crecerá y el pequeño encogerá, sin solución de continuidad.
Otra cosa, razonable en principio, es que en todos los territorios de un mismo país se paguen los mismos impuestos por las mismas cosas.
Los impuestos directos están basados en que una persona pague en función de lo que ingrese cada año, y claro una herencia es algo que ingresas (que recibes) sin comerlo, ni beberlo, y por eso hay que pagar.
En el extremo de esa justicia social está el Manifiesto Comunista (Carlos Marx y Federico Engels) del año 1848 que propone la supresión ( o prohibición) de las herencias.
La razón radica en que la acumulación de capital (lo que hace nacer a “un” capitalista) es mala para la Humanidad, porque esa acumulación le da a unos humanos un inmenso poder sobre los otros (los segundos tendrán que trabajar para los primeros).
Además, esa supresión de las herencias (nadie heredaría) generaría suficientes bienes al conjunto social como para que todos vivieran bien, o lo suficientemente bien.
Porque en efecto, los padres quieren dejar sus propiedades a sus hijos para ayudarles a vivir mejor, ya que han aprendido (los padres) que en esta sociedad que conocemos de sobra, los hijos nunca tendrán lo suficiente como para vivir en paz.
Pero si la organización social es justa, los padres se morirían tranquilos (sabrían que sus hijos no tendrían problemas materiales), y ellos (los padres) no tendrían que sacrificar (malgastar) su vida acumulando más de lo necesario para proteger a sus descendientes desde el más allá (con una herencia).
Incluso se podrían morir felices y en paz (si se puede morir así) y diciendo, como aquél personaje bíblico: “Ahora ya puedo morir tranquilo (que a mis hijos y nietos les he dejado la mejor herencia posible, una sociedad justa y tierna)”.
Ahora bien, por ser prácticos; entre no pagar nada y pagar todo ¿podemos llegar a un acuerdo?
Paco Molina. Zamora. 9 de Marzo del 2017
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