EL BUEN HOMBRE Y LA MALA MUJER
Hubo una vez un hombre (bueno) que conoció y se enamoró de una mujer (mala).
La vio por primera vez en una “casa de putas” donde ella trabajaba.
No tienen importancia las razones, los vericuetos sentimentales o los flujos de misterio que a él le llevaron a unirse a ella, el caso es que ocurrió.
Y ocurrió también que ella, no impedida por su tortuoso pasado ni por sus tantas veces poseído cuerpo, se volvió loca de amor por aquél hombre que la distinguía entre todas (del oficio o no), la atendía solícito y la mimaba cariñoso.
Lo vio ella tan excepcional que se juró vivir para él y hacer todo para conservarlo.
Por supuesto que lo que fluía por dentro no era lo que fluía por fuera, y así ella, miles de veces, expuso los problemas que podría acarrearles su pública profesión, mientras el juraba ser capaz de superarlo todo.
Lo cierto es que no podían vivir el uno sin el otro y juntos empezaron a recorrer la vida de la mano.
Ella, por supuesto, abandonó su anterior conducta de “máquina tragaperras del deseo”, para quien con unas monedas la ponía en una deliciosa marcha de placer y lujuria.
Así, les iba bien, si se exceptúan aislados instantes en que él, cuando borrachos de amor la veía poseída por la pasión, pensaba si no le gustaría a ella demasiado todo aquello (el sexo) y acabaría volviendo a buscar hombres (buscona al fin).
Pero esos miedos los esfumaba la realidad.
Sí, eran fieles, ¿por un amor inmenso, por una necesidad imperiosa, por una conveniencia de su paz interior?
No se sabe, pero estaba claro, vivían el uno para el otro.
Pasaron así los años y él, que había roto el cerco del miedo sobre el pasado de su mujer y con ella se había instalado en una reducida ciudad, un día le pareció percibir que cuatro machos que jugaban al mus bajo una parra estallaban a reír..... riéndose de él.
Otra vez fue al salir de una floristería con un ramo para ella, ahora eran las chismosas de la villa las que le hacían blanco de sus miradas y sus comentarios viperinos.
Mas todo su temor se abrió hacia el exterior, ahogándolo, cuando un día ella llegó sollozando porque unos mozalbetes machitos la llamaron “puta caliente”, mientras la risa chillona de las mozalbetas que les acompañaban se convertía en peor insulto.
No cabía duda, por la causa que fuera, el pasado de ella había rebrotado, haciendo que lo que para los demás sólo era chismorreo y juego, para él fuera tortura, desesperanza y miedo a no poder vivir ese futuro prometedor que todos los enamorados imaginan.
Pensaba cómo resolver el problema de ambos cuando hasta en el periódico local aparecieron escritos censurando la presencia y sin razón, de que en aquella bonita ciudad hubiera que soportar entre la fina sociedad a una mujer que vendía su cuerpo, y de la que todos los hombres (¿y alguna casada?) podían contar las guarradas que por simple dinero era capaz de hacer.
Angustiado, temeroso y aturdido, el buscó en la oscuridad del insomnio la posible solución a tanto mal, y cuando ella despertó se lo planteo.
“Creo que para que se les pase todo y olviden, debes hacerte la cirugía estética”.
En verdad, en verdad os digo que IU es como el buen hombre de esta parábola y el PCE como la enamorada compañera salpicada de insultos.
Se juntaron voluntariamente, conociéndose ambos.
Lo que estos días viven no pueden dejarlo estar sin más, pero cierto es que ¿seguirá todo como antes?
¿Qué pasará si ella cambia su cara con una operación y luego rebrota en él la angustia de estar con una puta?
¿Y si no se la hace y persisten los acosos y las ofensas, se lo reprochara continuamente?
En verdad, en verdad os digo que tan complicado problema solo tendrá buen fin si tanto él como ella repasan sus sentimientos y todavía pueden decirse “contigo pan y cebolla”, que en política significa tenemos un buen proyecto y no nos separará el fracaso electoral si se diera.
Que no se centre todo en la cirugía estética cuando la imprescindible es la cirugía ética y esa ya se hizo.
FRANCISCO MOLINA. EL CORREO de Zamora. MARTES 17 DE SEPT1EMBRE DE 1991