VÍA CRUCIS DEL POLÍTICO CLÁSICO
En verdad, en verdad os digo, queridos lectores, que la vida de cualquier político de altura, responde al esquema de lo que conocemos como Vía Crucis del Señor y celebramos en Semana Santa.
Observad si no:
El político clásico, o sus hagiógrafos y biógrafos, suelen contarnos que tuvo un origen humilde. Y si han de decir que estudió con una beca porque su padre era carpintero pues no dudan en hacerlo o en dar esa impresión.
Es decir si no nacieron en un Portal de Belén y sin otra calefacción que la que dan una mula y una vaca, poco les faltó.
De su infancia y adolescencia poco se sabe, hasta que en algún acto sonado empiezan a sonar.
Son actos tales como haber entrado a gritos en el templo (o en un banco) expulsando a la casta de fariseos y sepulcros blanqueados, que utilizan hasta las creencias más excelsas para explotar a la gente.
Militando por fin en un partido (¿el de los nazarenos?) y con un buen programa (las bienaventuranzas), paso a paso y sin soberbia, acaba siendo querido y aclamado por el pueblo, que le recibe por todo lo alto a pesar de que él camina en un humilde asno que no le da ni un ápice de majestuosidad.
Ese mismo pueblo le hace entrar en las instituciones y para celebrarlo, organiza una Primera Cena con sus compañeros liberados y otros asesores, con quienes reparte bienes y tareas.
Surgirá una oposición dentro de sus filas, al principio incipiente, en torno a un tal Judas, porque siempre hay alguien que no ríe las gracias.
Su lucha por el bienestar general, le enfrentan a la justicia, lo que asusta a los suyos, cuestión que unida a que empieza a creerse Dios, o el Hijo de Dios que es cosa parecida, va liando el asunto.
Cargando con la Cruz de la Justicia Social (todos dicen lo mismo) sufrirá alguna caída que otra, si bien el Cirineo o algún Partido Bisagra, le ayudará tras la tercera.
Su abandono del programa (dice ser capaz de hacer milagros pero no acaba con el paro), y otros rasgos de su comportamiento, le harán ir perdiendo apoyo social, hasta ser crucificado en la cruz de la indiferencia. De la indiferencia de aquellos que mandatos antes le habían aclamado y votado, en su entrada en el Jerusalém de las instituciones.
Morirá políticamente, entre ladrones y presuntos, espantosamente sólo, salvo la compañía de sus fieles Juan y las Tres Marías, pero ni siquiera con el apoyo de quienes liberó y dio trabajo en aquella Última Cena.
La lanzada la dará el Poder democráticamente.
Olvidado de todos, el político clásico, será enterrado y su Túnica Sagrada (o herencia política) subastada al mejor postor, hasta que, o bien porque muere realmente o porque sufre una enfermedad irreversible; todo el mundo, sobre todo los nuevos Mesías o aspirantes a tal, hablarán bien de él e incluso le harán homenajes, con lo que resucitará al tercer día, más o menos, subiendo a los cielos de las enciclopedias.
Y mientras, el pueblo a seguir repitiendo el ritual, que no en vano intuye que siempre tendrá el Mesías que se merece, cuestión esta que no es mal Vía Crucis.
PACO MOLINA . Zamora. 20 de Marzo del 2016. Domingo de Ramos.