Casi siempre al hablar de cine o al oír hablar, me encuentro con un “cruce de caminos” a donde llegan, cada uno por su lado: la critica joven, la crítica de posguerra, los estudiosos del cine, los intelectuales, los “snob”, los preciosistas, los que al cine van a divertirse, los “qué quieres que te diga, pero a mi me ha gustado”, los cinéfagos y tal vez algún modelo de espectador más.
Me tomo la libertad, con perdón, de dar dos o tres indicaciones al “cinemovilista”
a)
Ver una película es una vivencia.
Eso lo primero, por tanto tiene uno todos los derechos, hasta el de “soltar lagrimas de emoción”.
b) Hablar de una película no es una vivencia, por tanto hay que seguir un criterio.
No es una vivencia porque otros van a “vivirla”: se ha convertido en una “obra para todos”, es decir, ha tomado una proyección social.
Nuestro criterio para hablar de ella ha de ser nuestro “criterio sobre la sociedad”.
c) Criterios sobre la sociedad que yo sepa, solo hay dos: negativo y positivo.
Hemos reducido el “cruce de caminos”, a uno solo con dos direcciones: hemos resuelto bastante el problema.
Ataúd (Zaragoza)
Paco Molina. Fotogramas. 1970
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