domingo, 24 de noviembre de 2019

José Andrés Villar Santos. Psicólogo


José Andrés Villar Santos. Psicólogo.

De brujo a embrujo.

Si cuando el compa Villar era el único psicólogo del mundo español destinado en un instituto (que era una Universidad Laboral), nos dicen que acabaría siendo el director del Centro todos hubiéramos exclamado. “Como no le toque el puesto en el bingo”.

De ahí sin duda su afición a ese juego.

Psicólogo en un centro de enseñanza, cosa rara en el pleistoceno de la educación, se le conocía por “el brujo”, aunque su brujería no pasaba de comentar discretamente en las juntas de evaluación: “este es bajito, este es altito”.

Y hablando de altitos, hablemos del Altísimo, pues conviene saber que José Andrés  estuvo a punto de ser servidor del Altísimo, cuando reclutado a domicilio y siendo niño/adolescente, según costumbre de la época, estudió para fraile. Y con gran provecho. Pero, y ahí demostró por primera vez su carácter inteligente y práctico, cuando le iban a imponer los hábitos, dijo:

“No se, no se, el caso es que me tiran los cíngulos de la sisa” y lo dejó.

Era Preu. Y José Andrés, que ya tenía altas miras, cambió al altísimo por una que le ponía por las nubes.

Enseguida se corrió la voz por magisterio de que el ex fraile sorbía los vientos por una tal Conchita, por cierto aquí presente, como legítima esposa.

Si en toda pareja la mujer es más lista que el hombre en este caso no estamos ante una excepción, y Conchita, a la sazón muy jovencita (19 o 20 años, como él), informada de las aviesas intenciones de “Villar”, como le conocían todos, le pide prestados los apuntes para corroborar o no, el rumor.

Ta Chan Ta chan, Ta chan Ta chan. Ya se han casao. Ya se han casao.

Y es que los apuntes de Villar apuntaban al corazón.  Desde entonces Villar no ha conocido mujer que no sea Conchita y Conchita no ha conocido varón que no sea su Villar, por más que lleve unas mechas tipo “viva la virgen” en el pelo, para disimular.

Esto de los apuntes famosos de Villar tiene su importancia en el relato, porque anuncian una de las cualidades que le permitiría hasta hoy, no sólo ser director, sino ser un gran director. Es organizado, trabajador y cabal.

Pero es que además José Andrés Villar Santos es el último self-man, u hombre hecho a si mismo, a la imagen y semejanza de aquellos banqueros de antaño que empezaban de botones y acababan como dueños de la entidad.

José Andrés empezó en la Laboral trabajando como una piedra más de los cimientos. Luego fue un baluarte  a favor de los salesianos, ya que aunque él iba para agustino, posiblemente le remordía la conciencia por el feo que le había hecho a María Auxiliadora, y no era cuestión de abusar de la Misericordia del Señor.

Todos sabéis, porque lo habéis vivido, que el director Villar no toma nunca vacaciones, pero lo que tal vez no sepáis es que cuando tomaba vacaciones las pasaba aquí, integras, en el centro:

Abría la piscina descubierta y la cerraba. No se iba ni  a comer, lo hacía aquí. Y eso sólo por vicio, que no era nada en el centro, y menos socorrista.

Venía con toda la familia, Conchita con un embarazo distinto cada verano, y de nuevo en la conducta de Villar  volvemos a descubrir rasgos de su gran cabeza, pues cada día, además de hacerse cuatro largos de piscina y ocho largos de frontón, remataba con un larguísimo de mus, bajo una sombra de sombrilla que con jarra de cerveza en mano, permitía disfrutar de la vida como un pachá.

Es tal la vinculación de Villar a la Universidad Laboral que es obligación de todos nosotros vigilar si al dejar el centro su actual Director, no se desmorona el centro o no se desmorona Villar.  

José Andrés no te desmorones tú, que si fuiste cimiento del centro nosotros somos cimiento de lo que te mereces: un reconocimiento absoluto como compañero, como profesional y como brujo, pues al final conseguiste embrujar. O sea caer bien y que se te respete, admire y quiera.

Que la vida, Villar, te permita cantar cada día una línea de satisfacción y cada semana un bingo de felicidad. O viceversa; lo que tú quieras, Director.



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