martes, 3 de marzo de 2020

DISEÑO CURRICULAR CURSI (Y III)


DISEÑO CURRICULAR CURSI (Y III)

Con este título se viene defendiendo que el fracaso escolar existe y existirá mientras no se considere que la cantidad de materia y materias que se les exige a los alumnos es superior a sus fuerzas.

Bastará para probarlo, y que pase de ser una opinión discutible a convertirse en una verdad corroborada, el que los centros de profesores hicieran un “raspado” en todos los locales de su influencia con una simple pregunta:

“¿Ha podido usted explicar todo el temario? De ser así, ¿ha sentido usted que estaba acosado por la falta de tiempo?”.

Los resultados hablarían por si solos.

Quedaría así visto si cada asignatura está sobrecargada.

Mas queda otra importante cuestión.

Para un mismo alumno, ¿no serán excesivas tantas asignaturas por curso? 

Porque, claro, no basta con conseguir que en cada materia todo vaya bien, es necesario a su vez que no haya tantas disciplinas como para que lo arreglado por un lado se estropee por otro.

Por este camino, antipático para los profesionales del medio, también hay que tirar.

Lo mismo hay que apencar con el hecho de que tienen que existir asignaturas “marías”, es decir, por fuerza deben existir áreas de la educación que no tengan la rigidez propia de unas matemáticas  o un lenguaje; por el contrario, ha de dignificarse el sentido de las marías, que serán asignaturas de necesario conocimiento para el chico, pero que no requerirán memorizaciones de ningún tipo.

La objeción principal a todos estos planteamientos vienen de los padres y de algunas gentes de izquierda, y la formulan así:

Los progenitores quieren que sus hijos sepan el mayor número posible de cosas, y los revolucionarios luchan por que el pueblo sencillo reciba la misma (extensa) instrucción que el hijo o hija del pudiente, para que así su prole no esté en desventaja.

Si eso se pudiera conseguir, loado sea Dios y bendito su santo nombre; la pega está en que los hechos no parecen indicar que por ahí vayan los tiros, a no ser que confundan los tiros con los disparos, y estos con los disparates.

El objetivo primordial, principal y no se dice “único”, de milagro, debe ser conseguir que al niño o niña le guste aprender.

En cuanto se consiga eso y se logre mantener, dentro del adolescente después y del adulto mañana, se habrá logrado el mayor fin de la enseñanza y la mayor subversión del Orden Cultural Establecido (porque, ¡atención!, no es lo peor que el pueblo llano no tenga conocimientos como otras clases, lo peor es que se ha conseguido que huya del saber).

Pues bien, este objetivo básico no se logra, ni por asomo, ni actualmente sin LOGSE, ni posteriormente con LOGSE, si no se reducen los contenidos (y se aumenta la exigencia).

En los primeros días de escuela, la mayoría de los niños lloran (porque les sacan del ambiente habitual), pero hay algunos que no lo hacen  e incluso a los que les gusta ir a la escuela.

A éstos no pasaran muchos cursos sin que el sistema logre que, si no llorando, por lo menos vayan con rabia.

Todo ser humano gusta de aprender  y disfruta haciéndolo (basta observar la vida). Pero para ello, en la enseñanza reglamentada, es necesario ¡primero! entender, después asimilar y por ultimo comprobar lo captado.

El hijo del trabajador manual o el campesino, en cuanto descubriera el placer de saber, porque el maestro tuviera tiempo y espacio para explicárselo y hacérselo comprender/aprender, buscaría él mismo seguir por esa senda: ¡estudiar!

Pero en la sociedad estratificada y competitiva en que nadamos se impone un ritmo de aprendizaje que a los que llegan a la “fabrica de títulos”, con la desventaja inicial de proceder de un ambiente menos culto, pronto les va a resultar insuperable (a la mayoría) por lo que luego, al no sentirse moralmente obligados a seguir los estudios, en cuanto pueden buscan lo que les es anímicamente soportable: ¡dejarlo!

Los otros, al contrario, entre las muletas de las clases particulares y que el dinero no es necesario en casa con urgencia, a trancas y barrancas tiran para adelante.

Además, si hay estudios obligatorios, ¿no es lógico que sean asequibles para todos, puesto que a nadie, a la fuerza, se le puede crear un complejo de burro?

Hoy día, como no se reducen los contenidos de las asignaturas, se está, a la fuerza y en secreto, reduciendo el nivel de exigencia; con lo cual nos engañamos todos, cumpliendo así perfectamente la ley fundamental de la sociedad de la hipocresía: ¡engañarnos los unos a los otros como a nosotros mismos!

FRANCISCO MOLINA . El Correo de Zamora. 20 de Junio de 1990. Imperecedero

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