EL FLAUTISTA DE HAMELÍN
En el país de Hamelin se produjo una invasión de ratas. Ante esto, el rey de Hamelin puso en marcha los medios tradicionales: Técnicos, expertos, compañías especializadas, fueron llamados de uno en uno, y por orden, para acabar con la epidemia de roedores.
Pero nada, ni nadie conseguía erradicar aquella plaga. Entonces su majestad decidió ofrecer un millón de hamelones (moneda de Hamelin, cuyo cambio es difícil de precisar hasta después de que se establezca la moneda única) a quien resolviera aquel problema.
Aparece entonces un flautista que se ofrece a resolver el problema. Acepta el rey el trato y... zas...
Simplemente tocando su flauta el flautista se lleva tras él, atraídas por la música, a todas las ratas, haciendo que se ahoguen mientras el cruza el rio a pie.
En la autonomía de Castilla y León había, como en todas, cada vez más residuos biosanitarios peligrosos (los que generan los hospitales).
Ante esto, el presidente de la región solicitó consejo y decidió sacar a concurso (a pagar) la concesión para que una empresa buscara una solución a ese problema.
Gana derecho a ese negocio una empresa de nombre Socamex. Que cobrará por cada kilo que saque de un hospital.
Esta empresa está especializada en basureros y entre otros cuenta con el de Toro.
No se sabe en cuántos de esos basureros intentó poner la planta para tratar la nueva basura biosanitaria de la que había decidido hacerse cargo.
Si se sabe que el alcalde de Toro mediante un decreto, y la Comisión Provincial de Urbanismo (dependiente de la Junta) autorizaron la creación de una industria —la planta en cuestión— en suelo no urbanizable (dentro del basurero controlado de Toro).
Esa industria hace el tratamiento de toda Castilla y León y de otros territorios (cantidades entonces de basura biosanitaria peligrosa).
Para que en suelo no urbanizable se pueda poner una industria no agrícola, ha de considerarse que la susodicha es de "utilidad pública".
Y ahí está el meollo del asunto.
El Ayuntamiento no puede mantener que la planta es de utilidad pública para su municipio porque toda la ciudadanía toresana esta levantada contra ella.
Y la Comisión Provincial de Urbanismo no puede defender que instalar la planta en Toro sea de utilidad, porque resulta que la Junta de Castilla y León no ha hecho un plan integral para el tratamiento de residuos biosanitarios peligrosos y, en consecuencia, no sólo no sabe cuántas toneladas de basura de esta se produce, ni de qué grado de peligrosidad cada tonelada, ni cuál sería el lugar idóneo de ubicación de una planta para tratar estos residuos.
En consecuencia y por esto último, no puede utilizarse ningún informe técnico para demostrar que Toro es el sitio ideal y que por tanto, por utilidad pública, deba ser sacrificado (sacrificio mayor al ser tierra de industrias agroalimentarias).
En el cuento del flautista, el rey al ver que la solución que aplicó el personaje fue tan sencilla, se enrabietó y se negó a cumplir el contrato, con lo que el flautista de Hamelin tocando de nuevo la flauta se llevó, a los niños del pueblo, obligando al rey a rectificar.
Aquí la Junta debe reconocer que lo que ha hecho la empresa es ver donde sonaba la flauta y donde se dejaban colocar estos desperdicios.
Sonó la flauta en Toro (alcalde y Comisión Provincial de Urbanismo) pero debe reconocer el presidente Lucas que esto es una chapuza y por tanto su obligación es dar marcha atrás y deshacer el contrato con Socamex.
Ahora bien, como puede ocurrir que Socamex tenga algún derecho (y se llevaría a los niños) que el rey de Castilla y León indemnice a la empresa con sus presupuestos, pero nunca utilizando al Ayuntamiento de Toro, es decir, al pueblo de Toro, porque se limitan a sublevarse contra un acto que solo se hizo para ver si sonaba la flauta y tragaban.
FRANCISCO MOLINA. La Opinión de Zamora. 9 de Octubre de 1996
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