EL TERCO DE ZAMORA
Romance de ciegos
Por FRANCISCO MOLINA MARTÍNEZ
I
De una ciudad española
Como su nombre de grata
Es de la que hablamos hoy
En esta narración chata
II
Hijos de mil y una noche
La bautizaron primero
Porque en ella junto al Duero
Una y mil noches de amor vivieron
Desde tiempo inmemorial
Lo sabe cualquier mortal
Le dicen así a la perla
Porque en su tierra tan yerma
Todo el amor se encuentra
Desde la Z a la A……ZamorA
III
Mas lo bello por ser bello
Desconfiamos que exista
Tan absurdo es nuestro mundo.
Pero pà hacerlo verdad
Lo dicho sobre el amor
Sirva la historia que sigue
Cogida corriendo al vuelo
Calendario doblado en dos
Allá por allá nos lleva
Pues de duques era la era
Y de siervos de la gleba
IV
Cuanto más feo era el nombre
Más bella era la jaca
Pues la llamaban Urraca
Su edad era tentación
Su cara guapa a rabiar
Y su cuerpo una ballesta
Que flecha quiere lanzar
V
No pegaba en aquel mundo
Pues su pasión galopante
Desentonaba en secreto
Entre tanto,
Caballero andante
Damas de protocolo
Y plebe fiel por narices
Encima era la reina
O por mejor decir Señora
De la ciudad de Zamora
VI
Los huracanes que provocaba
Por quiera que ella pasaba
No a todos arrastraba
Con la misma intensidad
Que quien más trapo tenía
Sentía que el viento en popa
Le llevaba hacia la proa
de tan bella criatura
Sin poderlo remediar
VII
Un hombre normal y burdo
Sin atractivo ninguno
La adoraba como un kurdo
Y no hay que extrañarse nada
De que siendo ella tan bella
La amara tanto aquél hombre
Que no tenía en su cuerpo
Ni la mitad del encanto
De su más humilde manto
Tenemos la mala tienta
De ponernos a pensar
Que las personas no guapas
No se han de arrebatar
En pasiones y deseos
Idea loca por Dios
Pues ni Éste discurrió
Que quien no tenga comida
De alguna forma no sienta
El hambre que da la vida
VIII
Si por algo es reina Urraca
Es por inteligente y guapa
Más no por otra cuestión
Que Zamora es ciudad, no reino,
Ni siquiera de León
IX
Para el hombre que la amaba
Todo les separaba
Que ella era reina y señora
Y él no podía pasar
De ser servidor leal
Ni tan siquiera su nombre
Bellido Dolfos, Bellido,
Le sonaba a Doña Urraca
Por más que lo conocía
Pues no hay mujer que no sepa
El hombre que la porfía
X
Problemas hay en el mundo
A más de hambre y amor
Que no los debía haber
Pues no sirven para nada
salvo que se consideren algo
Guerra, odio y rencor.
Y si el problema de él era Urraca
El de esta era la Estaca
Pues en guerra y estallido
Puesto la había
un mal nacido
XI
Nacido o no mal nacido
Del mismo vientre nacido
Pues el que guerra buscaba
Era Sancho el malacara
Igual que ella engendrado
Hijo del padre querido
XII
Pegarse por una herencia
Debe ser buena pendencia
Pues hasta hermanos lo hacen
Desde tiempo inmemorial
Y no les debe de ir mal
Que aún hijos de buena estofa
Transforman en carcamal
Al que en el lecho mortal
Consideraban genial
Aquí el muerto indiscreto fue
Fernando I el Grande
Que al morir partió con cariño
Lo que su espada había unido con tino
A un hijo dejó Castilla
A otro León
Aún a otro Galicia entera
Y aunque parezca quimera
Tan grande fue su grandeza
Que a las mujeres dejó
Dos ciudades fortaleza
XIII
Mientras la madre vivió, vaya
Pero al morir la parienta
El de Castilla glotón
Fue a por Galicia y por León
La ciudad sobre la peña
Tan sólo con el aliento
Quitó a su hermana pequeña,
Toro.
Y como otro verraco
Contra Zamora embistió
XIV
Recordaba
La bellísima doncella
Su infancia y adolescencia
Con días, bosques y riberas
Que embargaban su conciencia
De recuerdos imborrables
En el castillo en que estaba
Jugó, con el padre al que adoraba,
En el rio en que bañó
Sedujo al Cid a quien amó
Y en las calles que miraba
Caras amigas veía
Que un día le dieron agua
O curaron de caída
O le invitaron a dulces
Mientras pasaba la vida
Era mucho para ella
Perder otra cosa más:
Su padre muerto por vida
Su amor de siempre esfumado
Y sin haberlo logrado
Y ahora, por un cretino
¿Iba a perder su destino?
XV
Del destino los bromazos
Más que bromas son porrazos
Y así quiso aquel cretino
¡¡El destino!!
Que le pidiera rendirse
Aquel Cid Campeador
a quien estuvo rendida
de alma y de corazón.
La cercaba su Sancho hermano
La amenazaba su amor primero
Y le pedían Zamora
“No puedo, no puedo
Esto tiene que acabar”
Y aquella noche olvidó
Que era bella, ¡lloró!
Que era fuerte, ¡tembló!
Que era mujer, ¡peleó!
XVI
“Esta noche he llorado
De rabia, de amor y pena
Fuisteis los preferidos del Rey
Fernando
Como yo quisiera haber sido su preferida
Mi tutor, Arias Gonzalo, con vosotros me educó
Y costumbres de aquí inculcó
En cada esquina de esta ciudad
Algo de mi vida hay
Y en los alrededores, valientes,
Vi despuntar mis dientes.
Mi hermano Sancho ahora
Nos ha cercado Zamora
Y el de Castilla Rey
Quiere imponernos su ley.
Ha quitado a mis hermanos
Manchándose bien las manos
Toro, Galicia y León.
No se que ha de pasar
pasando a ser sus vasallos
pero de quien así trata
la memoria de su padre
y a los hijos de su madre
es justo desconfiar
pues más parece una rata.
Esta noche he llorado
De rabia de amor y pena
He llorado sin parar
Y cuando sin fuerzas sentía
Que lágrimas no tenía
Ocurrió que amanecía
Zamoranos resistid
Yo os invito, resistamos,
Todos juntos resistamos.
Si hay que luchar se lucha
Si hay que aguantar se aguanta.
¡Hasta la última lágrima!
Y cuando sin fuerzas sintamos
Que lágrimas no tenemos
Que amanecemos veremos”
XVII
Palmas, metales y gargantas
Tronaron
Clamor, valor y entusiasmo rubricaron
“Quien quiera entrar en Zamora
Si lo hace en plan guerreo
Lo arrojaremos al Duero”
-gritó espontáneo Bellido-
Y contentas responden voces
“Al Duero, al Duero”
La plaza es un corazón
Que no cesa de latir
La emoción tiembla rodillas
de Bellido y muchos más.
Allí ella
como una diosa, bella
cual gladiadora, valiente
igual que amante,
resplandeciente
Sus miradas se cruzaron
Chispa de afecto vio en ella
Y se llenó de orgullo.
Devoción y admiración
vio en él
y se llenó de ternura
XVIII
El asedio avanzó por meses
Y como la angustia todo lo cobra
Aunque siempre hermosa Urraca
Mostró en su rostro zozobra
¿Estaba siendo justa?
¿Lo que era bueno para ella
era bueno para su pueblo?
¿Era la dignidad de la ciudad o la de
ella, la que defendía?
Bellido al tanto
Suplía con valentía
La carencia de su vida
Templaba ánimos
Adiestraba mozos
Sugería tretas
Llenaba su tiempo de acción
No le estallara de amor.
Desde lejos la cuidaba
Y notaba más que el resto
Que aquella mujer de arresto
Había perdido, aún bella,
De la paz, la huella
La sonrisa
Acostumbrado a aguantar aguanta
La pena de no tenerla
Y de verse rechazado
Sufrir su sufrimiento, vaya
Verla sufrir, estalla
XIX
¡Verla sufrir estalla!
Palmo a palmo
Idea un plan
Su regalo de amor será
Sólo los enamorados
Trabajan como posesos
Porque sólo ellos están
Por poseídos posesos
De cariño poseídos
De deseo poseídos
De necesidad posesos
Su nombre grabó en la espada
Hasta al caballo le hablaba
Y en sus silencios sin turno
Aquel hombre taciturno
La llamaba
Fuera de él vivía
Pero no vivía en ella
Estaba, claro, loco, estaba
Loco de amor por ella
XX
¡Han matado al rey!
¡Han matado al Rey!
¡Sancho a muerto, no es de ley!
De dentro salían voces
Voces llegaban de fuera
Y en mezcla que daban coces
Coces sentía cualquiera.
Piedras, árboles y rio
También gritaban
También temblaban
¡Han matado al Rey!
De las murallas afuera
Las mil tiendas de campaña
Se tornaron catafalcos
De ternura y desentraña;
Y aquí dentro, bien cercados,
Gritos fueron acallados
Tras el júbilo espontáneo
Espontaneo gritó el miedo,
El miedo
XXI
Sesión solemne
Concejo de nobles e hijosdalgo
Sesión solemne
Preside la joven Capitana
Sesión solemne
Zamora inquieta
Ella muda, calló
Calló su voz
Calló su cara
Ni un solo gesto salió
Porque su alma calló
Urraca.
Ellos, los nobles
De título más que de alma
Contra Bellido clamaron
“¡Irresponsable, mendaz, traidor!”
Y sin más lo condenaron.
Condenado ante sus ojos
Condenado ante su amada
De aquella llaga manaba
La sangre de sus despojos
Los largos meses de asedio
La lucha contra un imperio
La incertidumbre del mando
Les mandaba una mujer
A los nobles no tan nobles
Les hizo perder el norte
Descomponer su valor
Y dar rienda suelta al miedo
Cebándose en el traidor
Urraca se puso en pié
Y sentenció la sesión
“Leales mis servidores
Supongo sois sabedores
Que matar al rey señores
A todos hace traidores”
XXII
Bellido fue a la mazmorra
Mientras en Castilla entera
A Urraca llamaban zorra
Retada fue la ciudad
Pues si de ella era el traidor
Decían los sitiadores
Obispos y todo el mundo
La ciudad era traidora
Un conde valiente y bravo
Con hijos de igual ralea
Aceptó pelear pelea
Para salvar a Zamora
de afrenta tan dolorosa
Conocido fue el asunto
Que desde siempre hasta ahora
Se fue contando a la gente
Como el Cerco de Zamora
XXIII
Turbulentos días
los corazones turban
y Urraca durmió azarosa
girando su cuerpo hermoso
mientras en su mente está
el cejijunto Bellido.
¿Por qué mató al Rey Bellido?
Siendo de la ciudad Señora
La traición no importa ahora
Mucho más le importaba
Algo que sospechaba
XXIV
Allá en la noche en secreto
Dispuso todo con mimo
Hasta conseguir discreto
Un encuentro en el camino
Acostumbrada a mandar
miró a sus ojos sin más.
“¿Por qué lo has hecho Bellido?”
“Por Zamora mi ciudad”
“¿Por qué lo has hecho Bellido?”
“Por Zamora mi ciudad”
“Matar a un Rey no es de Ley”
“Pero si es ambicioso
Es como matar un oso”
“En el Campo la Verdad
Nobles nobles han caído
Y la fama de este sitio
Como se vino se ha ido
¿por qué lo has hecho Bellido?”
Y él calló
Pero sus ojos hablaron
Más de la cuenta brillaron.
Los ojos de ella también
Se acoplaron a los de él
Y acercándose hasta el alma
Le preguntó con cariño:
“Dímelo a mi buen guerrero
A dónde querías ir
con un golpe tan certero?”
“¿Admiráis mi acción Señora?”
“Poco admiro por ahora
Que un valiente como tú
Perjudique lo que adora”
“Si he pecado, perdón
Pues no era la intención”
“Perdón te doy solamente
Si me dices sin mentira
Por qué actuó ciegamente
El hasta ayer un valiente”
“Vuestra cara se perdía,
día a día,
ver sufrir a la ciudad
puedo hacerlo por piedad,
ver sufrir a mi Señora,
ni nunca ni ahora;
mandadme pues a ajusticiar
¡y a acabar!
“ERES TERCO Y MUY TOZUDO
¡QUITA DEL ALMA EL ESCUDO!”
“Os amo”
Urraca comprendió todo
Aquél hombre nada atractivo
La amaba sin remisión
Y por hacerle un favor
Mató al hermano traidor
XXV
Urraca, mujer al cabo
Admiró su admiración
Y allí en noche cerrada
Desató su corazón
Y cuerpos tan abrazados
Destrozaron la razón
Silencio y quejidos mudos
Salieron de tanto amar;
Luna, búhos y sol fueron
Quienes marcaron el tiempo
Y al clarear aquel alba
En su pasión hubo calma.
Ya para Urraca y Bellido
Todo podía ocurrir
Pues como dice su pueblo:
SÓLO EN EL AMOR ESTÁ
EL CAMPO DE LA VERDAD
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