LAS BOLAS DE BILLAR
El nefasto chiste de la serie de “los de Jaimito” sustenta su poca gracia en el equívoco que se produce entre las bolas de billar en sentido genérico (el juego del billar) y las “bolas de Villar” en el sentido particular de los atributos del señor Villar.
Esa misma confusión entre lo genérico y lo particular es lo que hace que la política del PP en Zamora sea un chiste (un mal chiste, como el de Jaimito).
Basta para comprobarlo un repaso a los briosos acontecimientos que son su vida (la del PP zamorano) para ver (por deducción) que predominan los intereses particulares sobre los genéricos (que debían ser la política de ese partido).
Legislatura anterior:
El señor Bahamonde (portavoz del PP en el Ayuntamiento) se enfrenta en la Diputación con Antolín (presidente de la misma).
¿Por qué? Dado que no tenían distintas políticas hay que sospechar, y con razón, que era porque no le daba todo lo que merecía (la vicepresidencia primera).
Sin embargo ahora, el señor Bahamonde es apóstol del mesías Antolín.
¿Por qué? Porque el señor Cot (jefe del PP provincial) no le puso como candidato a alcalde (ahora que salía seguro) y dado que Cot era enemigo de Antolín, de paso se granjeaba las simpatías de éste y ¡hala! premio seguro (liberado en la Diputación).
Vayamos con el fenómeno Antolín (y se le denomina así dado que, la primera vez que va en una lista en su vida, va y sale alcalde, la segunda sale presidente de la Diputación y la tercera lo mismo, y claro, con ese carrerón, él se cree a sí mismo un fenómeno).
Bueno pues el fenómeno Antolín, durante su época de alcalde empieza a sufrir ataques de manía persecutoria y confunde cualquier discrepancia de los suyos con una puñalada trapera.
Le surge entonces el recelo respecto a sus propios concejales (entre ellos la señora Baquerín) y respecto a la línea oficial del PP (Luis Cid y otros nunca aprueban el salto de la verja del cuartel por un señor de derechas, que por definición debe defender el orden establecido).
Por lo dicho, han germinado en él dos antipatías; una, contra los oficialistas del PP en Zamora, y otra, contra el señor Cot por carambola (las bolas de billar) ya que la señora Baquerín es a la sazón señora de Cot.
En esto, el PP de Valladolid (o sea el PP de las alturas) ordena ponerle como candidato a la Diputación (Luis Cid lo deja y él no quiere repetir de alcalde; solo él sabe lo que sufrió a pesar de la gloria del asalto al cuartel).
Ese apoyo desde Valladolid (e incluso Madrid) le hace creer que es intocable.
Pero cuando acaba su primer mandato, descubre que quiere seguir (esto sí que es un chollo comparado con la Alcaldía) y descubre también que, por su carácter desconfiado (recuérdese su manía persecutoria), muchos de los suyos no quieren que siga.
Incluso los de la lista del Ayuntamiento de Zamora no quieren que vaya con ellos.
Dado que esa lista es oficialista cristalizan sus fobias (Cot, el PP oficial de Zamora y el nuevo alcalde Vázquez).
Creados (al menos en su cabeza) sus enemigos, se tiene que buscar amigos.
Se siente solo, porque el apoyo de Valladolid (aunque lo tiene para ir a la Diputación) queda muy lejos en lo cotidiano.
Decide entonces montarse su guardia pretoriana. Los cuatro años de “presi” de la Diputación le han granjeado la suerte de entrar en un mundo para el desconocido, pero muy agradecido:
Basta con unas cuantas ayudas en inseminación artificial del porcino y ¡zas! Asaja en el bote; bastan cuatro ayudas descompensadas para cuatro pueblos y ¡zas! alcaldes devotos (y viceversa: votos de alcaldes).
Empieza así la nueva legislatura (como ven, nunca han estado en juego conceptos políticos, sólo intereses particulares, estamos pues ante las bolas de Villar, y ahora empiezan las carambolas a tres bandas).
Antolín y los suyos se hacen fuertes en la Diputación, contra el PP oficial y el Ayuntamiento de la ciudad.
Para saber quiénes son los de Antolín basta con ver a qué diputados dio más competencia (o sea, más sueldo).
Sin embargo, las elecciones ya han pasado y el natural revuelo de las luchas por ir en las listas (que debía esfumarse de manera natural) sigue, por cabezonería y/o ingenuidad de Antolín.
Cae entonces éste en desgracia ante Valladolid y Madrid; pero él, que se considera un fenómeno (vive en la inopia conspirativa) quiere un baño de multitudes y organiza la cena de Corrales (contra el sector oficial de Zamora).
Valladolid, bastante hasta las narices del “niñato", amenaza duro a los cargos públicos que acudan.
Se rajan entonces: el señor Tomas (vicepresidente primero de la Diputación) y la señora Riesco (patrona del Patronato de Turismo).
Ese acto de desafecto, cuando le está subiendo el miedo por el cuerpo al ver que ya no es el niño mimado de Lucas, hace que se masque la tragedia.
Meses después, doña Ana Riesco celebra un acontecimiento familiar y el diario LA OPINIÓN-EL CORREO publica una foto significativa (que debía acompañar este escrito).
Entre los diputados provinciales asistentes no está don Antolín.
O le invitaron y no fue, o ni siquiera le invitaron.
Da igual una cosa que otra, la gravedad del momento (del momento particular y privado, que los problemas públicos siguen sin resolverse) está perfectamente reflejado en la foto.
Ahí están los que fueron y los que no fueron.
Ahí está "el enemigo dentro de casa", el grupo de la banda pretoriana de Antolín que, como la nave da bandazos, se pasa al sector oficial.
El miedo no le llega al cuerpo al presidente y manda a la diputada de Turismo a hacerlo (la destituye).
Pero por otro lado se sigue sintiendo un fenómeno porque, pásmense, ahora el señor Cot es aliado suyo.
¿Por qué? Por las carambolas del billar.
El jefe del partido sabe que Valladolid considera que no lo hace bien y quiere quitarlo. Únase a eso que la señora Baquerín en el Ayuntamiento, ha entrado en colisión con el señor Vázquez (línea oficial en estado puro) y ya está todo explicado.
Y así se presentan "las cruzadas" ante el próximo congreso provincial del PP.
Valladolid, mas el sector oficial de Zamora, mas el Ayuntamiento de la capital, mas los de la foto, por un lado y por otro, Antolín, Cot, algunos alcaldes y Asaja (siempre que el sindicato sean solo sus dirigentes).
Lo único que tranquiliza es que, como dice LA OPINIÓN-EL CORREO de Zamora aún se reúnen los unos y los otros a celebrar cosas en una bodega de Coreses.
Así sea, porque el día que se reúnan en Coreses en torno a mejor trompa, apaga y vámonos.
FRANCISCO MOLINA. La Opinión de Zamora. 30-Julio1996
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