sábado, 2 de mayo de 2020

EL ODIO NO ES COSA DEL DEMONIO.



EL ODIO NO ES COSA DEL DEMONIO.

En la Física inventaron una magnitud (la Entropía) que mide el grado de desorden de la masa (o de la energía que lo mismo es, pues Einstein demostró que E=mc2 donde “E” es la energía, “m” la masa y “c2” la velocidad de la luz al cuadrado).

Del estudio de la Entropía se deduce que en el Universo, a medida que pasa el tiempo, aumenta el desorden. Es decir, el orden cada vez está menos ordenado.

A su vez la teoría marxista (preséntenme una mejor) sobre la lucha de clases como motor de los cambios históricos, apunta en el mismo sentido en lo tocante al (des)orden social.

Afirmando Marx que en este momento histórico, el modo de producción capitalista (ahora que el Dinero ya es el Dios Verdadero) se está imponiendo en todo el planeta, y es imparable; arrasando a su paso con cualquier otro principio o valor moral (honor, familia, patria, fe, monarquía, dignidad…).

Es decir el “tanto tienes tanto vales”, ha hecho (y está haciendo) que todo salte por los aires. Por eso hoy, el desorden social, es mayor que ayer, que hace décadas, que hace un siglo.

Y en este orden de cosas (desorden de ideas) el Capital ha introducido en sociedad (para multiplicar su dinero) el fabuloso invento de la informática, de las redes sociales.

Dándole lo mismo que esa sea la puerta que da a la verdadera libertad de expresión (o al menos a la libertad de desahogo) a la que cada cual tiene derecho.

Pero claro, el Poder Político (un pelele al servicio de los ricos) teme que mucho desorden desemboque en el caos (¡El Caos! El coco o “asusta niños” que nunca existió; como muy bien mostró Agustín García Calvo; y usted puede corroborar repasando su vida).

Consecuencia de todo lo anterior, y por el natural miedo al desorden imparable, se ha inventado el delito de incitación al odio.

Hasta hace bien poco, como los medios de comunicación son de los poderosos, todo estaba lo suficientemente contralado (incluso la presunta incitación al odio) pero ahora que cualquiera puede (a través de internet) lanzar al mar su botella de naufrago con la carta que pide auxilio dentro (mostrando su ira), ahora, la rama política de ese poder sin entrañas, quiere poner puertas al mar y controlar lo incontrolable.

Ya los antiguos dijeron que los pecados capitales (lujuria, pereza, gula, ira, envidia, avaricia y soberbia) eran un peligro para la convivencia de la tribu. 

Pues bien, fíjense que entre ellos está la IRA.

Porque es la ira la que genera el odio, y claro, en este orden social injusto (el 1% de súper ricos, el 20 % de adláteres de ellos, y un 79 % de parias de la tierra y del sufrimiento) la ira se genera y propaga sola.

Decía Lenin, “el pueblo es la pólvora y la verdad es la chispa; acercar la chispa a la pólvora (la verdad al pueblo) y estallará (la revolución)”.

Si se sabe la verdad, que otro mundo es posible, estallará la ira, y con ella el odio, contra el reparto injusto y no natural, de los bienes de la Tierra.

Históricamente, cuando los ricos han querido que atacáramos a otros pueblos, previamente nos han inculcado odio contra ellos, contándonos que eran bárbaros, despiadados, de religión equivocada, o atrasados por bestias. Etc.

El ser humano no quiere matar a un semejante, salvo que le odie, por eso el odio es útil.

En consecuencia, los poderosos quieren controlar ese arma de destrucción humana  (como controlan las demás) y dicen, por tanto, que la ira y su hijo, el odio, son cosas que sólo debe poder administrar o difundir el Poder.

El desorden, sinónimo de libertad (“apetitos desordenados” los denomina la santa y sabia Madre Iglesia), es imparable, aunque mucha gente caerá en el camino.

Y es imparable, porque por ejemplo, producen ira (la madre del odio) COSAS ASÍ:

Que a los jubilados no les suban la paga y a los demás si.

Que las ayudas para los dependientes lleguen dramáticamente tarde.

Que los ricos no paguen impuestos en comparación con los trabajadores.

Que el que roba dinero público no pague el delito, ni el dinero, mientras que el roba-gallinas da con sus huesos en la cárcel.

Que algunos empresarios (demasiados) no den de alta a sus obreros en la Seguridad Social.

Que no se paguen las horas extras.

Que un desahuciado pierda la casa y dinero pagado, y además siga con la deuda de lo que queda por pagar.

Que tanta gente viva en torno a la política sin que se vea el fruto de tanto gasto.

En resumen: El propagar el odio no puede pues ser delito, porque de lo contrario, nos cargamos el orden establecido (por los odiosos).


Paco Molina. Zamora. 3 de Abril del 2017.


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