AMOR DE SOBRE (y III)
Es ésta una serie de tres escritos en los que se pretende que cuando tengas la pluma en la mano, puesto a escribirle a ella (o tú a él, o ella a ella, o él a él, ¡que caray!).
Pues lo dicho, aquí se pretende que cuando tengas que ponerle a ella los puntos (del amor) sobre las íes (de su ser), no te andes por las ramas (salvo que seas Tarzán y vayas a saltar)
Si hasta ahora se te ha ilustrado en cuanto al encabezamiento y el cuerpo de una carta, hoy, y con dolor (no te creas), se va a hablar de cómo ha de ser una despedida, y clases de esta (si las hubiera o hubiese).
Si el encabezamiento te puede levantar dolor de cabeza por lo delicado y esencial, y el cuerpo (de Ia carta) te agotara en esa batalla de sentimientos que tienes que expresar y reprimir, que contar y callar, que gritar y susurrar; la despedida (¡ay, ilusión vana!), la despedida es el no va más de una carta de amor volcado (y volcánico, ni te digo).
La clave de la despedida está, paradójicamente, en su métrica, es decir, en su longitud (ahí la paradoja), que siendo de trascendencia sentimental ilimitada, su gracia, su sabor, su magia este en que dure lo justo (ni palabra de más, ni palabra de menos)...
La razón es clara; si la despedida es larga, por ejemplo, consta de un párrafo de más de cinco líneas (por supuesto que está terminantemente prohibido pasar de una parrafada), entonces es una bobada no utilizar esa energía, ese vigor, ese viento caliente y cálido para meterlo en el cuerpo (de la carta); mientras que si la despedida “se hace en dos patadas”, le va a sentar como dos patadas
(que precisamente en esa razón se basa la existencia de la conocida frase, “me sentó como dos patadas”, cifra coincidente con el numero de ovarios y testículos por persona.
Asegurada la correcta duración de una “despedida” correcta, conviene saber cuáles son los principales tipo de esta.
Se citan como más destacadas:
-La despedida de soltero:
Llámase así a ese tipo de despedida bestia, audaz y un tanto ebria (vulgo borracha) en la que le espetas a ella lo que te molan sus mamolas, lo que te turban sus turbaciones y lo que te sulibeya su zona mas plebeya.
En este tipo de despedida el final debe dejar claro que escribías para calmarte y estas peor que antes (que nunca).
-Otro modelo de despedida tipo es la “despedida CEOE, o despedida empresarial”; más conocida, entre expertos de las letras, como “despedida libre y gratuita”.
Es básicamente seca, concisa y técnica, bordeando la grosería.
Tal vez te preguntes, pues entonces, ¿dónde está su razón de ser?. Pues mira, está en su poderoso “factor de eficacia”, dada la competitividad que genera en el sujeto (en este caso, sujeta) paciente de la carta, que se acaba picando ante tanta frialdad y lucha ¡a cuerpo limpio! (que higiénico) para derrotar a su oponente, achicharrándolo
(palabra que como se ve se compone de chicha y calor; “achicharradora: dícese de la que mata dando calor con la chicha).
-Y por último, no debe quedar sin mención la “despedida del relojero”, que recibe su nombre de la célebre melodía “Reloj, no marques las horas”
Es en esencia algo así como: “Adiós Panterita, me voy a hacer el imbécil, por ahí; porque estar sin ti, chiquilla, es hacer el imbécil. Dime si no, qué es querer que los semáforos sean tus grandes ojos y que me los guiñes juguetona; creer que van a crear “becas para casos perdidos”, ya que gracias a una voy a “poder estudiarte” noche y día, cuerpo y alma, vida y vida; dime si no es ser imbécil no depender de uno mismo ni para pasarlo bien, que así me has dejado, que así sigo y así me quedo ¡sin saber hacer nada sin ti!.
“Un beso, justo ahí, en el alma. Se despide de vos éste que no lo es desde que te conoce. Yo”
FRANCISCO MOLINA. El Correo de Zamora. Julio de 1991. Imperecedero
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