viernes, 21 de febrero de 2020

CELEBRAR DERROTAS


CELEBRAR DERROTAS

Cada vez que llega el Día de Villalar, los intelectuales como Dios manda (y bien que manda) nos dicen, al común de los mortales, que es absurdo celebrar una derrota.

Recordemos que en Villalar las Fuerzas del Orden establecido de la época les dieron para el pelo a los Comuneros.

Es decir, vienen a decir que lo natural es celebrar victorias y lo artificial o ridículo, el celebrar derrotas.

Pues bien, en lo que sigue vamos a demostrar que celebrar-celebrar (como recuerdo de algo), en sí, no es algo natural, que es algo artificial o cultural, como se prefiera.

Y luego, corriendito, vamos a ver que celebrar es, sólo cultural y producto de la invención del hombre, sino que ese es un invento del "hombre poderoso" y no del hombre "victima del poderoso".

Para que se entienda mejor: la cerámica es un invento del ser humano, y el principio de autoridad es un invento de los poderosos del género humano, no de todos.

Fijémonos primero, para lo primero, en que lo que sí es natural es celebrar o festejar lo bueno, pero no como recuerdo de nada del pasado sino como presente bueno y riquísimo que se pone delante y que hay que disfrutarlo en presente.

Por esto es por lo que, posiblemente, en cada lugar de la tierra, cuando venia el buen tiempo ¡se celebraba! (pero no la victoria, pues nadie venció al mal tiempo, sino que se celebraba el rico presente que se presentaba).

¿A quien no le gusta que le ofrezcan presentes, y no pasados, ni futuros? De ahí que cuando empiezan las cuatro estaciones del año, casi todos los pueblos celebran: el sol, o que los días vuelven a crecer y viene el sol, o las cosechas etc.

Queda pues claro que lo natural es ponerse contentos cuando se tienen delante algo bueno. Luego, después, viene ya el invento de celebrar, en el sentido de conmemorar, y como es invento, ya es algo cultural y no natural.

Surgen las conmemoraciones de episodios que ya no volverán, fueran reales o ficticios.

Y así, poco a poco, los que van inventando esto de celebrar las cosas, como son los poderosos de la época, y toda declaración se convierte en fiesta (para que parezca que es "una alegría natural ante un bien que se nos pone delante") se dan cuenta de que no pueden pasarse en celebraciones, pues entonces los esclavos serían como los amos, los siervos como los señores, y los obreros como los empresarios.

Porque en definitiva, ¿Qué encierra una fiesta como factor común a todos? que en ella no se debe ir a trabajar.

Luego, fiestas y celebraciones, debería haber poquísimas, porque si hubiera 365 al año, trabajarían lo mismo los ricos que los pobres, o sea nada.

Y entonces, se acabó el orden establecido (que como su nombre indica establece que unos son trabajadores y los otros... empleadores y que establece que hay que celebrar solo las victorias, y no todas, únicamente las que diga el convenio colectivo.)

Así las cosas, había que hacernos creer a todos que lo lógico es celebrar solo los éxitos y no las derrotas.

Y la razón es evidente, éxitos, lo que se dice éxitos, se cuentan con los dedos de la mano.

Y sin embargo, derrotas, no con las estrellas del cielo se cuentan.

Así que si celebráramos derrotas ¡todos los días estaríamos de juerga!

Sobre todo en Zamora.

Así que ¡celebremos derrotas! Por ejemplo, la población va bajando sin remisión, pues bien, el día que lleguemos a los 150.000 habitantes en la provincia (solo nos falta perder unos miles). ¡Fiesta para siempre!

Celebremos derrotas y así hasta la traca final. Y tú, poca cosa sin patria, haz como yo, que he declarado fiesta local cada derrota intima y desde entonces, no hay día que no celebre algo.


Francisco Molina (Zamora). La Opinión de Zamora. Imperecedero

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