El paro surge de la aparición de la maquinaria, que en menos tiempo y con mayor producción, sustituye cada vez más a los trabajadores. Y este es un proceso continuo, el desplazamiento del hombre por la máquina, que se viene produciendo desde siempre. En el siglo pasado no sólo las jornadas superaban la docena de horas diarias sino que, incluso, trabajaban mujeres y niños.
Las máquinas permitieron reducir la jornada de trabajo y (además) prescindir de los niños.
Aún así, a pesar de la reducción del tiempo diario de trabajo, el fantasma del paro ya habría sido un problema crucial en el desarrollo del progreso de no haber surgido las dos últimas guerras mundiales, guerras burguesas, guerras entre capitales monetarios para dominar mercados de trabajo, que con su sello de sangre, destrucción, sufrimiento y muerte ocultaron o postergaron el problema de la sociedad capitalista: la producción de paro.