domingo, 22 de marzo de 2020

PRESOS DEL SIDA


PRESOS DEL SIDA 

Por ser concejal de IU se dirigió a mí, por carta, un recluso de la prisión de Zamora, de nombre Andrés y sobre el que ya escribió un soberbio comentario Gabriel Guijosa.

Nunca sospeché que una cosa tan simple y sin importancia como el ser concejal pudiera ser motivo para descubrir un mundo tan marginal y desconocido para los que hemos tenido suerte en la vida.

Andrés me escribe larguísimas cartas, atropelladas en el tiempo, y la última con un grito en el sobre: “Date prisa, quiero hablar contigo. El tiempo se me acaba”.

Por lo demás, jamás creí que pudiera ser literalmente cierta la frase: "Ese no tiene dónde caerse muerto".

Pero...muy tristemente, lo es. La Ley Penitenciaria permite a los presos que están a punto de morir o con un diagnóstico de muerte segura ("fase terminal de alguna enfermedad") poder obtener la libertad... con solo dos condiciones: un informe favorable y que alguien les acoja.

En nuestra cárcel hay tres o cuatro casos de estos. Hay tres o cuatro personas que teniendo derecho a la libertad, no pueden disfrutar de ella porque no tienen a dónde ir.

Por estar a punto de morir se les concede la gracia infinita de salir de lo que si no será por fuerza su mausoleo de barrotes..., pero por no tener a nadie que les acoja no pueden obtener el alivio de la libertad.

No pueden salir de la cartel porque no tienen donde caerse muertos.

Así de cruel.

Alguien, las instituciones, las organizaciones benéficas, el estado, alguien debe crear centros o simples y sencillos lugares (pisos, casas rurales, habitaciones, algo) donde puedan recibir cobijo y alguna ayuda económica estas personas cuyo único requisito que no cumplen para "morir en libertad", es el de que no tienen donde esperar su propio final.

Hay que empezar a hacer algo.

Que los que tienen poder se muevan.

Andrés se movió. Ante la sentencia de muerte por Sida que le anunciaron se rebeló intelectualmente (Andrés nunca ha sido violento), tal vez por ello se convirtió en un preso incómodo, impertinente.

Hay otros, que en la situación de él, no dan la lata.

Tanto para uno como para los otros, ya que a la cárcel de fuera se le une la cárcel de dentro del Sida, y puesto que no encuentran, de momento, con quien ir a morir; lo lógico es que en la prisión les mimen, les traten con paciencia y privilegios, para que su dramático final se vea aliviado.

Andrés hizo huelgas de hambre pidiendo socorro al destino.

Andrés estaba en la cárcel por robar. Nació en un mundo duro y triste, y quiso pasar al lujo y al poder.

Lo consiguió sólo por unos años, como cuenta en su  última carta, de once paginas de folio que considera su "testamento vital", y que acaba así:

"Es mi deseo que una vez llegado el límite fatal que no se intente la prolongación de la vida por medios artificiales, sino que se deje seguir el curso natural del cuerpo y morir sin tubos ni medicación. Dios se apiade de mí. Doy gracias a quien lea mis palabras".

Francisco Molina. El Correo de Zamora. Entre 1991 y 1992

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