domingo, 22 de marzo de 2020

CIUDADANO ENMAROMADO


EL  CIUDADANO   ENMAROMADO

Apareció en La Opinión de Zamora la noticia de que había 4.000 firmas en Zamora pidiendo que lo de la asignatura de religión fuese a misa, y chico!, fue mano de santo.

Ya tenemos clases de religión como Dios manda.

Sin que sea la materia una “maría”, aunque se nombre le viniese por su bondad, similar  la de las Tres Marías del Evangelio y no por otra cuestión.

Pero el asunto indica que no está el horno para bollos.

Aquí se trata de lo que se trata y no se trata de ninguna otra cosa. La intención es, y aquí entroncamos con la fiesta grande de Benavente, la de convertir a cada ciudadano en un "ciudadano enmaromado".

Un ciudadano, que como el toro de Benavente, sea llevado por una maroma lo suficientemente larga, eso sí, como para que se crea en libertad, y llevado de esa manera, sin que lo note, por donde quiere el Poder.

En la fiesta del toro la maroma manda y el pueblo la dirige.

En esto de la religión a la fuerza o forzada, es el pueblo el enmaromado, y quien maneja la cadena es el Poderoso.

Lo de menos es que sea el poder vestido de aparato de una iglesia, la que sea, que de banqueros, que de mafias de la hormigonera, que de políticos conservadores, etcétera.

Pero volvamos al divertido juego del ciudadano enmaromado.

En Afganistán la religión también es obligatoria, pero no solo en la escuela, sino hasta en la sopa.

¿Para qué? Para lo dicho. Para dominar y domar. Y como mejor se domina y doma es comiéndole el coco a la gente.

Y como mejor se le come es haciéndole memorizar y vivir con miedo (hasta en la nota y los exámenes) aquello que se le cuenta.

Ya sabemos por qué quieren la religión forzosa quienes la quieren.

Por cierto, que aquí se diga que es voluntaria son fuegos artificiales.

Sirva de prueba menor que quienes han defendido su enseñanza han luchado para que su alternativa sea otro rollo "enmaromante" y académico como ella.

Veamos ahora por qué no debe haber ni una hora de clase de religión. Ni aún de la verdadera.

Primero, porque la verdadera o nuestra, acaba de reconocer, por boca del papa, que no hay demonio, entonces, si no hay infierno, ¿para qué queremos salvarnos?

Segundo. En el supuesto cierto de que no hay dios que valga, la clase de religión pinta menos aún.

Así como la del estudio del "hecho religioso", que no nos engañemos, ni engañen, todos los hechos religiosos son iguales: represión sexual, y eco de las normas del poder de turno.

Tercero. Si dicen que todas las religiones son válidas, porque todas sirven para dar salida a algo del humano que le trasciende, tampoco debe de haber clase de religión católica.

Si todas las religiones son igual de buenas, que cada año expliquen una a sorteo,  y menos rollo.

Esto de decir que todas las religiones son validas, cuestión ahora muy dicha, confirma que es el Poder el que necesita que los pueblos crean.

En lo que sea, pero que crean, siendo lo de menos en que creen.

Cuarto. Y si la religión verdadera es la X, es esa la única que se debe explicar, pero no dando a elegir, si no a la fuerza, que lo que no puede ser es que unos se estén salvando porque sepan la verdad y otros no.

Si la verdad es esa, a tragarla, que esto es muy serio.

Y el quinto motivo para que no se den clases de religión católica tampoco, es que de ser esta la buena, no hay que olvidar que Dios sacrificó a su Hijo por nosotros, y estando éste en la tierra, solo perdió los nervios una vez, cuando vio en el templo a los mercaderes y no pudo menos que echarlos de él a zurriagazos.

Bueno pues con esto de la clase de religión estamos ante un mercadeo descarado, que como todos es de carácter económico, abarcando desde las editoriales que así venden más libros, hasta el obispado, que nombra a los profesores con el dinero del estado y sin las normas del estado, y los que viven de esas clases, que ven aumentadas sus expectativas de trabajo, por no hablar de que así pueden seguir cayendo herencias de futuros nuevos  creyentes que se crean todo tanto que se entreguen a ello en cuerpo, alma y libreta de ahorros.

Imponer la clase de religión es dar al Cesar lo que es de Dios y a Dios lo que es del Cesar, es ir contra las enseñanzas del Mesías y de los verdaderos creyentes, amén de contra los no creyentes o creyentes de otros dioses, mas o menos divinos.

En pocas palabras, es un pecado.


FRANCISCO MOLINA. La Opinión de Zamora. 1 de Julio del 2003

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