sábado, 1 de febrero de 2020

EL BIOMBO


EL BIOMBO

No parece que se esté en tiempo de lo que sigue, pero como puede ocurrir de un momento a otro, ya que va y viene, hay que atacar el problema.

Recuérdese, problema que no atacas problema que te ataca.

Se trata de eso que se llama «derecho a la intimidad y al honor».

Menudo trajín nos traemos con la intimidad y el honor; incluso se le da tanta importancia que más bien parece que sin el citado derecho iba a ser imposible vivir, vamos como si despojado cada uno de su intimidad y su honor no fuera posible dar pie con bola.

Despojados de honor e intimidades es como si los ciudadanos fueran privados de la ropa y tuvieran que andar en sociedad desnudos.

Además ésta es una cuestión nada discutida.

Porque en efecto se trata de algo importante ya que, el derecho a la intimidad y el honor es ese biombo detrás del cual se pueden hacer esas cosas que avergüenzan, ¡pero imprescindibles!, a lo que se ve, por los siglos de los siglos, amén.

Entonces claro, se pone la carne de gallina cuando se teme que nos quiten el biombo y aparezcamos ante los demás tal cual somos.

Y en esto llegó la «informatización de la información», que traducido al castellano significa que los Centro de Poder, podrán llegar a tener de cada persona toda clase de datos, por obra y gracia de la llamada tecnología punta (lo de los ordenadores, vamos).

Claro, ello es grave (se piensa), porque antes, sin los inventos de ahora, sólo existían las fichas de los muy malos, pues no había tiempo para más (por mucha punta que tuviera el lapicero del espía eso no era tecnología).

Pero hoy en día, hasta un bendito como usted tiene una señora ficha.

Ante esta «amenaza» la prensa advierte y avisa sobre la necesidad de una ley que garantice un uso sin abuso de esas inmensas posibilidades que va a tener el Estado de «controlar» al individuo.

Fatuo Estado si cree que va a controlar al individuo y fatuo individuo si cree que podrá librarse del Estado simplemente por no dejarse fichar o si consigue una ley que le ampare ante dicho control.

No, no es esa la fórmula, la manera de no ser controlado  es  evidentemente una ¡que nos descontrolemos!

Es decir que voluntariamente se renuncia al biombo, que todos en vez de ocultar datos, o sea pecados, los ofrezcamos y además generosamente.

Que se den y se generen tantos datos que la memoria de los ordenadores estalle (según cuentan, cuando un ordenador recibe en su memoria más datos de los que le caben se borra todo lo que hasta entonces estaba retenido en ella).


Hay que perder el miedo a nosotros mismos y hay que atiborrar a los ordenadores de tantísima información que no haya en el mundo unidades de memoria suficientes para almacenar esas numerosas cosas que nos avergüenzan pero que paradójicamente todos tenemos en común: masturbaciones, cuernos, fantasías, traiciones, cobardías, pornografías, fraudecitos a Hacienda, y en fin todo eso que llamamos intimidad y que ocultamos por honor, o sea por cobardía. 

francisco molina martínez. profesor y escritor. Publicado en el Norte de Castilla el 7 de Julio de 1989

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