sábado, 1 de febrero de 2020

SEXOS Y POLÍTICA


SEXOS Y POLÍTICA

Dan ganas de ponerse a discutir sobre qué palabra impresiona más, si sexo, en singular, o sexos, en plural; pero como no se ha cargado la escopeta para eso....

 Se trata hoy de charlar sobre esa decisión que han tomado algunos grupos políticos de poner en marcha lo que se llama «discriminación positiva» (actualmente en favor de las damas) con el fin de garantizar su presencia, no sólo en la trastienda, sino también en escaparates y mostradores (cara al público) como hasta ahora ya hacían los varones.

Normalmente la «discriminación-discutida-positiva» dice que, tanto en los órganos de Gobierno, reuniones de delegados, listas electorales, etc., se garantizará que al menos alguno de los sexos tenga una representación de, pongamos por caso, un 33 por ciento.

La discriminación-positiva es el ariete con el que el sector más feminista del conjunto de mujeres pretende romper un statu-quo o situación actual, según la cual resulta agobiante la tremenda «superioridad del hombre sobre la hembra: gobiernos, comités centrales, congresos, juntas ejecutivas plagadas de tíos, e incluso, saliendo de la política, en centros de enseñanza, donde por mu-chas mujeres que haya, el gallito (director) suele ser un macho.

En general los sesudos-varones, siendo como son muy democráticos, han aceptado la norma.

Y es de suponer, sin ninguna duda, que de buena fe.

Mas ha surgido un problema: a veces no hay mujeres suficientes para cubrir esos puestos «que les han sido reservados» (¡en el 2.000 las tornas habrán cambiado y los agradecidos serán ellos!).

Ante esto, escapan algunos efluvios del subconsciente machista del orden constituido.

«Claro, si el problema no es de cuotas, es que no hay mujeres porque no quieren».

No se sigue ese camino. Lo que se pretende comentar es por qué puede ocurrir que habiendo mujeres en política, no quieran (?) algunas dar pasos al frente.

Ello se da porque, por la razón que sea, la fémina de la especie es demasiado sensata, demasiado responsable y demasiado coherente con su vida interior.

¿Por qué se siente más vigilada, más juzgada? ¿Por qué es más sensible, más sentimental?

Qué más da, el resultado es el dicho, hay un exceso de sensatez, responsabilidad y coherencia que les hace aceptar sólo aquello para lo que creen estar preparadas, sólo aquello a lo que creen que pueden dedicarle tiempo y sólo aquello que no rompe o pone en cuestión su mundo interior.

Por todo esto no se embarcan en ningún proyecto frívolamente.

Sin embargo, el varón, sin plantearse tantos problemas, puede ir en cualquier lista, comprometerse en cualquier proyecto, que así ¡figura!: luego, cumplir o no, esa es otra cuestión.

Basta ver las ausencias injustificadas de hombres a tantos órganos para los que se han presentado u ofrecido.

Claro que a lo más casual estaban cuidando a los niños.

Francisco Molina Martínez. Publicado en el Norte de Castilla el 26 de Febrero de 1990

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