domingo, 9 de febrero de 2020

LA MAROMA


                                               LA    MAROMA

¡Madre del Verbo! Resulta que en la Semana Santa de Zamora aún no se sabe quien tiene que pagar las bandas de música. Es algo así como si a estas alturas en Benavente no tuvieran claro  quien debe apoquinar la maroma del Toro Enmaromado. Increíble.

            La música es a las procesiones como la maroma al Toro Enmaromado; la esencia. La música es la que pone la carne de gallina, en un desfile procesional o en un desfile militar, en el recodo de un río o en la furia de una discoteca, en el acompañamiento de un beso o en el dolor de un funeral. 

Sin duda, cuando el hombre era más bonobo que bobo, cuando estaba en lo que de boca en boca se transmitió como un paraíso (terrenal sin duda) pues sólo se dedicaba a la satisfacción de sus instintos  básicos-vivir y vivir el placer-, sin duda fue en esa época cuando aprendió a reír, a bailar e inventó la música, que a todo eso  llevó la alegría.

Si será fundamental el sonido musical en las procesiones, como en el desfile de las majorets y el carnaval, que cuando alguna no lleva banda, bien que  se busca algún sonido que marque el paso, de los pies o del corazón , o de ambos (recuérdese el ruido de hachones golpeando el suelo o el silencio del Silencio).

Por tanto estamos ante la maroma de la fiesta y en consecuencia debe pensarse que puede haber Semana Santa sin Junta pero no sin música. Incluso creo que podría haber Semana Santa sin pasos, ni cofrades y solamente con las bandas tocando la música que todos asociamos a esos buenísimos días.

No se exagera. El célebre dicho de “Zamora en Semana Santa,  quien no liga es un manta” ha calado por doquier. Por cierto que no estaría mal que el Patronato de Turismo lo acogiera. Es precisamente por ese sabor pagano por lo que las instituciones tienen una coartada (la producción de ingresos gracias a los visitantes) para dar bastantes millones al año a un acto  divulgativo de una fe, que como todas rezuma ideología de una determinada marca.

Es tan importante económicamente esa Semana de Pasiones ( nadie quiere que se la toquen) que cualquier propaganda sobre ella es buena, por eso hay que felicitar a quienes se rebelaron y cubrieron sus “mesas” con sábanas. Porque gracias a ellos no sólo se ha conseguido una propaganda gratuita sobre que aquí tenemos esa atracción, sino que también se ha subrayado el lamentable estado de esta provincia que no tiene ni para pagar las bandas de música de sus mejores fiestas. Los ataques a los dueños de esas procesiones fueron desmesurados, como si prácticamente hubieran cubierto los pasos no con unas sábanas cualquier sino con las mismísimas sábanas “el burrito blanco”, con el consiguiente pecado de escándalo por falta de delicadeza y provocación.

Y hablando de pagar, ¡hermanos! Si dice el refrán que “el que paga manda” dedúcese que “el que manda debe pagar”. Y ¿no se volvieron, ante el problema, todos los ojos semanasanteros al obispado, e incluso éste, dándose por aludido, “mando a parar”? Pues es él  quien debe cubrir los déficit de la Semana Santa, pues si hosteleros, comerciantes y el público en general se benefician del invento, no les digo nada quienes ponen la franquicia.

Pero ¿hay dinero? Si “por el hilo se saca el ovillo”, por la maroma se llega a Mahoma, y así pudimos leer en este periódico que  el obispado  es uno de los pocos promotores que está tirando adelante con el Plan Cabañales para construir una urbanización, justo donde morirá el  puente de “entre-alcaldes” de hacerse allí. Cosa que si ocurre (y no olvidemos que  “pontífice” viene de puente) da para pagar a todas las bandas  juntas, ya que sería, para el obispado, como si le viniese Dios a ver.

   FRANCISCO MOLINA. Año 2004 en La opinión de Zamora

  

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