domingo, 9 de febrero de 2020

LA ÚLTIMA CENA


                                               LA   ÚLTIMA  CENA

Se comprende que la presunta ola de calor no es la mejor época para hablar de la Semana Santa. Pero bueno, en Zamora, este anacronismo no pasa de ser  un pecadillo venial si tenemos en cuenta que por menos de nada resurge el acontecimiento.

El Jueves Santo es el día elegido. Desde hace unos años esa tarde, una panda de amigos de la adolescencia que ahora vivimos cada uno donde Dios nos dio a entender (Miguel Angel Pertejo, Ezquiel Hidalgo, Juvinchi Juvenal, Asterio Mayo, Fernando Casaseca, Javier Prieto, los hermanos Ramiro y Luis Muñoz Haedo-nietos del Maestro Haedo-,González Valvé y menda, más las mujeres de algunos de ellos, Eva, Lola, Mercedes, Charo, Mabel, Mary Luz e Inma) nos reunimos por eso de pasarlo bien (sin hablar de política claro). 

Fernando Sandeli y su mujer Mª Jose, así como José Maria Francia no pudieron unirse esta vez a ese contacto anual cuya coartada es la Semana de Pasión, en torno al fogón. 

El caso es que después algunos nos fuimos a ver el Miserere a la Plaza de Viriato. Cogimos sitio, sin llegar pronto, pegados a las piedras de la Diputación. Hacia un pelín de frío. Viruje, exactamente. Con unas pipas y pipileras, que no en vano estaban las hijas e hijos de Javier Prieto y los Haedo, más una puesta al día de algunos asuntos de la ciudad, llegó la procesión. 

Se apagaron todas las luces para eso del realce, menos las del bodrio de las Arcadas, que como son el escaparate de lo nuestro (y no saben hasta que punto) estaban a todo vatio. Tal aberración se subsanó en pocos minutos y todo quedó a oscuras. Tendría gracia que fuera una institución la que faltara al protocolo de las bombillas apagadas. 

Pensé, menos mal que entre los que estuvieran viendo todo desde los balcones de la Diputación, dueña de las Arcadas, alguno sabría donde estaba el interruptor de tan singular monumento zamorano.

Mas...En pocos días empecé a oír que durante el canto éste de carácter fúnebre del que hablamos, se había celebrado dentro de la Diputación un ágape o vino español o tente en pie. 

La gente lo transmitía con una cierta indignación. Algún medio de comunicación mencionó el evento, hablando de unas doscientas personas invitadas.

Ahora, Laura Rivera nos cuenta en rueda de prensa que ese día, mientras los más creyentes conmemoraban el sacrificio de Cristo en la Cruz para salvarnos, tras esa cena donde dijo “Tomad y comed que éste es mi cuerpo-refiriéndose a un pedazo de pan-, y tomad y bebed que ésta es mi sangre-ofreciendo una jarra de vino”,mientras eso se recordaba patrocinado por los católicos practicantes, los “apóstoles de la buena vida” se metían  una Cena Fría  de más de un millón de pesetas a cuenta de la plebe.

A 5000 pesetas por convidado de piedra ( caraduras como el pedernal) una cena fría es para dejar helado a cualquiera. Cierto es que esa noche la juerga está generalizada en la ciudad y que gracias a esas y otras autoridades los establecimientos pueden permanecer abiertos hasta la del “cinco de copas” (¿Cuántas llevarían estos sepulcros blanqueados saliéndoles gratis) y empalmar con el día siguiente, pero más cierto es que el éxito de la Semana Santa de Zamora está en que hay gente que se la cree y entonces hacen una buena interpretación (dicho sin ánimo de ofender) de lo que se representa. Lo mismo que es cierto que estos tragaldabas se agarran como posesos al escapulario con tal de arañar un voto, defendiendo esas creencias en todos los campos de la política el resto del año.
        
    Más les valdría atarse una piedra al cuello y tirarse al Duero (por cierto, aguas abajo) antes que escandalizar a su pueblo con estos detalles de verdaderos fariseos.

“Bienaventurados los que  reducen los fondos de Interreg a Zamora, porque sino estos políticos nuestros se nos mueren de colesterol”.


Y por Dios, que esta sea la Ultima Cena.

FRANCISCO MOLINA. La opinión de Zamora .Año 2004 

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