sábado, 1 de febrero de 2020

MUY TIPICORRO


MUY TIPICORRO

Es frecuente, hasta decir basta, que en ámbitos locales, ciudades y otros centros urbanos de mayor o menor tamaño, los medios de comunicación, para los ratos en que ejercen de medios de «entretenimiento» de masas, pidan colaboraciones (comentarios, opiniones y visiones) sobre «temas de la tierra».

Debe ser porque se considere que así el ciudadano se va a encontrar mejor servido, ya que «le hablan de lo suyo», puesto que para hablarle de «lo que no es suyo» ya están los medios de divulgación nacionales e incluso, si se trata de prensa, las páginas de nacional/internacional/opinión, mientras que si quien divulga es la radio, para «lo genérico» tienen los programas de conexión estatal.

Todo esto puede ser muy correcto si es que existen estudios comerciales que indiquen «que se vende el programa» cuando se le hace creer al cliente que se está con él y con sus problemas próximos.

Ahora bien, si la cuestión reside en ofrecer «lo más interesante» para esa persona que está detrás del periódico o detrás del transistor, tratando de bucear en el mar de la curiosidad, el asunto hay que replantearlo.

Como individuos (e individuas) el ser humano entiende que el mejor «localismo» se localiza en él (¿cuánto se daría por oír lo que opinan de uno mismo?) y por ello si le gusta estar al loro de lo que pasa o se dice de su pueblo;

pero ¡ojo!, que no en menor medida le apasiona el estar informado de las borrascas y anticiclones (amores, odios, celos, venganzas, deseos, fantasías, miserias, libertades...), que le «sulibeyan» como «unidad del destino en lo pasional» que es.

Y estos temas le arroban tanto que por redundantes que sean le siguen gustando y los sigue agradeciendo de tal manera que, aunque se los encontrara hasta en la sopa (programas nacionales, locales y hasta internacionales) no le empacharían.

Hay otra cuestión. Políticamente no es el mejor camino separar los problemas locales de los generales, es más, puede ser una trampa en la que se pisa con frecuencia esa de aceptar el «aislamiento» informativo/divulgativo/reivindicativo.

Sirva como base de estudio la energía nuclear. El localismo invitaría a no querer las centrales radioactivas en territorio propio y que traiga sin cuidado el problema ajeno.

El «sinbarrerismo» (dogma según el cual los verdaderos problemas humanos no tienen fronteras), por contra, protege lo local dando la batalla contra lo nuclear en todas partes.


En definitiva, conviene que si se confía en alguien para algo se le deje en libertad y no que se le invite a la fiesta (?) exigiéndole smoking, o lo que es peor, riguroso traje de lagarterana.

Paco Molina. Publicado en El Norte de Castilla el 18 de Diciembre del 1989

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