martes, 4 de febrero de 2020

PESADILLAS NUCLEARES


PESADILLAS NUCLEARES

En los «Arribes del Duero», al lado de la provincia de Zamora, aunque en la de Salamanca, quisieron los del poder Ejecutivo (el Gobierno) que se instalara un cementerio nuclear (en el eufemismo engaña-gentes de turno se le llamaba laboratorio).

Ese golpe se consiguió parar o esquivar en primera instancia por la reacción de los pueblos de estas tierras y por la de los jefes de las otras (Portugal).

Pero ahora hay indicios de que el golpe fue más esquivado que parado, ya que vuelven a la carga, como se puede apreciar por deducción, si se analizan los estudios que dicen han realizado «los expertos».

Uno de los gravísimos problemas de las centrales nucleares está en que la humanidad no sabe cómo deshacerse de la basura que producen, siendo ésta, los residuos radiactivos, de gran peligro, y problema eterno (eterno porque su posibilidad de producir, por ejemplo, cáncer y malformaciones persiste durante miles de años).

 Además de esa ignorancia (la de no ser capaces de resolver el problema de la porquería radiactiva) existe otra, pero ésta es una ignorancia-interesada, consistente en que los pro-nucleares que viven del negocio en vez de reconocer su impotencia para encontrar una solución al peligro-de-la-herencia-que-dejan-sus-centrales, disfrazan las soluciones de «menos malas» (o más adecuadas  entre lo malo).

Con ese criterio han estudiado cuatro formas de deshacerse de la bomba-nuclear-lenta que supone la constante y creciente acumulación de desechos-de-muerte:

Una es enterrarlos bajo los hielos del polo, otra enterrarlos en zonas salinas, o hacerlo en región granítica o, la última, llevarla a países que desahuciados por un lado y gobernados por sátrapas por otro, aceptan «prostituir» su lugares de vida convirtiéndolos, por dinero, en «lugares de muerte».

Criterios

De estas cuatro apuestas hechas en la ruleta de las calaveras (en realidad ninguna garantiza nada y menos el éxito), se han descartado las dos primeras.

Resulta así que, o bien las exportarán, cuestión cada vez más dificil, pues los tercermundistas cada día se chupan menos el dedo, o bien resuelven enterrar esas demenciales sobras en zonas de carácter granítico.

¿Sólo va a ser ese el criterio? No, pues ello podría suponer, por ejemplo, llevar la indignación y la enfermedad a regiones muy pobladas.

No, claro, no es ese el único criterio; van a buscar —lo han dicho— una segunda característica: el lugar debe estar enclavado en comarcas poblacionalmente semidesérticas.

Ante ese retrato robot del «sitio idóneo» para colocar un cementerio de residuos radiactivos; en Zamora se han vuelto a poner los pelos de punta, porque claro, se ve venir al toro-de-la-incertidumbre bufando por los cuatro costados.

Hay que enterrar la porquería en suelo propio, dicen los mandamases. (Cosa lógica, pues cada uno debe apechugar con sus propios excrementos).

¿Y dónde? Pues si no se dejan los países pobres búsquese en el propio algo que presente los rasgos del tercermundismo.

Sin futuro

Esos lugares se detectan porque presentan menos nivel de vida que los demás, no tienen gran futuro (sobre todo si no se les ayuda) y su tasa de emigración supera a la de inmigración.

Aquí, por Sayago, hay granito en rama, nivel de vida impropio y cada vez menos habitantes, si a ello se une la falta de ayuda al territorio. ¡Premio! (tendría gracia que la no devolución gratuita del cuartel tuviera como fin impedir el resurgimiento de la provincia en su sur-oeste).

Elegido el lugar se dará luego el último toque para tratar a las gentes como se trata al resto del mundo no rico, tentándolas con dinero.

Suele dar resultado, pues a buen hambre no hay pan duro.

Lo que ocurre es que las gentes cambian y a lo más casual alguien se encuentra con la horma de su zapato.


FRANCISCO MOLINA. Publicado en El Norte de Castilla el 16 de Octubre de 1990

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